Tan bella como el amor,
tan pura como azucena
despierta la niña sueña
ser esposa del Señor.
Lleva cual nardos a Dios
feliz la vida en manojos.
El cielo cabe en sus ojos,
pero no su corazón.
Toma perlas de rocío
de su corazón en flor
para Jesús, hombre y Dios
que tiembla de amor y frío
Es y será su alegría
guardar su virginidad,
azucena de piedad,
como la Virgen María.
¡Qué feliz la niña hermosa!
¡Qué mundo de gracia su alma
tranquila cual mar en calma,
más hermosa que una rosa.
Con envidia y desamor
se dan cuenta los abrojos
que el cielo cabe en sus ojos,
pero no su corazón.
Y le tronchan su alegría,
sus sueños y sus amores;
llenan sus alrededores
con espinas de agonía.
Qué pena causar dolores
de muerte a la niña hermosa
tan inocente y piadosa!
¡Qué pena matar amores!
Desde lo alto de la cruz
Jesús mira la injusticia,
luego baja y acaricia
a la niña. Así es Jesús.
En su ternura le da,
porque su esencia es amor,
en regalo el corazón,
regalo de eternidad.
Esta es la historia de amor
de la niña y los abrojos
de tan feliz vocación
que el cielo cabe en sus ojos,
pero no su corazón.
Tomada del Libro: “Mi Desierto, Poesías”
del Padre Rafael Alcántar Mondragón
tan pura como azucena
despierta la niña sueña
ser esposa del Señor.
Lleva cual nardos a Dios
feliz la vida en manojos.
El cielo cabe en sus ojos,
pero no su corazón.
Toma perlas de rocío
de su corazón en flor
para Jesús, hombre y Dios
que tiembla de amor y frío
Es y será su alegría
guardar su virginidad,
azucena de piedad,
como la Virgen María.
¡Qué feliz la niña hermosa!
¡Qué mundo de gracia su alma
tranquila cual mar en calma,
más hermosa que una rosa.
Con envidia y desamor
se dan cuenta los abrojos
que el cielo cabe en sus ojos,
pero no su corazón.
Y le tronchan su alegría,
sus sueños y sus amores;
llenan sus alrededores
con espinas de agonía.
Qué pena causar dolores
de muerte a la niña hermosa
tan inocente y piadosa!
¡Qué pena matar amores!
Desde lo alto de la cruz
Jesús mira la injusticia,
luego baja y acaricia
a la niña. Así es Jesús.
En su ternura le da,
porque su esencia es amor,
en regalo el corazón,
regalo de eternidad.
Esta es la historia de amor
de la niña y los abrojos
de tan feliz vocación
que el cielo cabe en sus ojos,
pero no su corazón.
Tomada del Libro: “Mi Desierto, Poesías”
del Padre Rafael Alcántar Mondragón
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