Luis M. Campos
Luis M. Campos nació en Angamacutiro el 3 de mayo de 1913. Por un breve tiempo fue alumno del Seminario de Morelia; estudió en la Escuela Normal y obtuvo su título de profesor; más tarde se inscribió en el Colegio de San Nicolás y en la Escuela de Leyes; como abogado desempeñó varios empleos, tanto en el ramo civil como en el militar; fue gerente del Colegio Nicolaita en dos ocasiones. Tu trabajo poético apareció en periódicos dedicados a los campesinos y obreros; participó en Juegos Florares, en donde obtuvo varios premios. En forma de folleto o libros se publicaron: Canción del amor inmarcesible; Grito de admonición y de combate; Acuarela de la vieja Antequera; Arenga lírica y Nuestro Señor Don Quijote. Toda su obra se ve enmarcada en el género de poesía socialista o revolucionaria. El Lic. Campos falleció en Morelia el 15 de febrero de 1971.
El Poema Sinfónico
La espumosa canción que ayer te diera
a beber en el verso, está olvidada
como las noches gélidas,
como las alboradas
que imprimieron sus huellas misteriosas
en las azules páginas
de las horas coquetas,
que serpentearon como fuente clara,
para perderse silenciosamente
en el remanso gris de las distancias.
Mi canción, el presagio
que a ti se acerca con abiertas alas,
quiere tener sabor añejo
como el vino de Málaga;
o bien, en el calor del mes de mayo,
ser cantarito de agua,
¡cantarito de barro humedecido
por tu beso febril, Guadalajara!
Te palpa en el undívago horizonte
mi perspectiva vaga,
como sobre la charca del silencio
se adivinan las sedas perfumadas
de los romanticismos enfermizos
y las horas pasadas,
¡imágenes vivientes de mil labios!
¡fuentes inagotables de fragancias!
¡Que te palpen mis sueños!
¡Que te abracen mis ansias…!
En las vegas floridas del recuerdo
me arrullan manos pálidas,
envidia de las nieves
de las alboradas.
Los lagos musicales de mi tierra
beben la noche inmensa en tus miradas
y con la sombra de esa noche regia,
-mansión iridiscente y perfumada-
construyen en el hueco
de sus panidas flautas,
la canción polifónica del viento,
ungida con los besos de sus aguas.
Bebe entonces. Mi verso hecho de barro
es cantarito de agua
que bien puede calmar tu sed de ensueño
tras de una larga
y funeral jornada,
por sus yermos de todas las angustias
y los senderos de la noche ingrata.
Se inclinan reverentes mis estrofas
para decirte: pasa,
y deponen mis ímpetus de lucha
y ante tu alcurnia rasgan
sus viejos estandartes,
y para ver la rara
joya de esos tus labios incitantes
sumisamente se apagan
sus antorchas de rojas floraciones
y sus gritos de invictas barricadas.
Bebe entonces, morena taumaturga;
bebe entonces, sinfónica y preclara
ciudad azul,
como remanso de agua
de los lagos sonoros
de mi tierra tarasca.
Si la vida es beber, bebamos sueños
que así se seca el cauce de las lágrimas;
si la vida es beber, bebe recuerdos
que así se acortan todas las distancias;
si apurar es la vida, hagamos siempre,
de la cumbre gigante y la hondonada,
y del dantesco grito de las sombras,
y las virutas de la aurora pálida
y las migajas del ocaso anémico,
un cantarito de agua;
cantarito de barro humedecido
por la fragancia de una boca lánguida,
y la miel del arrullo que revienta
triunfal en la garganta,
y la liturgia mágica del beso
en que envuelves tú, Guadalajara.
Seamos dos perspectivas que se adueñan
y que borrando la distancia se aman;
que mis versos sean bridas de tu anhelo
y tus trenzas me sirvan de canana…
seré clavel de fuego de un disparo
que ya sueña en hacerse barricada,
que decapite al Cristo de burgueses
y subliminice al Cristo de los parias.
La espumosa canción que ayer te diera
a beber en el verso, está olvidada
como las noches gélidas,
como las alboradas
que imprimieron sus huellas misteriosas
en las azules páginas
de las horas coquetas,
que serpentearon como fuente clara,
para perderse silenciosamente
en el remanso gris de las distancias.
Mi canción, el presagio
que a ti se acerca con abiertas alas,
quiere tener sabor añejo
como el vino de Málaga;
o bien, en el calor del mes de mayo,
ser cantarito de agua,
¡cantarito de barro humedecido
por tu beso febril, Guadalajara!
Te palpa en el undívago horizonte
mi perspectiva vaga,
como sobre la charca del silencio
se adivinan las sedas perfumadas
de los romanticismos enfermizos
y las horas pasadas,
¡imágenes vivientes de mil labios!
¡fuentes inagotables de fragancias!
¡Que te palpen mis sueños!
¡Que te abracen mis ansias…!
En las vegas floridas del recuerdo
me arrullan manos pálidas,
envidia de las nieves
de las alboradas.
Los lagos musicales de mi tierra
beben la noche inmensa en tus miradas
y con la sombra de esa noche regia,
-mansión iridiscente y perfumada-
construyen en el hueco
de sus panidas flautas,
la canción polifónica del viento,
ungida con los besos de sus aguas.
Bebe entonces. Mi verso hecho de barro
es cantarito de agua
que bien puede calmar tu sed de ensueño
tras de una larga
y funeral jornada,
por sus yermos de todas las angustias
y los senderos de la noche ingrata.
Se inclinan reverentes mis estrofas
para decirte: pasa,
y deponen mis ímpetus de lucha
y ante tu alcurnia rasgan
sus viejos estandartes,
y para ver la rara
joya de esos tus labios incitantes
sumisamente se apagan
sus antorchas de rojas floraciones
y sus gritos de invictas barricadas.
Bebe entonces, morena taumaturga;
bebe entonces, sinfónica y preclara
ciudad azul,
como remanso de agua
de los lagos sonoros
de mi tierra tarasca.
Si la vida es beber, bebamos sueños
que así se seca el cauce de las lágrimas;
si la vida es beber, bebe recuerdos
que así se acortan todas las distancias;
si apurar es la vida, hagamos siempre,
de la cumbre gigante y la hondonada,
y del dantesco grito de las sombras,
y las virutas de la aurora pálida
y las migajas del ocaso anémico,
un cantarito de agua;
cantarito de barro humedecido
por la fragancia de una boca lánguida,
y la miel del arrullo que revienta
triunfal en la garganta,
y la liturgia mágica del beso
en que envuelves tú, Guadalajara.
Seamos dos perspectivas que se adueñan
y que borrando la distancia se aman;
que mis versos sean bridas de tu anhelo
y tus trenzas me sirvan de canana…
seré clavel de fuego de un disparo
que ya sueña en hacerse barricada,
que decapite al Cristo de burgueses
y subliminice al Cristo de los parias.
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