El Lobo y el Grullo
Había un lobo viejo que era el terror de los habitantes racionales e irracionales de una comarca, por su astucia y voracidad. Un día atrapó el lobo a un infeliz cordero, que devoró en pocos instantes, entreteniéndose luego en saborear un hueso que se le atravesó en la garganta.
En vano hacía esfuerzos desesperados para sacarse el hueso, hasta que casi asfixiado, se dirigió a la casa de un grullo, doctor en cirugía, muy afamado, que vivía en la comarca. Al entrar el lobo desfallecido en el laboratorio del doctor Grullo, éste se atemorizó al ver a su inesperado cliente, creyendo que venía a comérselo, o que e hallaba atacado de hidrofobia; parapetándose el doctor detrás de su bufete, por vía de precaución.
El lobo, haciendo un esfuerzo extraordinario, sin pode articular un aullido, se levantó sobre sus piernas traseras mostrando al doctor Grullo la causa de su dolencia. El doctor, procurando disimular el miedo, se caló las antiparras, y afectando un sentimiento, causado más bien por la presencia de tan temible cliente, que por el dolor que a éste le causara el hueso, le dijo con toda la gravedad de un grullo:
-Siento advertir a usted que teniendo que practicar una peligrosa y difícil operación para extraerle el hueso, le aconsejo que se arrepienta de sus pecados y haga su testamento cuanto antes por lo que pueda suceder.
El lobo que por astuto y viejo comprendió el misterio que encerraba aquel consejo, se afligió tanto, que prometió al doctor Grullo no volver a matar corderos vivos, ni comérselos muertos en el resto de su vida, si escapaba con ella de la operación. Y en cuanto a testar, como que toda su hacienda la traía consigo, no se preocupó de la suerte que correrían sus herederos presuntos después de su muerte, y se preparó a sufrir la operación, resignado aunque temeroso.
El doctor Grullo, al verlo dispuesto, volvió a practicar nuevo examen, exigiendo al lobo que jurase cumplir su promesa; el afligido lobo, con acento ahogado a causa del hueso, dijo con la solemnidad posible en semejante estado:
-Lo juro.
Inmediatamente el doctor Grullo abrió el par de tenazas que constituyen su pico, las aplicó al hueso, y de un tirón salió éste de la garganta del lobo, como la muela de una mandíbula por mano de experto dentista.
Sin cuidarse de manifestar su gratitud al hábil cirujano, se despidió el lobo, mientras el doctor Grullo se disponía a colgar el hueso al lado de os demás objetos y esqueletos de animales que figuraban en las paredes de su laboratorio, como en los museos de historia natural.
Dos días después de este suceso, oyó decir el doctor Grullo que un lobo viejo, hambriento, había entrado en un corral devorado varios corderos de una manada.
-”¡Ese es mi cliente!” –exclamó el doctor Grullo; y al convencerse de que no se había equivocado, añadió: “Es una verdad incuestionable que en juramentos de lobo y mansedumbre de jaguar, no hay qué fiar”.
Tomado del Libro “Alma Latina”
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