Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

miércoles, 1 de mayo de 2013

Reflexiones

El Arte del Matrimonio

Un buen matrimonio debe crearse. Dentro de éste, las pequeñas cosas son las más importantes.

Es nunca ser demasiado viejo para tomarse de las manos.

Es recordar decir “Te quiero” por lo menos una vez al día.

Es nunca ir a dormir estando enojados.

Es estar de acuerdo en los valores y tener objetivos comunes.

Es estar juntos frente al mundo.

Es formar un círculo de amor que una a toda la familia.

Es decir palabras de estímulo y siempre mostrar gratitud con detalles y cariño.

Es tener capacidad de amar, olvidar y perdonar.

Es dar uno al otro una atmósfera en la que cada cual se pueda desarrollar.

Es realizar una búsqueda común de lo bueno y de lo hermoso.

No es solamente casarse con la persona adecuada...

Es ser el socio ideal.

Uno tiene que complementarse con el otro, fusionándose con su carácter. Por ello, el matrimonio tiene qué aprender a sobrevivir en todas las circunstancias que le marque la vida, ya que ésas son las pautas que nos brindan estabilidad.

Amor por Largo Rato

Yo no paro de maravillarme de todo aquel que pretende haberse enamorado por una sola mirada, ni atino a darle crédito; no puedo concebir que tal amor llegue a lo más secreto del alma ni penetre las entretelas del corazón.

El verdadero amor no nace en una hora, ni da fuego su pedernal siempre que quieres, sino que nace y se propaga despacio, tras la larga compenetración que lo afianza.

El amor es una afinidad entre las almas, es un ave que siempre canta, aunque la estación no sea primavera y que no emigra de un continente a otro sino de un corazón a otro.
Ibn Hazn

“Las esposas son nuestras amantes en la juventud, nuestras compañeras en la edad madura y nuestras enfermeras en la vejez...”
Francis Bacon

No Cambies

Fui un neurótico por años, estaba ansioso, deprimido y era egoísta. Todos me decían que cambiara. Sentía antipatía por ellos y estaba de acuerdo con ellos, quería cambiar, pero no podía hacerlo por más que intentaba. Entonces, me sentí débil y atrapado. Pero un día me dijo: “No cambies, te quiero tal y como eres”. Esas palabras fueron como música para mis oídos.

¡No cambies, no cambies, no cambies... te quiero tal y como eres!

Me relajé, reviví y de pronto cambié. Ahora sé que no podía cambiar realmente hasta que encontré a alguien que me quisiera, ya sea que cambiara o no.

Tomadas del Libro: “Reflexiones y Pensamientos
para lograr un Matrimonio Feliz”

Biografía

Teresa de Silva

Nació en Morelia hacia el año 1920. Estudió en la Escuela Normal de su ciudad natal, sin terminar su carrera de profesora; trabajó en oficinas públicas, y comenzó desde muy joven a publicar sus poemas, firmados con su nombre de soltera: Teresa Vázquez Valdovinos, nombre que más tarde cambió al casarse con el señor Luis Silva Madrigal.

En la poesía de Teresa se manifiesta, como característica especial, la frescura, toque especial que imprime en cada uno de sus versos. Tanto Teresa como de su labor literaria, Cayetano Andrade señala: Desde muy joven empezó a cultivar la poesía. Su temperamento soñador y romántico fué dando forma a las ilusiones juveniles y a las primeras impresiones del amor en poemas breves que eran como estuches de candor y sentimentalismo. Más tarde, su verso fué dúctil y la inspiración fluyó mansa y serena como una corriente cristalina, que fué copiando sus diversos paisajes y cantando la canción tierna y sentimental. De entre las publicaciones de Teresa de Silva, mencionamos: Oro y azul y Niebla; además de presentar tres pequeños poemas que nos dejan ver la calidad de esta poesía.

Si no te Olvido

Necesito arrancarte del pensamiento
como a una mala hierba que ha florecido
porque preciso más que el sol y el viento
un poco de quietud... de paz y olvido.
El polo opuesto y negativo eres
del bien que ciegamente había olvidado,
y como un enemigo, así zahieres
a quien para su mal, todo has robado.
Más la fuente se hiela en los glaciales
de tu mirada dura...
de tu palabra fría...
del corazón que consagra los azares
la rosa antes lozana se deshoja,
y el reír matinal que se entreabría
como una flor muy roja,
se convierte, perdida su frescura
en un amargo fruto de congoja.


Olvido

Muy dentro de mi pecho
que les formó mullida y blanca cuna,
tus ojos se durmieron
en la noche sin fin de mi amargura.
Ya no siento su fuego
lacerante como una mordedura
que destilo veneno
y con saña inaudita lo inocula.
...mansamente se han quedado dormidos
bajo un manto de ausencias y de olvido.
Que persigo la dicha, y me la quitas,
la paz anhelo, y tú me la arrebatas,
ansío la alegría y me das cuitas,
amo la vida aún, y tú me matas.
Es por eso que más que el sol y el viento
necesito arrojarte de mi sentido,
¡porque quiero vivir!... y yo presiento
que me voy a morir si no te olvido.


Devoción

Déjame entrar en tu alma, que tan solo presiento,
conocer hasta el fondo su más hondo secreto.
Yo entraré despacito... conteniendo el aliento...
como si entrara a un templo, con unción y respeto.
Descansaré mi plata de su sandalia leve
para que así mi paso no rompa su silencio,
ese augusto silencio que a tu vida la envuelve
en su tupido velo, como nube de incienso.
Y cuando haya gustado de la paz de tu alma,
de esa suave tristeza y esa dulce quietud,
todas mis tempestades habranse vuelto calma,
y en mis desesperanzas sólo habrá beatitud.
Y será entonces mi alma como la luz del día,
porque siendo formada del más fino cristal,
quedará ahí la tuya reflejada en la mía
como una blanca estrella dentro de un manantial.

Historia

Salvatierra, una Lectura Profana

Nuestra Madre Santísima de la Luz

De la espléndida investigación de Melchor Vera, a través de María del Socorro Aranda y Nava, en su trabajo: ¡Gloria y Honor a la Reina, Protectora y Patrona de Salvatierra!, se desprende que la imagen tiene una altura de 69 centímetros, pero su grandeza –afirman- es infinita, como sin número son los milagros recibidos por sus fieles y el amor que en estas tierras le profesan, desde que Nicolás Tamayo la encontró: sucia, maltratada, sin rostro ni manos, pero irradiando luces, porque la efigie de pulpa de caña de maíz, resina y goma de orquídea “Tatzique”, pudo por circunstancia fortuita estar en abandono, no así su esencia divina, su esencia de madre, que aún en las peores circunstancias alienta y guía a sus hijos.

Así esta hermosa Historia de una Virgen Abandonada

Maria del Socorro Aranda y Nava, en las recopilaciones de su libro: ¡Gloria y Honor a la Reina, Protectora y Patrona de Salvatierra!, narra el hallazgo según la versión de don Vicente Ruiz Arias: “en 1631”, estando Juan Miguel en un jacal que fue de un indio que se llamó Juan Viejo, quien había muerto en la peste, encontró una talla de La Limpia Concepción de Nuestra Señora, de la Virgen María que era nada menos que la actual Virgen de la Luz. La sacó y la limpió y en compañía de un indio nombrado Gabriel, la llevaron a la iglesia del convento de San Nicolás”.

Múltiples versiones recopiladas en este ensayo, hablan de los rayos que desprendía la Virgen para que fuera vista por los pobladores y rescatada del majadero lugar. Para algunos que siguen la tradición oral, eran luces que desprendía su cuerpo, luces doradas y azules, rojas como llamas, por eso se alertaba de un incendio y al llegar no había ningún siniestro. Era ella y su anunciación para quedarse por siempre en estos valles. Si usted ha tenido la oportunidad de observarla desde el coro, como podemos afirmar y solventar con recursos fotográficos digitales, el 2 de febrero de 2011, durante la misa, la Virgen desprendía luces, volutas multicolores. Efecto óptico para quienes son escépticos, amor y salud para los creyentes. Pero efectivamente parecía desprender llamas ante esa multitud.

Lo vimos, desde luego que lo vimos y no porque estemos ungidos, sino porque en esos momentos en que oficiaba, éramos parte del colectivo al que Nuestra Madre Santísima de la Luz nos colmó de bendiciones, nos limpió con la luz esparcida en ese soberbio edificio: Santuario Diocesano de la Virgen de la Luz, que de acuerdo con el bello libro Rutas de Guanajuato, en su capítulo “La Ruta del Arte Sacro”, fué construido en 64 años, de 1744 a 1808, cuando ya la efervescencia libertaria del país anunciaba la Guerra de Revolución de la Independencia de México. Ahora a 200 años de distancia.

Habría que recordar que Salvatierra, al tener una población casi exclusivamente de españoles, fué la primera en ostentar la categoría de ciudad, entre todas las que conforman el Estado de Guanajuato, dejando así atrás su nombre de San Andrés de los Chochones. Sin embargo, guarda su esencia con el título de San Andrés de Salvatierra en su Escudo de Armas. El sol parece derretirse en las cruces del atrio, dar suaves pinceladas a las que están dentro de los templos, pero... detengámonos un momento para reflexionar sobre la cruz, que es símbolo de la fecundación de la tierra por el sol.

El bello e importante libro Antropología de la Religión del Dr. Mariano Amaya Serrano, nos dice que al Sol corresponde el palo vertical de la cruz (o trazo del rayo que cae) –aun cuando científicamente esté comprobado que los rayos suben, se desprenden de la tierra, de negativo a positivo-. A la tierra corresponde el madero horizontal, sobre la que se posa ese rayo.

Números

Y los números que encierra esta advocación en Salvatierra y de la suerte que corrieron sus hijos los jesuitas, que mucho antes de ser expulsados de la Nueva España, llevaron a Nuestra Madre Santísima de la Luz a Guanajuato... ¿dicen algo? ¿Hay casualidad? ¿Casualidad acaso? La imagen de Nuestra Madre Santísima de la Luz data de 1539, que suman 18=9, tres veces tres. El tres es la perfección, por tanto tres veces perfecto.

Para Pitágoras, metafóricamente, el Uno es el número no divisible y de ahí se desprende la naturaleza primaria de coexistencia de los números, que tienen ésta como primera definición. El Uno también representa lo que no tiene límite. Es el símbolo del Padre Creador. El Uno es además el Sol; la nota musical Do; el blanco en los tonos. Todo lo que tiene inicio es un Uno.

El Tres entonces para el maestro de Samos, es el origen total cósmico, la nota musical Mi y, en la geometría, cualquiera de los cuatro triángulos. Es la cualidad, el entendimiento e integración a la que accede la inteligencia, como consecuencia de la multiplicidad y discrepancia, y representa las tres dimensiones. “El mundo real es triple –dice Pitágoras- ya que de igual modo que el hombre está compuesto por tres elementos distintos, fundidos unos con otros: alma-cuerpo-espíritu y en el universo las tres esferas concéntricas: los mundos natural-humano-divino”. Tres esferas como las órdenes de Francisco.

Así pues, si tres es perfecto, nueve es tres veces perfecto por contenerlo. Es el Bemol en la música, tres triángulos en geometría y el color rojo. Si los dígitos de la fecha en que se estima fué tallada la imagen de Nuestra Madre Santísima de la Luz suman nueve, tres veces tres, es la perfección en la mujer elegida para ser la madre de Jesús y de la humanidad, la madre de los salvaterrenses.

¿Por qué de pasta y pulpa de caña de maíz, de resina y goma de orquídea? Porque son elementos que remiten a la fertilidad de la tierra, qué más representativo de las entrañas que la pulpa de la caña de maíz, alimento natural del mexicano hasta nuestros días. Y la resina como aglomerante, es símbolo de unidad en la pureza, por ser el llanto de los árboles que la producen...

La advocación mariana de Nuestra Madre Santísima de la Luz nace en Palermo, Italia, por el año de 1722, que suman 12, por tanto tres, lo que nos remite a las grandes trilogías: Padre, Hijo y Espíritu Santo; el orden filosófico, religioso y moral; el padre, la madre y el hijo; Osiris, Isis y Horus, para los egipcios; Nara, Nâri y Virâj, en la religión brahmánica; y para la Caldea: Anu, Nuah y Bel. Tres son los números que sumados y multiplicados dan el mismo resultado. Tres forma la escuadra de 45°, y tres la de 60°, y la suma de sus ángulos el círculo. El Todo. Dios.

Una Virgen de Todos

El sol marca temprano la ruta que se ha vuelto contradictoria, los hijos maldecidos y excomulgados custodian ahora su templo perpetuados en calles: Morelos en la retaguardia; Hidalgo en el flanco derecho y Manuel Dobado en el izquierdo. También están Juárez, Leandro Valle, Santos Degollado, Escobedo, Ocampo, Guerrero y Altamirano. Están los recuerdos de Hidalgo en aquel 12 de octubre de 1810, cuando pasa con su ejército rumbo a Acámbaro. Durmió, si es que lo hizo, en el Mesón de la Luz.

Sebastián de la Fuente, Comisario del Santo Oficio y Capellán de Capuchinas, lo acusó de llevar una amasia apodada “Natera”. Se dijo que la había hospedado en la casa del Dr. Mariano Servín de la Mora. La misteriosa joven que acompañaba a Hidalgo en los primeros días de lucha por la independencia, era María Luisa Gamba, “La Fernandina”. El Maestro Fernando Benítez afirma que los historiadores a favor de Hidalgo, aseveran que era la hija de un prisionero español, a quien el cura ofreció liberar y por ello viajaba disfrazada de hombre.

Sus detractores aseguran que la joven fué uno de sus misteriosos amoríos. Las sombras se van pegando a los muros, con sus historias y fantasías, con la vida de cada ser que pasa y es capturado en la biblioteca lapidaria de San Andrés de Salvatierra, porque en sus porosos muros se van guardando las historias y también los secretos más íntimos. En medio de esa ciudad, en el silencio absoluto del templo, entre finos géneros y neles de metal precioso, fuera de los cristales que guardan los excelsos bordados y las joyas, sin aretes, collares, gargantillas, dijes, esclavas y anillos, sin el peso del valioso metal, está la Virgen, Nuestra Madre Santísima de la Luz, que aguarda paciente sus fiestas para salir y transitar entre sus hijos.

No es la Virgen del altar, nuestra milagrosa Madre Santísima de la Luz, es una réplica para estar con el pueblo. Abajo del sagrado camarín, sonríe en el museo, su terso rostro denota alegría y su mirada infinita consagra lo que son su vista baña. Es la virgen del altar, nuestra milagrosa Madre Santísima de la Luz, es una réplica para estar con el pueblo. Abajo del sagrado camarín, sonríe en el museo, su terso rostro denota alegría y su mirada infinita consagra lo que con su vista baña.

Es la Virgen que a todos acompaña, que en andas recorre calles con nombres de próceres, rodeada de fervientes creyentes y de traviesos niños que van, con los años, aprendiendo a adorarla entre el tronido de cohetones y las efímeras luces del castillo de pólvora y carrizo. En esa quietud la vemos, ya sin el estruendo de la música y la algarabía, despojada de las plateadas nubes, que fueran fauces de un ser maligno queriendo devorar a su hijo.

Ajena al oro y la plata, a las joyas y el boato, sin el bastón de mando que le colocara Agustín de Iturbide, al nombrarla Patrona de la Guarnición de Civiles y para 1815 General de los Ejércitos de Mar y Tierra, imponiéndole las insignias de la banda y el bastón de mando, ella, Nuestra Madre Santísima de la Luz, se mezcla con su pueblo, va con ellos y bendice con la mirada, no sólo a quienes la acompañan festividad tras festividad, sino también sus casas, sus hogares; por eso los patios traseros brillan, porque ahí está la intimidad, la historia personal y colectiva. Su pueblo.

Algunas Consideraciones

El 2 de julio de 1732 –una década después de que una moja la visionó evitando caer en las fauces de un monstruo maligno, mientras sostenía su alma en la mano derecha y con el brazo izquierdo cargaba al Niño Jesús- llegó a la iglesia jesuita de León, Guanajuato. La casualidad obedece al padre José Genovesi, quien sorteó la imagen, pintada por un artista en 1722, para que fuera trasladada a alguna fundación de la reciente Compañía de Jesús –fundada por San Ignacio de Loyola-, siendo en “suerte” trasladada a León. Esta iglesia, desde el año 2005, fué denominada Basílica Catedral Metropolitana de Nuestra Madre Santísima de la Luz.

La Virgen María en esta advocación, aparece vestida con una túnica blanca, un manto azul, que simbolizan la pureza y la castidad, sobre un fondo amarillo y dorado, símbolos de poder y de lo infinito. El Niño Jesús, en esta visión de la monja de Palermo, escoge de una cesta ofrendada por un ángel, un par de corazones ardientes, que simbolizan: la caridad y el amor a Dios. Sobre la cabeza de nuestra Madre Santísima de la Luz están dos ángeles, que la coronan como reina del cielo. A sus pies está la amenaza de un monstruo, el Leviatán, con las fauces abiertas. La figura del Leviatán fué censurada desde 1760 y sustituida por unas llamas para aludir al Purgatorio o por nubes oscuras que simbolizan el pecado.


Tomado del Libro: “Salvatierra, una Lectura Profana”
de Luis Montes de Oca y Sergio Hernández Saucedo


Historia y Evolución de Salvatierra

La Vida Colonial Salvaterrense, 1644-1810 (continuación)

La población, los impuestos y la economía.

Veinte años después, en 1774, las informaciones sugieren una disminución de la población española, mestiza y de otras castas, y el aumento de la población indígena. La población la formaban 300 familias españolas, mestizas y mulatas, y sugieren 1000 familias de lengua otomí. Además de españoles, criollos, mestizos e indios, en la ciudad y su jurisdicción hubo una significativa presencia de negros y mulatos, que contribuyeron en nuestra conformación social, echando por tierra la vieja pretensión de una fundación puramente española. Para el año de 1790, la población ascendía a 24,995 habitantes, la mayoría de raza indígena con el 50% mestizos y otras castas el 26%, y españoles y criollos con el 24%.

Con esta presencia, también llegó a Salvatierra la esclavitud y el consecuente comercio de esclavos, no como actos aislados, sino como una actividad cotidiana de índole económica. Por ejemplo, en el libro de protocolos del escribano público don Pedro Marcos Santurio, para el año de 1746, destacan las siguientes operaciones de compraventa formalizadas mediante escritura pública en este rubro; el 6 de febrero, Dña. María de San Pedro Alcántara y Arenas, viuda del capitán Juan Gómez de Carandia, compró cinco piezas de esclavas mulatas; el 7 de marzo, el Pbro. José de Esquivel y Vargas, compró una esclava mulata, de las que había adquirido Dña. María de San Pedro; el 3 de agosto, don Lorenzo Rodríguez, alcalde ordinario de Salvatierra, compró un esclavo negro llamado Andrés Francisco. Existen también operaciones de compraventa en paquete, como la realizada por don Juan Tomás Martínez de Chagoyán, quien vendió a Dña. Luisa de la Paz y Ojeda, un esclavo negro de nombre Jacinto Antonio junto con una recua de 15 mulas que él atiende y trabaja.

Durante el periodo colonial, los españoles en México llevaban cuentas tanto en el dinero para contar como en dinero de circulación real. Los tipos más importantes de dinero para contar eran los pesos de oro en minas (o de metal oro), que valían 450 maravedís, y los ducados, que valían 365 maravedís. Cada peso se dividía en ocho tomines, después de los primeros años de la Colonia, el dinero de circulación real consistió en pesos de plata, llamados pesos de oro común, con valor de 272 maravedís. Cada peso se dividía en ocho reales, y cada real en doce granos. El común denominador para los varios tipos de dinero empleado era su valor en maravedís, que en un tiempo fué una moneda española de plata. Fuese cual fuese el tipo de dinero que se llevaba en los registros, los pagos se hacían en pesos de plata (de oro común) y en reales o fracciones de estos.

Sumamente complicada era la recaudación y distribución de los impuestos que aplicaba la Real Hacienda, en lugar seguir con un sistema establecido, tenía una estructura amorfa que se iba adaptando a las necesidades de la corona. En Salvatierra los impuestos eran concentrados en Zelaya por ser esta la cabecera de la alcaldía mayor. Básicamente eran dos, los impuestos substanciales con los que la población contribuía a su majestad. Las Alcabalas, era el impuesto que se pagaba sobre el valor de las mercancías compradas, generalmente la tasa fué de un 10% y la Media Anata, que se pagaba sobre las actividades productivas realizadas durante un año. a relación entre dinero, impuestos y grupo social o casta, fué la base fundamental para pagar las contribuciones, cuando un individuo nacía era registrado en el curato, haciendo constar en su acta de bautismo el grupo social o casta a la que pertenecía, conforme a esto pagaba su impuesto. En Salvatierra se cobraba además de a los españoles y criollos, a los mestizos, mulatos e indígenas, todos pagaban, tanto en las haciendas como en la ciudad y sus barrios, unos pagaban en forma mensual, y otros a través de las rentas anuales que pagaban a los hacendados o terratenientes por las tierras labradas.

Sobre el impuesto de Media Anata, el matrimonio indígena pagaba anualmente 18 reales, el mulato 3 pesos (24 reales), las otras castas entraban en esta clasificación, para los mestizos el impuesto era más alto, para los viudos y solteros el monto variaba según el grupo social al que pertenecían. Este impuesto era el más amplio, pues se pagaba: por las mercedes de aguas y tierras, los empleados públicos y los oficios como trapicheros, obrajeros, barberos, carpinteros, etc., los oficios públicos como los alcaldes ordinarios, regidores, etc., las poblaciones con título de ciudad, por los privilegios que gozaban, los títulos mobiliarios, y los estancos, que eran aquellas actividades en que el gobierno tenía el monopolio, como la pólvora, los naipes, el tabaco, la sal, etc., donde el gobierno nombraba comisarios y administradores de las fábricas.

El comercio en Salvatierra fué muy activo: existían tiendas y mercaderías, las semillas y los frutos regionales, se producía en gran medida el vino y el aceite, las propiedades de los frailes Agustinos en San Nicolás producían tal cantidad de harina y vino para consagrar, que de éste último producto llegó a surtir a toda la Nueva España, el curato recién secularizado, sembraba 1,500 fanegas de maíz, 860 cargas de trigo y 200 fanegas de frijol, garbanzo y hortalizas. Los estancos u oficios restringidos por tener el gobierno el monopolio se incrementaron. El pulque a partir del siglo XVIII fué un negocio próspero, lo que incrementó los derechos y su administración por parte de la autoridad, en 1746, los productores de Salvatierra entablaron un juicio por el exceso de derechos que les cobraron. En 1793, don Joaquín de Ynza y García obtuvo el permiso para establecer una fábrica de salitre y pólvora en la ciudad. Para la década de 1800 a 1810, las ciudades con más pujanza económica en la intendencia de Guanajuato eran León, San Luis de la Paz y Salvatierra.

Los gremios tuvieron un gran auge durante la vida colonial salvaterrense como lo indican las ordenanzas al respecto, se otorgaron una gran cantidad de licencias para herrar ganado, como la otorgada en 1751, a la cofradía de naturales de Nuestra Señora de Asunción de Urireo. Una causa negativa en la economía salvaterrense, que si bien permitió un crecimiento, no produjo un desarrollo como ciudad, fueron los bienes conocidos como bienes de manos muertas, eran éstos, las propiedades y tierras pertenecientes a la iglesia y a los mayorazgos, que no podían ser partidos, en el caso de los mayorazgos, los heredaba en forma íntegra el primer hijo varón. en nuestro caso, grandes extensiones de tierra pertenecían a las órdenes religiosas de los Agustinos y Carmelitas, y el mayorazgo de Tarimoro perteneciente a los Marqueses de Salvatierra, permaneció íntegro durante toda la Colonia. Esta situación no permitió la diversificación de la economía salvaterrense, era costumbre de la época que los grandes terratenientes se limitaran a arrendar sus propiedades, lo que provocaría una decadencia y atraso durante la primera época independiente.

Tomado del Libro: “Historia y Evolución de Salvatierra”
de Miguel Alejo López


Aztlán: Origen y Destino

América Salvaje, Europa demoníaca

Los siglos XV y XVI fueron los de máximo esplendor para el pueblo Azteca, logrando convertirse en uno de los imperios más grandes que han existido en América, con una población tributaria para el centro administrador que se encontraba en Tenochtitlán de 30 millones de contribuyentes, que ya los quisiera en este momento el SAT, nuestra gran recaudadora fiscal mexicana, a la que más de la mitad, se le va sin pagar. A la llegada de los españoles, Tenochtitlán, la ciudad principal del Imperio Azteca, tenía cien mil habitantes. Población sólo comparable en número de habitantes, en ese tiempo, con ciudades como París, en Francia, o Venecia en Italia. Entonces, España no tenía una sola ciudad con esa población.

La primera impresión, por supuesto injusta, que tuvieron los españoles al tener contacto con los antiguos pueblos americanos, fué de encontrar tribus salvajes, sin manera de asimilar un conocimiento, imposible de desarrollar una cultura e incapaces de poder asimilar e integrarse a una civilización. Se encontraron al hombre y a la mujer semidesnudos con una gran cantidad de adornos en oro, plata, plumas y piedras preciosas, con pinturas en todo el cuerpo, comiendo hierbas, hojas, frutos, raíces y carne cruda, defendiéndose con lanzas, flechas y hondas, y con la costumbre de bañarse a diario (incluso hasta dos veces por día), cosa que sorprendió a los españoles y de lo que no pueden presumir los europeos.

Con esa costumbre de los europeos de bañarse cada año, haga o no haga falta, cómo no iban a ser un medio de cultivo y una fuente infectocontagiosa tanto para portar, como para transmitir todas las enfermedades más mortíferas de ese tiempo como: la tuberculosis, la lepra, la sífilis, la tifoidea y muchas otras enfermedades contra las que no teníamos defensas, por nunca haber estado en contacto con ellas, por lo que su contagio siempre era mortal para el indígena.

Isabel de Castilla, reina de España se bañó dos veces en su vida; Isabel de Inglaterra se bañaba cada mes; la criolla francesa Josefina Bonaparte, esposa de Napoleón se bañaba cada que Napoleón regresaba de combate, pero hasta después de haber estado varios días en el lecho con su marido. Con estos simples ejemplos podemos imaginar que si por fuera estaban tan sucios los blancos cuerpos de aquellos europeos que llegaron a dizque colonizarnos, por dentro traían el alma negra y pútrida. Todavía uno o dos siglos después de la llegada de los españoles, éramos catalogados por los “intelectuales europeos”, una especie incapaz de aprender, intermedia entre los animales y los humanos del viejo mundo.

Durante la conquista de México, que no fue conquista sino exterminación, se dieron cuenta de los sacrificios humanos que llevaban a cabo los Aztecas, intentando darle vida a su dios Huitzilopóchtli quien era su guía, su protector y aliado en la guerra; el Sol que le daba vida a la tierra para la producción de alimentos. Esos sacrificios les hicieron pensar que las tribus americanas seguían viviendo en la barbarie, en una época muy anterior a la que vivían los europeos, por lo que consideraron a América, un Nuevo Mundo aun salvaje. Sin embargo, los europeos que se creían liberados de esa vieja época salvaje por la que han pasado todas las culturas, continuaban sacrificando seres humanos, ya no sacándoles el corazón para darle vida a su Dios, sino quemando en la hoguera, a todo aquel que se alejaba de sus doctrinas, que blasfemaba o que era un peligro para el clero y para el gobierno.

Este “salvajismo”, este “estado de barbarie”, siempre ha existido y quizá siempre existirá. Probablemente en mil o dos mil años estén criticando a nuestra época, y no se expliquen por qué los anglosajones norteamericanos, en los últimos doscientos años del milenio pasado se dedicaron a hacer la guerra por todo el planeta, pregonando libertad y democracia por el mundo, pero sometiendo a los países más débiles, a los que no piensan igual que ellos, a los que, según ellos; son una amenaza para la humanidad, cuando la verdadera amenaza de este planeta son ellos: los locos paranoicos que cada periodo pasan a dirigir el Pentágono.

El contacto que hiciera Europa con América, fué debido al bloqueo que hicieron los turcos al apoderarse de Constantinopla (hoy Estambul) e impedir el comercio entre Europa y el lejano oriente: India, Arabia, Cayay China, Cipango Japón, de donde Europa se abastecía de especias, perlas, sedas, tapetes, etcetera. Ese bloqueo obligó a los comerciantes a buscar nuevas rutas para llegar al lejano oriente, mismas que se creían imposibles por las leyendas, supersticiones y falta de conocimiento fuera del círculo entre Europa, Egipto y Japón.

Gran parte de los conocimientos geográficos, astronómicos, físicos y matemáticos de los griegos se tenían olvidados, ocultos, o prohibidos por la Iglesia Católica, y la mayor parte de las cosas giraban en torno a ella, así por ejemplo se creía (y era ley en su tiempo), que el centro del mundo era Jerusalén y a partir de éste surgían los continentes: Europa, África y Asia, que eran los únicos conocidos en aquel tiempo. También se afirmaba que la Tierra era plana y al final los mares terminaban en un profundo abismo. Se creía, además, que nuestro planeta era el centro del Universo y que el Sol giraba alrededor de ella. Galileo fué juzgado por el Supremo Tribunal, de la Santa Inquisición, por afirmar que la Tierra era la que giraba alrededor del Sol, contradiciendo a la Iglesia.

Por tal motivo, los españoles fueron recibidos con una multitud de regalos que sólo sirvieron para despertar su codicia. Cuitláhuac nunca fué de la idea de su hermano Moctezuma II, y desde un principio los combatió, pero fué arrestado por los españoles que ya empezaban a imponerse sobre Moctezuma II. El arresto de Cuitláhuac hizo que el pueblo Azteca se revelara y Cortés, que ya estaba de regreso en Tenochtitlán, tras una breve ausencia por haber tenido que ir a combatir huestes españolas que venían a arrestarlo, le pidió a Moctezuma II, que calmara los ánimos de su pueblo. Pero cuando la muchedumbre vio el cambio de actitud de su emperador, quien era un dirigente firme, fuerte, imponente y algunas veces hasta prepotente, y vieron a un Moctezuma II doblegado, débil y sumiso, lo abuchearon y lo apedrearon. Fué golpeado con una piedra en la cabeza, lo que le ocasionó la muerte dos días después. Copérnico lo sabía, pero por precaución nunca lo divulgó, pero quien conozca las leyes de Copérnico, sabrá que él estaba totalmente convencido de que la Tierra era la que giraba alrededor del Sol y no al revés como lo afirmaba la Iglesia Católica.

Así, Portugal se convirtió en el primer país que trafica con esclavos de un país a otro, o de un continente a otro. En un municipio, Portugal vendía mercancías europeas a algunas tribus africanas, las cuales pagaban con productos como: metales, frutas y personas hechas esclavas. Por su parte Portugal llevaba los esclavos y los vendía en Europa. Su ambición no cesa a pesar de las grandes fortunas que consiguieron con la venta de esclavos negros y pronto empezaron a conquistar tierras africanas con el fin de capturar a sus habitantes y llevarlos a vender a Europa, multiplicando aún más sus ganancias. Pronto se suman a este fructífero negocio los españoles, que aunque sin igualar el tráfico de esclavos negros de los portugueses, si les hacen competencia, Así España, se entrena en esta bonita práctica aprobada por la iglesia de su tiempo: el tráfico de esclavos. El mismo Vaticano recibía, periódicamente, una dotación de esclavos negros que distribuía entre su personal. Unos años más tarde, España casi lograba despoblar al continente Americano.

Tomada del Libro: “Aztlán: origen y destino”
de: Melquiades González Gaytán

Algo mío

Falsa Alarma

El sonar de unas pisadas
se escuchó junto a la puerta
desolada y entreabierta
de mi triste corazón.

¡El amor llegó a mi vida!,
exclamaba ilusionado,
cuánto tiempo había esperado,
todo lleno de emoción.

Pero todo era mentira,
el amor indiferente
junto a mí pasó de frente
ignorando mi ilusión.

Solo fué una falsa alarma,
y en mi vida otro fracaso,
el amor se fué de paso
y partió mi corazón.

Mario Carreño

Libro

HISTORIA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA

Los Años Veinte

Lara y “la nueva sensibilidad” (continuación)

La elegancia melódica lariana sirvió de envoltura inocua a un clima sensual y citadino que hasta entonces no se había presentado en la canción mexicana. De ahí la alarma de los moralistas y protectores gratuitos de la virtud de la pudorosa canción sentimental. Sin lugar a dudar, ésa será la primordial importancia de la obra de Lara: haber captado y otorgado palabras y música a las nuevas necesidades expresivas de una época y una clase social. Paralelamente, un grupo de autores, no de segunda línea pero sí opacados por la figura de Lara, escribió en los años treinta canciones de contenido romántico. De entre todos ellos destacaron el lacrimoso Carlos Espinosa de los Monteros, autor de “Sendero de amor”, “Mi única ilusión”, “Ideal y pasión”; Jorge del Moral con “No niegues que me quisiste”, “Por qué”, “Déjame que te bese”, y Alejandro Meza con una lariana “Gentil princesita”.

Otra influencia determinante en la canción fué ejercida por los autores cubanos o caribeños. Se trató de una influencia posterior a la de los trovadores yucatecos. Autores como el cubano Ernesto Lecuona y el puertorriqueño Rafael Hernández dieron un sabor rítmico y más tropical al bolero tradicional. Como prueba de su adaptación al medio mexicano, el autor de la hollywoodizable “Siboney”, había escrito un típico bolero titulado “Paloma blanca” sobre una poesía de Rosario Sansores:

En lejanas tierras
tengo yo un amor
blanco cual la nieve
rubio como el sol.

Sus pupilas eran
lámparas de amor
y sus labios frescos
pétalos de flor.

“Junto al palmar” y “El Jibarito” de Rafael Hernández fueron también piezas características del estilo caribeño. Es significativo que en 1933 se encontrasen en el Lírico Ernesto Lecuona y Bola de Nieva al lado de Agustín Lara. En seguimiento de esos autores, la canción mexicana tuvo momentos francamente acubanados o caribeños con “Oración caribe” y “Cumbancha” de Agustín Lara y aun en algunas obras de influencia más discreta como “Angelitos negros” de Álvarez Maciste. Ya fuese como imitaciones o influencias más o menos asimiladas, las canciones de estilo tropical fueron determinantes en la evolución del bolero romántico.

La década de los años cuarenta

La aparición de las orquestas al estilo estadounidense de los años cuarenta generó la creación de toda una serie de canciones que, por sus lineamientos más estándares y más cercanos al gusto internacional, resultaron fácilmente exportables. “Prisionero del mar” de Luis Arcaraz (1941), “Solamente una vez” de Agustín Lara (1941), “Perfidia” y “Frenesí” de Alberto Domínguez (1939), “Te Quiero, dijiste” (vox populi: “Muñequita linda”) de María Grever y “Bésame mucho” (1941) de Consuelo Velásquez, son los ejemplos más famosos de un estilo de canción que había logrado liberarse de todo “color local” al adaptarse con flexibilidad a los lineamientos de un mercado internacional, especialmente accesible a los autores latinoamericanos durante los años de la segunda guerra mundial.

El caso del compositor Alberto Domínguez es sumamente interesante. Este músico chiapaneco, integrante desde su infancia de un grupo familiar de marimba, la Lira de San Cristóbal de los Hermanos Domínguez, que había iniciado su carrera en 1936 en la XEB con unos extraños programas: El duende de las raras melodías, El ladrón del teclado y Mister Jazz, estaba destinado a lograr lo que ningún músico popular mexicano había logrado hasta entonces: romper los récords de popularidad en Estados Unidos. Su canción “Frenesí” vendió varios cientos de miles de copias y fué tocada por orquestas tan famosas como la de Benny Goodman, Artie Shaw, Jimmy Dorsey y Glen Miller, y junto con “Perfidia” ocupó durante varias semanas consecutivas los dos primeros lugares en el hit parade.

“Frenesí” conservaba, a pesar de su corte estadounidense, un interés melódico y una capacidad de invención que le aseguraron su bien ganada popularidad. El resto de su producción, más dentro del estilo local, contribuyó a ensanchar las formas de bolero y la canción romántica con obras como “Inspiración”, “Desventura” y “Humanidad”. Otra serie importante de compositores de canción sentimental estuvo constituida por Gabriel Ruiz (“Un día soñé”, 1935), Alfredo Núñez de Borbón (“Inquietud”, 1935) y Gonzalo Curiel (“Vereda tropical”, 1936); esta última es una de las canciones clásicas del estilo romántico. Su nostálgico principio es una escala descendente, tiene toda la tristeza sensual que caracterizará al bolero mexicano de años posteriores.

La década de los años cuarenta marca también la gestación de nuevos gustos e influencias en la canción romántica. En 1942, se puso de moda el beguine en México, y algunos compositores mexicanos escribieron canciones en una forma híbrida llamada bolero-beguine. El acentuado bolero estilo cubano, tan caro a los autores románticos, comenzaba a debilitarse pero seguía siendo cultivado por los compositores Federico Baena, Wello Rivas, Miguel Prado, Gabriel Ruiz, Gilberto Parra, Miguel Ángel Pazos y una nueva generación de intérpretes románticos: María Luisa Carbajal, Nicolás Urcelay, Jorge Fernández, Chela Campos, Verónica Loyo y Carmela Rey.

El año 1948 marcó la aparición de Los Panchos y el principio del apogeo de los tríos. El predominio de las suaves voces masculinas, las guitarras y el infaltable requinto creó un nuevo tipo de bolero y de canción romántica. Más elaborada, con tendencia al preciosismo y una nueva concepción armónica surgida del acompañamiento con guitarras, a la larga se vió reducida al estereotipo. Las composiciones para trío se multiplicaron al infinito y parecieron formar una categoría aparte. Actualmente y con nuevas perspectivas es fácil apreciar que canciones como “Rayito de Luna”, “Hipócrita”, “Un solo corazón”, “Tres dilemas” y “Sabor a mí” de Chucho Navarro, Carlos Crespo, Rafael de Paz, Vicente Garrido y Álvaro Carrillo, respectivamente, encajan perfectamente en la tradición bolerística y sentimental.

A principios de los años cincuenta se inició una reestructuración del bolero, ya insidiosamente amenazado por el híbrido bolero-ranchero. En ese proceso, el compositor Vicente Garrido (“Un solo corazón”) tuvo una parte importante. Otro elemento determinante en la nueva forma del bolero fué la aparición de José Antonio Méndez con “Si me comprendieras” y el cubano César Portillo de la Luz, autor de la clásica canción “Contigo a la distancia”. Finalmente, la labor independiente de trovadores como Álvaro Carrillo y Pepe Jara contribuyó a la nueva concepción del bolero. El bolero moderno fué el resultado de la evolución del bolero de trío y la canción romántica en general. Pronto se convirtió en la vanguardia de la canción romántica. A partir de su consolidación todo lo que no fuera “bolero moderno” sería considerado como una expresión correspondiente al pasado.

(continuará…)

El Rincón para Niños

Medio Pollito

Una vez vivía en España una gallina negra muy hermosa. Esta gallina tenía muchos pollitos del mismo color y muy bonitos pero había uno que era nada más medio pollito. Tenía un ojo, una oreja, medio pico, una ala, media cola, una pierna y un pie. Cuando andaba hacía “qui-qui-ti-pic-qui-qui-ti-pic”. Todos los pollitos de esa gran familia eran muy obedientes; pero ‘Medio Pollito” era muy desobediente y hacía lo que quería.

Un día se propuso ir a Madrid a ver al Rey.
-Medio Pollito, Medio Pollito ¿a dónde vas? –le dijo su mamá cuando vió al pollito salir corriendo de la casa con su “qui-qui-ti-pic-qui-qui-ti-pic”.
-Voy a Madrid a ver al Rey –dijo él-, y siguió su camino.
-Medio Pollito, -le dijo su mamá-, tú no estás bastante grande para ir hasta Madrid a ver al Rey.

El pollito se hizo el desentendido.

-Si vas a ir Medio Pollito, hazlo, ¡pero con la seguridad de que ayudarás al que necesite ayuda! –le gritó con tristeza la gallina.
El Medio Pollito que nunca obedecía, no escuchó el consejo, y siguió su camino con su “qui-qui-ti-pic-qui-qui-ti-pic”.

De pronto, oyó una voz que le dijo: -¡Medio Pollito, Medio Pollito!, soy el agua, pero no puedo seguir mi camino porque la hierba está muy alta y no me deja pasar. ¡Ayúdame, ayúdame!

-No, -le dijo Medio Pollito-, -yo voy a ver al Rey y no te puedo ayudar, y siguió su camino con su “qui-qui-ti-pic-qui-qui-ti-pic”.

Pronto oyó otra voz que le dijo: ¡Medio Pollito, Medio Pollito!, soy la lumbre, pero no puedo quemar porque no tengo varas. Por favor ¡ponme unas! ¡Ayúdame, ayúdame, Medio Pollito!
-¡No!, No puedo, porque voy a Madrid a ver al Rey, -dijo Medio Pollito y siguió su camino.

Y cuando ya veía a lo lejos los grandes edificios de la ciudad, oyó una tercera voz que le decía: ¡Pollito, Pollito! Soy el viento que está aquí detrás de estas ramas, pero son tantas que no puedo pasar. ¡Ayúdame, ayúdame, Medio Pollito!
-No, no, porque voy a ver al Rey y ya se me hace tarde –dijo el pollo.

Al Poco tiempo llegaba Medio Pollito al palacio del Rey pero en vez de entrar por la puerta del frente entró por la de atrás.
-¿Qué quieres? –le preguntó la cocinera cuando lo vió.
-Yo soy Medio Pollito, que vengo a ver al Rey.
-¡Ah, ah, ah! –dijo la cocinera riéndose. Ya lo creo que lo verás, como que ahorita mismo voy a ver si sirves para la cena del Rey.

Y diciendo esto, cogió a Medio Pollito y lo metió en el agua.
-¡Ah, ah, ah!, agua, ¡no me mojes tanto por favor!
-Tú no me quisiste ayudar cuando tuviste ocasión, ahora yo tampoco te ayudaré, -dijo el agua.

La cocinera cogió a Medio Pollito y lo puso en la lumbre.
-¡Ah, ah, ah!, fuego, ¡no me quemes por favor!

-Tú no quisiste ayudarme cuando tuviste oportunidad; ahora yo tampoco te ayudaré, -contestó el fuego.

Habría sido ese el fin del pollito, si no hubiera habido la casualidad de que la cocinera fué a verle y se dió cuenta de que no estaba muerto.
-¡Oh!¡Oh!, -gritó la cocinera- si no es más que un Medio Pollito. No sirve, pues, para la cena del Rey.

Y cogiendo al pollito, lo arrojó fuera de la ventana.
-¡Ay!¡Ay!, -dijo el pollito. -¡Qué frío está haciendo! Viento, viento ayúdame, no soples tan frío; pero el viento no hizo caso y siguió soplando hasta que lo subió a la montaña más alta de Madrid y allí está todavía como castigo a su desobediencia.

Beatriz Palavicini

Tomado del Libro “Alma Latina”

Narraciones

¿Por Qué se Mueren las Mamás?

Abuelita: los niños me preguntan que dónde está mi mamá, yo les digo que está en el Cielo, ¿Quieres estar con ella? Me preguntan también.
-No les respondo, inclino la cabeza y me retiro sollozando… Todo en derredor mío desaparece, la única compañía que tengo es la soledad.
-Mi soledad trata de consolarme, me dice que no tiene compañeros, que no tiene parientes ni hermanos, que no tiene amigos…
-Abuelita, mi hermanito y yo los tenemos a todos, siento que nos quieren mucho y nos cuidan con amor pero nos falta mi mamá. Cuéntanos, ¿Cómo era mi mamá? -Preguntó el más pequeño.
-Siéntate cerca de mí, Pau y tú Santi del otro lado. Tu mami era muy callada.
-¿Como Santi?, Santi tiene cinco años.
-Sí, era seria, cuando hablaba decía la verdad en forma directa y si no era la verdad, por lo menos sabíamos lo que pensaba.
-¿Reía? -Preguntó Paulo.
-Muy poco, más bien sonreía y con sus muecas yo sabía si algo le gustaba o no, si estaba en desacuerdo o aceptaba. Si ponía la carita alegre, era porque quería ir, si agachaba la cabeza haciendo gestos, no quería salir.
-En la escuela, ¿Cómo era?
-No estudiaba mucho porque entendía rápidamente
-¿A qué jugaba?
-A lo que quería jugar su hermana mayor y cuando jugaba sola, dibujaba y lo hacía muy bien.
-¿Dónde está?, ¿Le podemos hablar?
-Está con Dios, en los cielos y en la tierra y pueden hablar con ella cuando lo deseen.
-Pau y Santi quedaron inundados de sorpresa.
-¿Por qué no la vemos?
-Tú ya la viste Santi.
-¿Cuándo?
-Ya tenías tres años, íbamos saliendo de la casa; tardaste en salir y hablabas solo. Te pregunté qué hacías y dijiste: “estaba hablando con mi mamá”. -¿En la recámara?, -no, en la sala, dijiste. Nos fuimos y volteaban mucho hacia la casa.
-¿Podemos verla seguido, cuando queramos?
-Sí, cuando quieran.
-¿Cómo?
-Con el pensamiento, con la imaginación y con el corazón.
-¿Cómo se hace?
-Estando tranquilos y en silencio. También puede presentarse en sus sueños.
-Al despertar, ¿Cómo sabremos que fue cierta su presencia, y su plática?
-Porque sentirán tranquilidad y estarán contentos.
-¿Podemos pedirle cosas?
-Si son materiales, les dirá cómo conseguirlas: si son inmateriales, les dirá que todo se consigue con fe en Dios y en sí mismos.
-¿Por qué podremos verla y hablarle?
-Porque ustedes son su amor más grande.
-¿Cuándo podemos estar con ella?
-Cuando Dios lo decida.
-Y dijo Santi: ¿POR QUÉ SE MUEREN LAS MAMÁS?
La respuesta fué un par de lágrimas silenciosas y un abrazo amoroso pensando:
¡No hay tristeza más grande que la de un huérfano!

R R S



Las Leyendas de Nuestros Cristos

Existen en Salvatierra dos Cristos que la población venera con especial devoción, son el Señor de la Clemencia y el Señor del Socorro, ambos en el altar mayor de los templos de Santo Domingo y el Barrio de San Juan respectivamente. Fuera de la ciudad pero dentro de nuestro municipio se encuentran tres preciosas imágenes de Cristos; la del Señor del Encinal, en la Hacienda de Maravatío o mejor conocida como Maravatío del Encinal; la del Señor de la Salud en el viejo Pueblo de Urireo; y la del Señor de la Misericordia en San Nicolás de los Agustinos. Todas ellas son poblaciones que tienen sus orígenes mucho antes de la fundación de Salvatierra.

El Señor de la Clemencia según las viejas crónicas fué traído de España, a su llegada a este valle se le instaló en una pequeña capilla de adobe construida por los indios a un costado de la Hacienda de Sánchez, conociéndosele como la Capilla del Calvario. Tuvo un largo peregrinar, estando a punto de derrumbarse su pequeño templo, los padres franciscanos determinaron trasladarlo al Pueblo de San José de Amoles –hoy Cortazar-. Cuenta una antigua leyenda que cuando se intentó llevarlo a ese lugar se puso tan pesado que no fué posible cargarlo, provisionalmente los religiosos optaron ante tal hecho llevarlo al Templo Parroquial que en ese entonces era el Templo de San Francisco, mientras se le levantaba otra capilla en lo que hoy es el Templo de Santo Domingo. La capilla fué hecha de adobe, se derrumbó en una de las avenidas del río, por lo que decidieron construir una nueva de piedra que los vecinos de ese barrio sacaron del lecho del río.

Con el tiempo, vinieron los padres dominicos de la Orden de los Predicadores, el templo se terminó, pero no se les dió en propiedad, sino en uso; por esta razón, cada año tenían que llevar al curato una palma y una vela el Lunes de Pascua de las que habían sido usadas en el monumento del Jueves Santo. Se instaló el cementerio donde se daba sepultura a las personas más distinguidas de la ciudad; y en donde había estado la capilla que el río se llevó, se enterraban a un costado del canal de los suicidas, por negárseles sepultura en sagrado.

Corría el año de mil seiscientos setenta y cuatro, cuando el canónigo de la Catedral de Valladolid Don Francisco Esquivel y Vargas, distinguido salvaterrense e hijo del capitán Don Antonio Esquivel y Vargas, uno de los fundadores de la ciudad, hizo imprimir un libro titulado “Fénix de Amor” en el que se describe a nuestra ciudad con ocasión del hallazgo del Señor del Socorro. Según su crónica, la junta de la comunidad de indios vecinos del Barrio de San Juan, resolvió de acuerdo con unos escultores entrar al monte inmediato en busca de madera para la talla del Cristo.

Salieron cuatro indios separadamente a practicar la diligencia, al día siguiente volvió uno de los enviados con la noticia de haber hallado un árbol de corcho o de patol, alto y parejo, con ramas gruesas y en postura adecuada para tallar en él un Cristo. En vista de la noticia salió un grupo de indios, hallando el árbol de pie y derecho que se mantenía en tierra con tan sólo dos raíces superficiales, comenzaron a descortezar y conforme arrancaban la corteza, fueron descubriendo la imagen ya formada y perfecta del Crucifijo, declarando los escultores que la imagen era tan perfecta que no había menester más que ponerle la encarnación. Le pusieron la advocación y título del Señor del Socorro.

“Tomóse razón auténtica del suceso, dice el Sr. Esquivel y Vargas, y se mantiene en el Archivo del Convento del Carmen la relación exacta de los hechos, es de advertir que siendo la madera de que está hecha la imagen fofa y deleznable, no ha padecido con el tiempo el más leve quebranto, ni injuria de la polilla, manteniéndose intacta”.

Existió hasta época juarista una hermosa tradición que nos deleita con su pluma Esquivel y Vargas: “Dejase ver la ciudad más hermosa y galana el Miércoles Santo, en lo más apacible de la Primavera, que hace las mañanas del más dulce entretenimiento; tal lo es esta mañana en que a sus albores lo hace la gente, y en tropas hace una hermosa concurrencia desde la aurora hasta la hora de salir con la Sagrada Imagen del Cristo de su santuario, se dicen muchas misas, se riegan las calles y se adornan de flores, ramos y frutos, haciendo más vistoso lo que es más conato de la naturaleza que del arte, luego sale el Cristo de su templo con majestad y grandeza, seguido de una ordenada procesión que le conduce a la Iglesia Parroquial donde se le canta misa solemne, para por la tarde hacerle volver a su templo, donde sus fieles ocurren piadosos y confiados al socorro de sus necesidades”.

Lo que hoy nos queda, es su fiesta y sus arreglos del segundo domingo del mes de noviembre de cada año. Nos toca a nosotros velar para que no desaparezca.

La vieja Hacienda de San Elías Maravatío mejor conocida en nuestros días como el Pueblo de Maravatío del Encinal, tiene una rica y gloriosa historia estrechamente ligada a nuestra ciudad. La hacienda se formó inicialmente en el año de 1583 con una merced que la Real Audiencia concedió a su fundador el Capitán Juan de Illanes. Maravatío en vocablo tarasco significa: “lugar precioso y florido” y en náhuatl se llamaba Patiyocan o Quetzalco, que representaba a la culebra emplumada, a su inseparable Cerro de Tetillas le daban el nombre de Taresaugarua.

Doña Paula de Enríquez de Guzmán fundó en ella una capellanía en el año de 1665, por tal motivo la Hacienda fué entregada a los Padres Carmelitas quienes a su vez la enajenaron a favor de Don Manuel Valdovinos. En el año 1888 se formó la Sociedad Mateo P. Otamendi para su explotación, y en el año de 1900 quedó como única dueña la Sra. Jesús Otamendi viuda de Don Isidro Olace. La gran Hacienda comprendía tierras y aguas pertenecientes a los pueblos de: San Miguel Eménguaro, Santiago Maravatío, San Nicolás de los Agustinos y la Estancia del Carmen de Maravatío, todas ellas regadas por el canal que lleva su nombre; el sistema de irrigación más antiguo de América.

En su historia existe la grandeza, pero también la tragedia. Sufrió en la revolución los embates de las hordas de Inés Chávez García, de Sacramento Vieyra, Rafael Núñez Corona y J. Guadalupe Camargo. Todavía los viejos recordaban la masacre que hizo el lugarteniente de Chávez; Rafael Núñez, asesinando al joven Francisco Otamendi y al mayordomo Rafael Chávez. La dotación de las tierras ejidales datan de los años de 1926 y 1927. En octubre de 1954 el Sr. Arzobispo de Morelia Don Luis María Altamirano y Bulnes fundó la vicaría a cargo del P. Gilberto Fuentes, en 1968 el Obispo Coadjutor Don Manuel Martín del Campo erigió la parroquia, su primer párroco fué el P. Salvador Canchola.

Su Cristo, conocido bajo la advocación del Señor del Encinal, el pueblo entero le celebra su fiesta cada día primero de enero. De él se cuenta que en tiempos remotos, antes de ser la hacienda de los Religiosos Carmelitas, fué encontrado en un cerro poblado de encinos por los vecinos de la Estancia del Carmen, de inmediato dieron aviso al hacendado de Maravatío a quien pertenecían las tierras, éste lo mandó traer y le dió por casa la capilla de la hacienda, donde se le veneró por muchos años. Se acabó la hacienda y los hacendados, pero no la fe del pueblo en su milagroso Cristo; le construyeron su propio templo en la galera misma.

En el antiguo Tlayacac o viejo Pueblo de Urireo se venera un Cristo bajo el Título del Señor de la Salud. Fundado en 1580 fué atendido por los Religiosos Franciscanos provenientes de Acámbaro que llegaban al Valle de Guatzindeo, después lo atendieron los religiosos de Salvatierra. Desde el principio contó con un hospitalillo para la atención de los indígenas y con su Congregación Mariana bajo la advocación de María Santísima de la Asunción; según consta en el libro de actas que se encuentra en el archivo parroquial de Salvatierra, fechado en el año de 1659.

Pueblo formado por indios chichimecas y purépechas que se hallaban en Cóporo, Cerro Prieto y Parácuaro, fueron fácil presa de las enfermedades traídas de Europa por los españoles, todavía para el año de 1913 la viruela diezmaba a su población. El Cristo fué traído por los misioneros, dicen unos; otros aseguran que fué hecho por las manos de los indios purépechas allí asentados. Lo que es innegable es la fe que su pueblo le tiene, no ha permitido mayores desgracias causadas por la peste y las epidemias que al principio amenazaron con desaparecer el pueblo.

Al despuntar el sol en una brillante mañana del mes de mayo, algunos parroquianos del Pueblo de San Nicolás de los Agustinos escucharon el tañir de unas campanas llamando a la sagrada misa. Lo insólito y desconcertante para los vecinos era que su sonido no correspondía a las instaladas en el campanario de la parroquia del pueblo y provenía del rumbo del río. Está hecho, al decir de los más viejos del pueblo, se repite en algunas ocasiones al año cuando el Lerma lleva agua. Esta historia tiene sus orígenes en hechos y sucedidos reales que allí acontecieron cuando era la vieja congregación de San Felipe Tiristarán.

En tiempos inmemoriales y remotos esta comunidad formó parte de los Pueblos de Culiacán, fué conocido el lugar con el nombre de Ystlaguacatitlán (significa: lugar que tiene llanos) en la región de Tetezinca de la legendaria provincia de Colhuacán de la civilización Tolteca Chichimeca. Con el correr del tiempo llegó la conquista, con ella los frailes agustinos a catequizar, se fundó el convento y la gran hacienda con la inmensidad de sus tierras de labor. En plena colonia, un 20 de mayo del año de 1780, el pequeño oratorio donde estaban las imágenes de las devociones del pueblo se incendió.

Las pérdidas para los naturales fueron cuantiosas, se quemó un Santo Cristo grande, uno pequeño que se veneraba con el Título del Señor de la Inspiración, una imagen de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, otra de la Virgen de los Remedios, dos Santos Niños, otro crucifijo mediano, los retablos y la imagen del Santo Patrón del pueblo: San Felipe Apóstol. Ante tales hechos, el pueblo entero hizo una petición a las autoridades eclesiásticas solicitando una merced para hacer de nuevo las imágenes destruidas. Un mes después, el 30 de junio de ese año, el pueblo recibía la autorización del Obispado para reponerlas. El Cristo Grande fué bautizado bajo el título del Señor de la Misericordia.

Pero los peores tiempos estaban por llegar, los religiosos agustinos pretendieron desaparecer la Congregación de San Felipe Tiristarán en 1827. Existe en el Archivo Histórico Municipal de Salvatierra, una carta fechada en ese año donde el administrador de la hacienda Fray Alipio Lozada a quien los indios apodaban “Tataguino”, hizo la generosa oferta de proporcionar un lugar y las demás cosas para establecer una escuela de primeras letras en la hacienda y facilitar sitios para que los naturales y vecinos se asentaran en ella, a cambio pedía que dejaran sus moradas y lugares que ocupaban en el viejo pueblo, argumentando que estaban muy distantes para recibir los sagrados Sacramentos.

Cuenta la tradición que el patrón del pueblo era el Señor de la Misericordia y cuando se extinguió la comunidad, los vecinos pasaron a formar el poblado del El Capulín. Cuenta una leyenda que cuando fueron arrojados del pueblo, las familias salieron con sus pertenencias y las campanas de la iglesia fueron arrastradas hasta el río en donde quedaron hundidas en su fangoso lecho. Por estos hechos, hoy, en determinados días se escucha un toque de campanas que llaman a su pueblo a aumentar la devoción en su Cristo, que nació después de aquel fatídico incendio. Todos estos Cristos son por lo general de madera de patol, hechos por manos indígenas; son de talla con encarnadura, ligeros y a los que el tiempo y la polilla parecen no afectarles. Aseguran las crónicas que para tallar un Cristo, los indígenas lo hacían de abajo para arriba; es decir, sus brazos son las raíces del árbol quedando sus piernas en la parte superior del tronco. Quizá por eso son tan hermosos.

Una Magdalena Salvaterrense

Todos hemos escuchado la sentenciosa frase bíblica: “El que esté libre de pecado que tira le primera piedra” en aquel pasaje evangélico de la mujer adúltera. En Salvatierra tuvimos un caso similar allá por el mes de mayo de 1861. Esta historia comienza en julio de 1859 al decretar en Veracruz las Leyes de Reforma el Presidente Juárez; donde se estableció la exclaustración de las órdenes religiosas; la nacionalización de los bienes del clero; la secularización de los cementerios; y todo aquello que llevó a la separación Iglesia-Estado.

El 28 de diciembre de 1860 se publicó en la ciudad un bando para dar cumplimiento a dichas leyes por órdenes del entonces Gobernador del Estado Lic. Manuel Doblado. La exclaustración de las Ordenes Religiosas en Salvatierra la ejecutó en el mes de marzo de 1863 el General Miguel Echegaray; quedando vacíos los Conventos del Carmen, San Francisco y Capuchinas. Los religiosos exclaustrados buscaron refugio y abrigo en el curato y casas particulares.

Los hechos que narro están consignados en un viejo manuscrito en papel común y corriente fechado en 1921 que hace años me entregó Doña Cuquita, una viejecita devota de Ntra. Sra. de la Luz, lloviera o tronara repartía la hojita parroquial los sábados por tarde en el rumbo de mi casa. Al ocurrir las exclaustraciones, el entonces Párroco de nuestra Ciudad Don Manuel Bermúdez Pagola dió asilo en el curato a varios religiosos: carmelitas, franciscanos y a un sacerdote agustino proveniente del Convento de San Nicolás. Una noche de sobremesa después de la cena, llamaron a la puerta del curato, el mozo llegó avisando que requerían de un sacerdote para una confesión. Todos se levantaron disputándose el derecho de ir a desempeñar aquella obligación que sólo le correspondía al párroco. Tomó la delantera el sacerdote agustino, quien llamaba a la puerta era un joven de aspecto y honrado.

Como ahora, en tal época y a tales horas, era expuesto que una persona fuese sólo, el buen cura dispuso le acompañasen el sacristán y el campanero –quien esto refirió- que allí pernoctaban. Tomaron el Jardín Grande para cruzarlo en diagonal hasta la Calle Real –hoy Hidalgo- subiendo por ella hasta llegar al Jardín de Capuchinas, después doblando a su derecha tomaron la calle que sube al Barrio de San Juan, llegaron a una puerta que conducía a un solar plantado de verduras y árboles frutales, al fondo había un pequeño cuarto, para guardar los implementos de trabajo seguramente. El solicitante dijo, señalando la pequeña puerta; “allí es”.

La historia inmediata relacionada con los hechos que esa noche allí pasaron, se remontan unos días atrás. Por la calle del Arco –hoy Guillermo Prieto- había una muchacha de nombre María Esther; joven y bella, pero coqueta y atolondrada, que en sus asuntos amorosos jugaba por partida doble, trayendo locamente enamorados a dos jóvenes de su rumbo. Ambos muchachos estaban convencidos para sí, ser el dueño de aquel corazoncito al parecer de paloma. Por esos años, las infidelidades en el amor se pagaban y cobraban con la vida. Un buen día a María Esther se le descubrió el pastel, los pretendientes en lugar de batirse en un duelo de honor por el amor de la chica, prefirieron dialogar, de donde resultó la negra sentencia de darle muerte por traicionera. Uno de ellos la citó para una entrevista esa noche, abrigados por oscuridad y por la inminente amenaza de lluvia, se la fué llevando hasta el viejo cuartito del solar en donde esperaba el otro acusador. Entraron a la pequeña habitación y cerrando por dentro la puerta comenzó la acusación, le comunicaron enseguida la sentencia dispuesta para ella. Convicta y confesa les pidió de rodillas y bañada en lágrimas, le trajesen un sacerdote para confesar sus pecados y enseguida dispusiesen de ella como mejor les pareciese. Accedieron los jóvenes ofendidos, yéndose uno a traer el padre y el otro quedóse por fuera cuidando.

Al llegar el sacerdote agustino dispuso que sus acompañantes lo esperasen afuera, la confesó y exhortó a no seguir ofendiendo a Dios, pasara lo que pasara posteriormente. Terminada la confesión y con lágrimas en los ojos, pidió lastimosamente al confesor la salvara de aquella muerte segura, a lo que el religioso le ofreció hacerlo. Salió de la pequeña habitación el agustino, cerró por fuera la puerta, y a pocos pasos estaban los ofendidos a quienes entregó la llave, suplicándoles solamente no la abriesen hasta que terminase de rezar la penitencia la confesada. Todo esto, pasaba en la oscuridad, por disposición de los jóvenes a quienes no convenía traer luz para no llamar la atención de algún vecino.

Se despidió el padre y al llegar a la calle se descobijó la capa y dijo al sacristán: “Toma, vete corriendo a la parroquia y entrégale eso al Sr. Cura”. Era la muchacha que bajo de su capa la había salvado. El confesor continuó con el campanero su camino, y no habiendo pasado más de cinco minutos le dieron alcance los jóvenes que venían a preguntar por la joven, pues habían abierto y no encontraron a nadie. El agustino les contestó que él había cerrado bien la puerta por fuera, y que de eso ellos eran testigos, que mejor volvieran al solar a buscar bien.

Al día siguiente, el Párroco Don Manuel Bermúdez mandó llamar a los parientes de la joven y se las entregó, aconsejándoles la llevaran fuera de la ciudad con algunos otros parientes mientras a los jóvenes ofendidos se les olvidaran o cuando menos les pasaran sus negras intenciones. De esta forma, aquel religioso agustino redimió a María Esther, de cuerpo y alma. El susto no fué para menos.

Tomadas del Libro: “Leyendas, Cuentos y Narraciones de Salvatierra,
Segunda Parte” de Miguel Alejo López


Amores no Correspondidos
por : Rodolfo Mújica Pérez

Una mañana estaba un pequeño grupo de seis amigos, todos ellos pensionados, ya muy viejos, sentados en una banca de nuestro Jardín Principal. En eso, pasaba yo por ese lugar. Al verme, me llamaron diciéndome: “Compañero Mújica, venga a charlar un rato con nosotros, vamos a empezar nuestro coloquio”. Yo los vi tan cordiales, que no puse objeción alguna. Luego de saludarlos, les dije: Bueno, amigos míos, parece ser que el más joven de ustedes ha de tener por lo menos 80 años de edad. Eso quiere decir que a esa edad, todos los hombres tienen bastante experiencia y por ello, sus opiniones sobre diversas cuestiones tienen su valor; aunque como ustedes saben, hay burros tontos y burros inteligentes... Al decir yo esto, todos soltaron fuerte carcajada diciendo: “Vamos, ya empezaste con tus vaciladas. –Yo respondí: -Es que se necesita reír, dicen que la risa es saludable... -¡Claro que lo es! –respondió Enrique. –Bueno, -seguí diciendo yo-, -no sé si será una buena o mala costumbre en plena charla decir chistes o chascarrillos. Bueno, si ustedes lo prefieren, vamos a poner punto final a este prólogo y venga ya el tema a discutir.

-Don Enrique fué el primero que habló diciendo: -¿Qué opinión tienen ustedes sobre la INGRATITUD DE LOS HIJOS? –Al oír esto, todos nos miramos unos a otros. Como nadie decía nada, yo rompí el silencio diciendo: -Pues yo opino que el tema es muy controvertido, por lo tanto yo les propongo que sea don Enrique el exponente. Cuando él haya terminado de hablar, entonces hablaremos nosotros. ¿Qué les parece? –Todos aceptaron, y don Enrique empezó así: -Yo creo que este tema entra de lleno en el campo “DE LOS AMORES NO CORRESPONDIDOS”. Por evento digamos que nosotros y todos los viejos AMAN ENTRAÑABLEMENTE A SUS HIJOS y solo un 10% de los padres serán los ingratos. En menor proporción amamos a nuestros padres y a nuestras legítimas esposas. -Entonces don Pedro interrumpió a Enrique para decir: -Te faltó señalar el AMOR que debemos tener a nuestro Padre Dios... –Por supuesto, -respondió don Enrique, -su amor es cosa aparte. Yo me estoy refiriendo al amor de los seres que uno ama en este mundo, es decir, a los seres que se relacionan entre sí en este mundo engañoso, y que los hombres sabios o con experiencia dicen: “QUE ESTE MUNDO ES UN VALLE DE LÁGRIMAS”, es decir, un mundo de expiación, porque desde siempre “EL PEZ GRANDE SE COME AL CHICO”. Mejor dicho: “EL RICO SE COME AL POBRE”. Todos estuvimos de acuerdo con las comparaciones.

-Don Enrique siguió hablando: los hombres viejos, pobres y enfermos sufren la pena negra aun con sus propios hijos o esposa. Sí, yo he sido testigo de algunos casos. Pobres cuates , les dicen: “¡viejo cochino, no quiere bañarse! A veces no los dejan ni hablar: “Usted cálmese, ya vivió su vida. Sus tiempos ya pasaron. Ya no estamos en tiempos de Porfirio Díaz”, y callan al pobre viejo. Cuántas veces la madre le dice a la hija: “Hija, ese muchacho u hombre con quien andas, no es gente de bien. Tengo de él muy malas referencias. Hay veces que el sujeto es hombre casado, con hijos. No tiene profesión alguna, ni oficio. Lo mantienen sus padres o la mujer con quien vive es secretaria y ella sostiene la casa”. Pero aquella hija desobediente no le hace caso a su madre y al poquito tiempo sale la infeliz muchacha con que va a ser madre soltera.

-¡Ah!, pero cuando el viejo tiene dinero, es riquillo, entonces la cosa cambia: lo toleran, si tiene nueras se tornan melosas y todos anhelan que el viejo se muera pronto. En cambio, como hemos visto, si es pobre, viejo y enfermo, entonces se avergüenzan de él y a todos les estorba. Naturalmente que hay hijos e hijas muy amorosas con sus padres. Los ayudan, los protegen, los cuidan hasta sus últimos días. Esos hijos, cuando mueran se van “derechito al Cielo”. -Enseguida, tomó la palabra Macario y dijo: “¡Caramba!, hasta se me enchina el cuerpo al pensar en la situación del hombre viejo, pobre y enfermo, esos que no tienen patrimonio alguno, menos mal nosotros tenemos una ‘pensioncita’ y aunque no es mucho, pero siquiera tenemos para comer. Pero los que saben dicen: que esos hijos y esposas ingratas e infieles son de ese modo porque no recibieron desde niños una buena formación y que tuvieron en su casa un mal ejemplo de sus padres. ¿Será verdad eso?”.

-Entonces Enrique volvió a hacer uso de la voz y dijo: “es cierto que la mala formación y el mal ejemplo tienen que ver con la buena o mala conducta de los hijos, pero la realidad a veces es muy distinta. Yo conozco gente muy preparada de buena profesión y en buena posición socioeconómica de tan mal corazón, que sus padres andan pidiendo limosna y ellos lo saben: lo que pasa es que SON HIJOS MALAGRADECIDOS E INGRATOS que ya son de malos instintos. Mujeres infieles que ya nacen con esas vivencias de malas e infieles mujeres. No tiene comparación el sufrimiento del hombre, cuando a pesar de que él quiere entrañablemente a sus hijos o esposa y estos en cambio lo desprecian. Él ve y siente tales desprecios, a veces se dice: No cabe duda que estos tales merecen que yo les retire mis afectos y por momentos siente coraje, pero luego le gana el llanto y de su corazón va surgiendo poco a poco la llama del amor y le llegan a su pensamiento, aquellos felices días cuando veía que sus hijitos y su esposa lo amaban y respetaban.. y siente la muerte y a veces deseo mejor morir. ESTO ES: ¡EL AMOR NO CORRESPONDIDO!”

Después de un breve silencio, el amigo Mariano tomó la palabra y con los ojos semicerrados por la emoción, empezó a decir quedamente: -Yo había jurado guardar mi secreto. A nadie ni siquiera a mi confesor le había confiado nada acerca de mi pena y sufrimiento, pero las palabras de Enrique, han abierto de par en par las puertas de mi atribulado corazón, ahora no se si ustedes estarán dispuestos a escucharme y al final de lo cual puedan decirme que debo hacer para atenuar esta especie de obsesión que me afecta grandemente la paz de mi alma en este mundo que estoy por abandonarlo para siempre... -Como Mariano callara, todos dijimos: “¡Claro amigo Mariano! Habla con toda confianza, estás con viejos amigos tuyos que te apreciamos y te comprendemos. ¡Vamos, adelante!, te escuchamos.

Don Mariano agradeció aquellas palabras de aliento, empezando su relato de este modo: -Yo me casé muy joven con una muchacha que quería mucho. Ella también me quería. De familia humilde y muy católica. Su inocencia era manifiesta. No tenía pizca de malicia. Fui muy feliz durante 18 años. Vinieron todos mis hijos e hijas, se formó una familia. Pero sucedió que con motivo de aquella huelga que ustedes recordarán, fuimos despedidos mas de 15 trabajadores, entre los cuales yo fui uno de ellos. La empresa ciertamente indemnizó a todos. Unos se fueron de Salvatierra y otros nos quedamos aquí, pero con tan mala suerte para mí, que no tuve éxito en la actividad que emprendí y fracasé. Anduve aquí en mi tierra por ese tiempo como dice el dicho: “De Herodes a Pilatos” y no fué posible encontrar trabajo.

Por esos días hubo contratación de braceros para trabajar en labores del campo en los Estados Unidos. Las listas se hicieron en la Presidencia Municipal. Yo me presenté, pero el maldecido secretario de la Presidencia, me reconoció y sacándome de la fila me dijo: “TÚ NO ERES CAMPESINO, TÚ ERES OBRERO, fuera de aquí”... Luego animado por unos amigos nos fuimos a Empalme, Sonora con la esperanza de ser contratados. Pero como no llevábamos dinero para pagar al “coyote”, no pudimos pasar. Regresamos a Salvatierra de “raids” en los camiones de carga. Nuevamente intenté llegar a los Estados Unidos a trabajar. Para esto, me fui con otros amigos a la Pizca de algodón a Matamoros, había la modalidad de terminada la cosecha, el patrón extendía una constancia de trabajo realizado y con ese papel sellado por la Delegación Municipal, se presentaba el trabajador a la Oficina de Contratación de braceros en Monterrey y salía uno en los enganches.

Pero otra vez tuve yo y otros la mala suerte, que el patrón se fué del poblado o ejido y no nos dió el documento que ya teníamos ganado. Por fin volví casi derrotado y finalmente conseguí trabajo en una fábrica textil de Tlaxcala. Empecé a mandar casi toda mi raya a la casa por giro telegráfico. Cuando intenté que mi familia se fuera allá conmigo, mi esposa se negó... ¿Por qué?¿qué había sucedido? Lo que yo más temía, el fatídico cambio en la persona de mi esposa. Comprendí que las cosas ya no iban bien en mi casa. Decidí volver a Salvatierra, y efectivamente me esperaban algunas sorpresas. Todo el camino vine reflexionando y entre más me concentraba, mas comprendía la realidad. Sí, todo ese tiempo que le faltaron recursos para vivir ella y nuestros hijos, la habían obligado a salir de la casa a buscar trabajo. Como era muy trabajadora y no fea, encontró colocación en una Institución, eso yo lo sabía, pero como dice el dicho: “La confianza mata al hombre” y yo tenía plena confianza en ella, pero no había contado con las acechanzas del demonio y los apetitos del hombre que está en condiciones de proporcionar trabajo a las mujeres carentes de recursos y ello seguramente ya había cambiado el panorama de mi matrimonio.

Con estos temores, llegué yo a mi casa. Mi esposa me recibió fríamente. Mis hijos me mostraron su cariño, pero ella parecía cansada y enfadada. Esa noche fué “LA NOCHE TRISTE PARA MÍ”. Ella no consintió que yo me acostara en la cama como antes, pretextando que no debíamos dar algún mal ejemplo a los muchachos, además ella estaba muy cansada. Esa noche y las siguientes dormí en otro lugar. Como mi jefecita me miraba triste me preguntó: -¿Qué te pasa hijo? Te veo triste. Tal vez tu mujer ya no te quiere porque no tienes buen trabajo, yo veo que ya no te hace buena cara... –No te apures mamá, -le respondía, -todo está bien. Jamás le dije la verdad a mi madre, pero ella todo lo adivinaba. En efecto, mi esposa ya no era la misma de antes. Había volado su inocencia. Conmigo en adelante ya no fué amable.

Entonces yo perdí los estribos, me enojé, le reproché duramente sus malas actitudes conmigo. Un día le dije: -Lo que pasa es que ya eres “una pu...” Pero ella fríamente respondió: -Piensa lo que quieras, yo tengo mi conciencia tranquila. No, aquello no era normal. Recordé entonces lo que había leído en un libro, sobre la infidelidad de la mujer. Decía el libro, digo, el autor: “Cuando por “x” causa una mujer casada es seducida por otro hombre, es como si entrara por una puerta con su pureza e inocencia, y al salir por la otra puerta “YA NO ES LA MISMA”, ha perdido para siempre sus más bellas virtudes. La inocencia es como una delicada y tierna flor, una vez pisoteada muere para siempre”. –Sí, -me dije: -Este mal ya no tiene remedio; y así fué, ella ya no cambió. Me aborreció hasta el fin de su existencia. Un día me dijo: -Uno de mujer es muy pend..., se casa con cualquier “tiznadera” de hombre, habiendo tanto bien potentes y “pechugones”.

-Ese día yo me dije: “esta mujer no tiene razón, yo no soy cualquier “tiznadera”, porque yo soy hijo de Dios y Dios no hace “tiznaderas”. Pero ella me lo dijo desde el punto de vista sexual y eso me molestaba aún más. Pero es que ella ya no era la misma. Yo sentía entonces el impulso de alejarme para siempre de mi casa, pero el amor de mis hijos me detenía y tuve que aguantar y a duras penas le retiré a ella mi cariño, francamente ya no la quería. ¡Pero está redondamente equivocado! ¡Cómo! –gritamos todos -¡Imposible! –Sí, amigos míos, fué la realidad. A pesar de que yo ya le había llorado en vida... –Una noche soñé que ella me había abandonado, se había ido a vivir a la casa de sus padres. Al verme sin ella sentí un inmenso pesar y me vino el llanto. Desperté sobresaltado y con los ojos razados en un mar de lágrimas, razoné de inmediato y me dije: “Esto ya no es cosa nueva”. Me sequé los ojos, ya sin sentirme mal.

Ciertamente, ya iban cosa de 30 años de sufrir desprecios. Ya estábamos viejos. Mi corazón tal vez ya se había endurecido. Yo ya la miraba a ella como mi uni familiar, no como a una esposa. Pero... ¡Ay, amigos míos! El día que murió y que la vi como dormidita en su ataúd como un pajarito, sentí morir de dolor. Del fondo de mi corazón surgía un pesar inmenso y despertó en mí aquel gran amor que yo sentí por ella cuando yo la conocí, así como el amor de nuestros felices días. Entonces tuve la sensación de que me habían cortado un brazo. Me faltaron las fuerzas y caí pesadamente en una silla. Creo que lloré mucho, pero de mis ojos no salieron lágrimas. De esto hace ya algunos años y desde entonces me vengo diciendo: ¡Caramba! ¡Yo no sabía que mi corazón quería tanto a esta mujer!... Muchísimo más de lo que yo creía. Me digo también: “Tal vez yo no supe comprender los sentimientos de esta gran mujer y si ella por su necesidad se vió obligada a dar su brazo a torcer, yo y solo yo fui quien tuvo la culpa, por no haber sido un hombre previsor. No obstante, ella tuvo en su favor el hecho, de que yo nunca pude comprobarle la infidelidad, a pesar de mis indagaciones. Sí, ahora siento remordimientos, si pudiera verla un minuto... Al llegar a este punto, Mariano calló, se vió como si su pensamiento se hubiese perdido en la lejanía que no tiene fin.

Hubo un silencio algo prolongado. Enrique no daba trazas de hablar. Viendo yo eso tuve yo que empezar, por lo que pausadamente empecé diciendo: -El relato de nuestro amigo Mariano, nos ha conmovido a los presentes. Sin embargo, es de suponer que necesitamos esbozar una norma a seguir, que nos pueda ayudar a conformar ese tipo y otros semejantes de situaciones críticas y hasta contradictorias que al hombre se le presentan en el ocaso de su existencia. Nosotros que ya estamos al borde del umbral necesitamos analizar nuestros comportamientos para llegar a una conclusión que nos reporte la confianza necesaria para llegar hasta el fin, teniendo en cuenta que vamos a iniciar una nueva vida. –Sí, murmuró Mariano. Una nueva vida. Cuán feliz fuera yo, si en esa nueva vida pudiera yo verla siquiera UNA SOLA VEZ. Sí, siquiera una sola vez... –Nuevo silencio. –Volví yo a tomar el uso de la voz, diciendo: -No cabe duda que los dolores del alma son los mas intensos, particularmente los que proceden de “LOS AMORES DEL CORAZÓN, NO CORRESPONDIDOS”.

No hay cosa en este mundo mas grande e incomprensible que el amor. Yo y ustedes hemos sido testigos de numerosas tragedias de pérdida de seres queridos que perdieron la vida en los hospitales, en las carreteras, en la calles, etc. Donde madres y esposas caminan tras un séquito que con llanto incontenible expresan su dolor diciendo: -Amor mío, hijo mío, llévame contigo... Dios mío, mejor recógeme y concédeme que yo vuelva a ver a mi hijo, a mi esposa, a mis padres, etc. Es entonces cuando nuestro espíritu intuye que existe un Dios, otro reino en ese Más Allá, donde se encuentran nuestros seres queridos que se han ido de este mundo para siempre.

Entonces, ¿qué es lo conducente? Amigo Mariano y demás amigos que me escuchan. Nosotros que por nuestra edad, nos encontramos ya muy próximos a tener esa máxima experiencia, nos conviene ante todo acercarnos a la Iglesia de Cristo, tratar de comprender lo mejor posible su santa doctrina, practicarla y pedirle noche a noche que nos conceda un lugarcito en su Santo Reino y que conserve en él, a nuestros seres queridos que nos han antecedido y repito: que nos conceda estar con ellos, para no separarnos de ellos nunca más... Sí, amigo Mariano, cuando el Señor te conceda estar nuevamente frente a frente con tu esposa y que al verla, vueles diciéndole: ¡Amor mío, amor mío! Abrázame y tu alma y la de ella se fusionen y en adelante no vuelvan a separarse jamás, jamás. Cuan hermoso será pasear por los jardines celestiales en compañía de nuestros seres más queridos, alumbrados por la luz divina, escuchando las armonías y cánticos de voces y sonidos jamás oídos en nuestro mundo terrenal.

¡Vamos amigos míos! Que esta sea nuestra meta. Manos a la obra. Que esta perspectiva no nos abandone y sea en adelante el único y más grande objetivo en nuestra vida. Aquellos ancianos momentos antes, tristes y hasta pesarosos les cambió su faz. Se veían radiantes de júbilo, fué como si una nueva chispa les hubiere encendido en su corazón, aquel amor que ellos ya casi no sentían. Nada se dijeron, se pusieron de pie y muy afables simplemente se dijeron: -ESTE ENCUENTRO FUÉ MARAVILLOSO. y todos se fueron cada quien por su camino. Pero con una nueva fe, con una nueva esperanza.

Poesía

Con Todo mi Amor a la Sra. de la Luz

Ya comenzó el mes de mayo,
ya llegó la alegría
en que vamos presurosos
a visitar a María.

Es un mes muy primoroso,
es un mes lleno de amor,
visitamos a María
y a su Hijo el Salvador.

Con florecitas del campo
te llené esta canastita,
vienen rosas y malmones
pensamientos, amapolas
y unas cuantas violetitas.

Señora de mis Amores,
también traigo petalitos
para regar a tus plantas
pa’ que pisen tus piecitos.

Son flores de tus praderas,
perfumadas para ti,
son flores llenas de gracia
aromadas a jazmín.

Niña mía, niña chiquita
mi alma viene hasta tí
a mirar tu hermosura
y a quedarse junto a ti.

I S J.

¡Mayo!
(A Manuel Rivadeneyra y Palacio)

¡Mira, Manuel! las aves a millares
van discurriendo por la azul esfera,
y, pródiga de flores Primavera,
festona de azucenas los altares.
Coronada la frente de azahares,
va de niñas parvada placentera,
a la que llena de bondad espera
la hermosísima Estrella de los mares.
Ya junto a Ella están; escucha: puras
canciones dan al viento; Eco responde
y las lleva del cielo a las alturas.
¡Felices niñas! mas a poco ¿en donde
se han ocultado?... porque estén seguras
¡la Virgen e su pecho las esconde!

Federico Escobedo

¡Mira... lo sabrás Después!

Cuando al Dios de mis amores
recibí en la comunión,
por vez primera, entre flores,
era un Viernes de Dolores,
símbolo de la pasión.

Era niño todavía:
en mis labios con encanto
la inocencia sonreía;
de penas nada sabía,
ni lo que era verter llanto.

De mi alma el diáfano cielo
no empeñaba aún la parda
nube del amargo duelo;
¡Iba feliz por el suelo
con el ángel de mi guarda!

Amante la madre mía
acariciando mis sienes,
viendo al cielo, me decía:
-”Si yo te falto algún día,
¡hijo, otra madre allí tienes!”

“Es tu Madre Inmaculada,
muy más bella que la luna,
la Virgen más agraciada.
Clava en ella tu mirada,
¡Ella bendijo tu cuna!

Ella es la misma Señora
que hoy miras en ese altar,
do por ti gracias implora;
Ve su faz encantadora,
¡Nunca la dejes de amar!

Alcé mi vista hacia Ella,
y al punto, caí de hinojos:
vi su faz radiante, bella,
mas... del dolor con la huella,
llanto vertiendo sus ojos.

Y viéndola así, lloré;
y a mi madre bondadosa
con ansia le pregunté:
-¿Por qué la Virgen... por qué
llora siendo tan dichosa?-

Mi madre no respondió;
-Qué, ¿respuesta no me das?
le dije llorando yo;
y ella: -¡Hijo, no puedo, no!...
Mira... después lo sabrás.

Y al punto la madre mía
me estrechó a su corazón.
De entonces con alegría,
siempre evoco aquese día:
¡Mi primera Comunión!

Y no hallo ninguna cosa
que me cause más solaz
en esta vida afanosa,
como ver de la graciosa
Virgen la doliente faz.

Hoy que ya voy combatiendo
por el mundo, sin cesar,
y duros golpes sintiendo,
porque la Virgen comprendo
supo en la tierra llorar.

Y hoy que por agudo espino
miro sangrados mis pies
en mitad de mi camino.
También la causa adivino
de aquel... lo sabrás después.

Federico Escobedo

Mamá, la Mejor Amiga

Hoy, te felicito en tu día,
por ser una mujer con una gran
vocación,
que siempre la has asumido con
valentía,
que hoy llevas en tu corazón.

Cargaste en brazos a dos grandes
hijos,
y hoy estamos agradecidos contigo
y con Dios,
contigo por ser la mejor amiga de
todas,
y con Dios porque me dió mi mejor
amiga,
mejor que todas las demás.

Yo le agradezco a Dios
por dejarme vivir y reír contigo,
por todos estos trece años juntos,
de sorpresas, alegrías y cariño
entre nosotros.

Qué orgullo tenerte como mi
mamá,
porque tú siempre me amas todos
los días,
porque tú me curas cuando
me corto en ocasiones,
porque conmigo estás en las
buenas y en las malas,
siempre, todos los días.

Nunca olvidaré esos momentos tan
bellos,
que nada ni nadie puede cambiar,
está dicho, siempre estaremos juntos,
aun así, cuando me vaya a otro
lugar.

“Recuerda mamá, que siempre
hemos de estar juntos, siempre
hemos de tenernos confianza y
amor, todos los días voy a orar por
ti y por tu amor, que tú me das
como tu hijo. Dios te bendiga
mamá, hoy y siempre. Te Quiero
Mucho”.

G T R R


Al Terminar el Mes de Mayo
(A mis buenas hermanas María y Julia)

Ya el mes, ¡oh Virgen!
de tus amores,
mes de las flores
espira ya;
¡con él se acaba
nuestro alborozo!...
¡Con él, el gozo,
Madre, se va!
Ya no habrá flores
en tus altares,
no habrá cantares,
luces no habrá;
Ingrato Mayo,
como despojos
solo a los ojos
lágrimas da.
¡Ah! Todo pasa,
todo termina;
mustio se inclina
ya el tulipán
y de las flores
rotas las galas,
¡vuelan en alas
del huracán!
Ya en tus altares,
de encantos llenas
las azucenas
no brillarán;
ni habrá ya niñas
que candorosas
te traigan rosas
con tierno afán.
¡Ay! Madre santa,
Virgen querida;
¡todo en la vida...
todo es falaz!
¡pasan las flores!...
¡pasa el contento!...
y el sufrimiento
muestra su faz.
Mas, aunque muera
del sol al rayo,
la flor de Mayo
y el tulipán;
las pobres flores
del alma mía,
esas... ¡María!
no morirán.

Federico Escobedo


Tu Última Muñeca

Hoy te entrego mi niña
tu última muñeca,
y con ella también mi corazón.
Tómala entre tus brazos y observa
que sus ojitos te ven con gran amor.

Tus años infantiles ya pasaron
cuando a tus muñequitas arrullabas,
y cual mamita dulce las besabas
hasta que dormiditas se quedaban.

Esa bella dulzura que adorna tu carita
no la pierdas jamás mi muchachita,
y que al pasar de Niña a Jovencita,
cultives en tu alma una rosita.
Y con suave fragancia te convierta
en perfumada Flor y grácil Señorita.

Que no triunfen en ti las apariencias
y no veas el amor donde no lo hay,
reflexiona ante todo, ten paciencia.
Dale a quien consideres tu amistad
y el verdadero amor, un día llegará.

Ana Lizet: tu madre y yo te amamos
al igual que te quieren tus hermanos,
con el favor de Dios siempre estaremos
para ser de ti tus confidentes.
Con Alma y Corazón te amaremos,
junto a tu almita blanca viviremos.

Interpretando el sentir de Tus Padres
y el mío propio: tu Abuelito.

J E R B


La Chispa

Llegaste a mi vida
con una sonrisa,
con una esperanza,
con una ilusión.

Le diste a mi alma
la chispa de vida,
le diste a mi cuerpo
el fuego de amor.

Mas, pasaron los días,
el fuego se apaga,
la chispa difusa
también se apagó.

Se apaga la vida,
se apaga el deseo,
se va la esperanza,
se va la ilusión.

Qué hermoso sería
volver al pasado,
volver a la dicha,
volver al amor.

Prender esa chispa
que avive ese fuego
que algún día nos diera
el deseo de vivir.

Volver a querernos,
volver a desearnos,
volver a prender
ese fuego hasta el fin.

J B


Un Poema al Trabajo

Desde los muy humildes
campesinos,
hasta los más grandes empresarios,
no dejarán de ser mexicanos,
que por nada descuidan sus
trabajos.

Siempre lo hemos demostrado,
dándole con todo día a día,
siempre con dedicación y alegría,
para ganar nuestro sustento,
que muy bien lo hemos ganado.

Nunca nos damos por vencidos,
aunque presente esté la tormenta,
siempre de pie nos ponemos.
Y en las buenas y en las malas
siempre estamos.

Trabajo, una cosa que se gana,
que todo mexicano puede hacer,
desde una máquina de coser,
hasta a una persona defender.

El orgullo se demuestra trabajando,
y no de flojos, viciosos esperando,
que desde el cielo nos caiga el dinero,
porque eso nada más es un sueño guajiro,
que no nos alimentará ni de fresas ni de higos.

G T R R


Mi Cristo en Agonía

Ver y contemplar
a mi Cristo llorar,
a mi Salvador sollozar,
y con su muerte mis pecados
perdonar.

Verte coronado de espinas
y con golpes y raspaduras,
me partes el corazón en mil
pedazos,
me arrepiento de haber cometido
muchos pecados.

¡Cómo me pone a llorar
tu pesada y trágica agonía!,
donde al final me diste como madre
a María.
Merezco la muerte por los insultos
que yo decía
y por los errores que cometía.

Tu sangre derramándose,
por mi vida Señor,
a ti no te importaba el dolor,
ni los insultos que te decían mi
Creador.

Te prometo Mi Gran Creador,
jamás volver a pecar,
te pido fuerza para luchar y caminar,
para terminar en años mi
peregrinar.

G T R R


Pasaste por Aquí
a Jesús Escobar

Me diste un corazón para tu amor,
mi corazón es una de tus huellas
que dejaste al pisar en mis arenas...
Pasaste por aquí, Señor.

Y miras con mis ojos
las maravillas de tus obras bellas,
mis ojos son tus huellas...
Pasaste por aquí, Señor.

Me diste la palabra y la sonrisa,
señales de tu luz y tu ternura,
las huellas de tu amor y tu hermosura.
Pasaste por aquí, Señor.

Cuando era apenas un botón mi vida,
me contagiaste de tu mismo ser;
el mar subió al altar y nací en él
en el Bautismo de tu amor...
Pasaste por aquí, Señor.

Pasaste, buen Jesús, por mi ribera,
tocaste con amor mi corazón:
“Ven y sígueme”
pronto brotaron
los lirios blancos de mi vocación...
Pasaste por aquí, Señor.

Tomada del Libro: “Mi Desierto, Poesías”
del Padre Rafael Alcántar Mondragón

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