Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

lunes, 3 de marzo de 2014

Reflexiones

Por Qué Te Amo

Hijo mío, ¿por qué tu rostro es triste
y el veneno llena tu corazón?
Si has nacido para que seas dichoso,
no te cierres al fuego del amor.
Si los hombres te han hecho tanto daño
que ha llenado tu pecho de rencor,
ten presente que también has pecado,
y sin embargo te concedo el perdón.
Por qué te amo, te amo sin medida,
si por ti dí la vida, fué por tu salvación.
Si, sí te amo, te amor tiernamente,
si es que te arrepientes, no dudes del perdón.
Hijo mío, si estás desesperado
porque la vida sólo te da dolor
mas recuerda, en mí no hay imposibles
sólo te pido me des tu corazón.
Si tú miras atrás hacia el pasado,
ves fracasos por culpa del error,
ten en cuenta, de mí te has alejado,
del Dios que te ama, de Dios tu Salvador.
Por qué te amo, te amo sin medida.
Si por ti di la vida, fué por tu salvación
Si, sí te amo, te amo tiernamente,
si es que te arrepientes, no dudes del perdón.
Si, sí te amo, te amo eternamente,
si es que te arrepientes, será tu salvación.

Letra y Música:
Raúl Hernández Ramos

Historia

Historia y Evolución de Salvatierra

La Guerra de Independencia 1810-1821

El Periodo Insurgente de la Guerra en Salvatierra (1810-1815)

…continúa del número anterior

El 28 de septiembre de 1811, el realista Guizarnótegui atacaba al sacerdote dominico insurgente fray Laureano Saavedra, el cual, habiendo fracasado en su intento de tomar Celaya, se había fortificado en el convento del Carmen de nuestra ciudad, fué derrotado con pérdida de mucha gente, 3 cañones de bronce y dos de madera. Este mismo capitán realista, enviado por Diego García Conde, destruyó el 3 de marzo de 1812, las fortificaciones que había construido en la ciudad el insurgente Escandón, quien se puso en fuga.

Otro salvaterrense que se incorporó a la lucha por la Independencia de México, fué don José María Pagola, nació en esta ciudad en el año de 1780. El 1 de junio de 1814, interceptó a un correo realista que llevaba pliegos al virrey, sirvió de intermediario al Dr. José María Cos para recibir correspondencia de México, en 1815, fué miembro de la Junta Subalterna Insurgente que permaneció en la provincia de Valladolid, cuando el Congreso decidió trasladarse a Tehuacán, fué el último presidente de la Junta de Jaujilla, que fué lo que quedó del Congreso de Chilpancingo. El realista Tomás Díaz logró apresarlo el 8 de junio de 1818 en Cantarranas, cerca de Atijo y lo fusiló en Huetamo, Mich.

La Vida Económica, Política y Social en Salvatierra durante
la Guerra de Independencia

A principios del siglo XVIII, en 1803, Salvatierra era contada entre las ciudades más importantes de la intendencia de Guanajuato. Se le conocía por su gran potencial agrícola, era reconocida por su producción de caña de azúcar, vino, aceite, trigo y maíz, en fin, era el granero de la nación. La escuela pública a cargo del cura párroco, para niños pobres, y la de los franciscanos, en su convento para hijos de españoles y criollos, seguían funcionando.

Cuando inició la Guerra de Independencia, los salvaterrenses vivieron algunos momentos críticos, fueron los realistas los que en esa época dominaron la plaza con la colaboración del vecindario, no sucediendo lo mismo en el resto de la jurisdicción de la ciudad. La agricultura se desplomó, los guerrilleros insurgentes incendiaban las haciendas y asolaban las partes aledañas de los pueblos con guarniciones, para privar de recursos al gobierno, quemaban los pastizales para destruir el forraje de la caballería. Con esta situación, en Salvatierra los productos escaseaban y alcanzaban precios elevados.

Desde el año de 1812, Agustín de Iturbide inició su campaña por el Bajío y los Valles Abajeños para exterminar las guerrillas insurgentes, pero fué hasta el 29 de abril de 1813, cuando el entonces virrey Félix María Calleja nombró al coronel Iturbide, Comandante de las Armas de toda la intendencia de Guanajuato. Para defensa de las poblaciones se crearon milicias que tuvieran el apoyo moral y económico de sus habitantes, formándose los Cuerpos Mixtos Urbanos de Realistas Fieles. Casi todas las poblaciones de la intendencia de Guanajuato los formaron, pero hubo poblaciones que no lo hicieron, entre ellas Salvatierra, lo que provocó que fuera invadida frecuentemente por uno y otro bando, castigando cada uno de éstos a los vecinos que tenían por contrarios, la ciudad quedó por terminar asolada y destruida.

Los conventos frecuentemente fueron usados como guarniciones, en especial el del Carmen, provocando la huída en masa de todos los religiosos al convento de Celaya. Los daños sufridos por el edificio fueron terminados de reparar hasta el año de 1822, con grandes deudas por el dinero saqueado por uno y otro bando. El 23 de agosto de 1813, Iturbide comunicaba al virrey Calleja que “en vista de ser muy estimables los rendimientos de la Hacienda Pública en San Miguel, Salamanca, Acámbaro, Salvatierra, Valle de Santiago y aún Piedra Gorda y Pénjamo, contribuyeron a organizar la fuerza militar para seguridad de la provincia”.

Por fin, se organizaron las milicias de ciudadanos en Salvatierra, formándose el 28 de diciembre de 1814, el Cuerpo de Realista denominado Fieles de Salvatierra. A pesar de que el virrey Calleja distribuyó estratégicamente las tropas realistas en 1813, las acciones guerrilleras no cesaban, lo que lo obligó a ordenar que también las haciendas levantaran milicias para su defensa. Éstas se veían obligadas a pagar tributos para poder trabajar, lo que orilló a los frailes Carmelitas y Agustinos, principales hacendados de esta jurisdicción, a tratar de tener un arreglo entre ellos en noviembre de 1816, con el fin de combinar las defensas de las haciendas de Maravatío y San Nicolás. Por antagonismos entre ambas instituciones religiosas, el acuerdo no llegó a consumarse, pero existen testimonios de la creación de estas milicias en las haciendas que estaban en manos de particulares.

La Batalla en el Puente de Batanes, 1813.

La batalla en el puente de Batanes entre Iturbide y Ramón Rayón, con el triunfo del primero, no es un hecho de guerra aislado y circunstancial, es un evento histórico cuya trascendencia marcó el rumbo del país hasta los primeros años de vida independiente. Esta batalla no es significativa en el plano militar como una de las grandes contiendas, donde la gloria de las armas cubre e inmortaliza a los vencedores. Se da dentro de las paradojas que ofrece nuestra Guerra de Independencia, en la conformación ideológica que la llevaría a su consumación. Bastaría la simple enumeración de hechos, para encontrarnos y convencernos de que muchos de los precursores e iniciadores se transforman en acérrimos enemigos entre sí, y no consuman la Independencia los que la proclamaron, sino sus antagonistas.

En los hilos de la historia, la batalla en el puente de Batanes tiene su principio en el momento mismo de la captura y posterior ejecución de Hidalgo y sus correligionarios en los meses de junio y julio de 1811, así como, la ejecución de José María Chico y Linares, ministro y compañero de Ignacio López Rayón, quedando éste como comandante supremo de la Guerra de Independencia. Ignacio López Rayón inició en esos momentos su marcha hacia el sur, haciéndose nombrar Ministro de la Nación, ganándose el respeto de los jefes guerrilleros como Jefe de Gobierno y Comandante Supremo del ejército insurgente.

Ante la necesidad de unificar la lucha armada en un solo mando, Rayón se propuso crear el órgano supremo para dirigir la campaña. Nació así la Suprema Junta Nacional Americana, instalada en Zitácuaro el 19 de agosto de 1811, con Ignacio López Rayón como Ministro de la Nación, José María Liceaga y José Sixto Berdusco como vocales. No tardaron en presentarse las desavenencias entre los miembros de la Junta, Liceaga y Berdusco nulificaban a Rayón. Desde su constitución no existió unidad entre sus miembros, circunstancia que fué empeorando, y la supieron aprovechar los realistas alimentando las desavenencias de los tres miembros, para desacreditar por esto a la Junta.

La tirantez entre ellos empeoró notablemente, los jefes del Bajío decidieron apoyar a Rayón; entre ellos, el brigadier Juan Rubí en los primeros meses de 1813, acuartelándose en Salvatierra. Liceaga no ocultó su enojo por esto, y lanzó un manifiesto a los habitantes de la ciudad en su contra y salió de la plaza rumbo a Michoacán. Meses después, en Septiembre, Rubí fué capturado en el pueblo de Urireo y pasado por las armas en esta ciudad. Ramón Rayón, a las órdenes de don Ignacio, procedente de Tlalpujahua se dirigió a Salvatierra para entenderse con Liceaga que se encontraba de nuevo en la ciudad. Es éste, el motivo que lo trajo hasta aquí.

Por su lado, Iturbide había hecho lo propio. Al iniciarse el movimiento de Independencia tomó parte en la batalla del Monte de las Cruces el 30 de octubre de 1810, a las órdenes del Coronel Trujillo, fué nombrado capitán de fusileros y capitán del Regimiento de Tula. El 5 de junio de 1812, sorprendió en Valle de Santiago al temible guerrillero Albino García, fusilándolo en Celaya, ascendiendo a teniente coronel. En ese mismo mes, fusiló junto con 150 hombres a los padres Luna y Sáenz, al comandante Abarca y a la bella espía Tomasa Estévez. El 1 de noviembre de 1812, tomó la isla Liceaga en la laguna de Yuriria. Estas acciones de armas le dieron a Iturbide una innegable presencia en esta región.

Iturbide tuvo noticia de la salida de Liceaga y el arribo de Ramón Rayón a Salvatierra el 14 de abril de 1813, después de fracasar las pláticas de advenimiento en Urireo, a las que Liceaga no asistió. Concentró Iturbide sus fuerzas en San Nicolás de los Agustinos el jueves Santo 15 de abril de 1813. Rayón mientras tanto, se mantuvo en la ciudad y Liceaga se dirigió a la hacienda de la Zanja, en los límites con Jaral. Rayón decidió enfrentar a Iturbide y dejar para después la aprehensión de Liceaga. Al amanecer del viernes Santo 16 de abril, Iturbide decidió tomar Salvatierra, encontrándose con la efectiva defensa que Rayón había organizado, el insurgente había colocado hombres bien fortificados en el puente mismo y en las cas de obraje de San Isidro, y columnas en el vado inmediato, en los vados de San José del Carmen y de San Francisco.

Inútilmente trató Iturbide de entrar a la ciudad por éstos, siendo rechazado una y otra vez. Al comandante Oviedo, lo situó Rayón, en un cerro inmediato a la izquierda de Salvatierra, con la orden de permanecer oculto y no hacer movimiento alguno, mientras él atacaba a Iturbide y lo perseguía hasta la hacienda de Santo Tomás, entonces Oviedo desobedeció las órdenes recibidas saliendo de su refugio, provocando que Iturbide lo atacara y lo pusiera en fuga. Ya en el puente, Iturbide arremetió con toda su fuerza, el hombre sabía gritar en el momento oportuno. Alos fortificados, por la confusión no les alcanzó el tiempo de disparar los cañones. Rayón salió de Salvatierra por la calle de Capuchinas rumbo a Puerto Ferrer sin que el realista osara perseguirlo, donde congregó a su dispersada tropa. Iturbide, presa de un fuerte dolor de cabeza, descansaba en Salvatierra, mientras su secretario, el padre Gallegos, escribía un informe de abultadas proporciones que don Agustín firmó sin leer.

El historiador salvaterrense don Francisco Vera Figueroa, hace un magnífico análisis de las consecuencias de esta batalla, en su obra: Sacrificio Insurgente en el Puente de Salvatierra, señalando lo siguiente:

“Para Iturbide es el principio de su engrandecimiento, fué ascendido a coronel del Regimiento de Celaya y recibió la Comandancia General de la Provincia de Guanajuato que se separó de la de Guadalajara al mando del Mariscal José de la Cruz.

Para la Junta de Zitácuaro, fué el principio del fin, la molestia de Morelos con Ignacio López Rayón: la disolución de la Junta y la integración del Congreso de Chilpancingo”.

Tomado del Libro: “Historia y Evolución de Salvatierra”
de Miguel Alejo López


La Epopeya y la Leyenda
El Otro Rostro de la Historia

por: Jorge Ojeda Guevara

Libertar a una Patria
Sed de Justicia... (continuación)

Otro rumbo de la patria aparecía guarnecido con la guerra de guerrillas por Pedro Moreno y Javier Mina, región que abrazaba León, San Diego de la Unión, San Luis de la Paz, Silao, Guanajuato y San Felipe. Mina se miraba como un versado militar en armas, más que Moreno, que no había batallado contra los franceses en España, que al final de cuentas lograron retornar el trono a Fernando VII y abandonar España a la fuerza. El monarca lejos de agradecer el valioso servicio de Mina, volvió el filo de su espada contra los vencedores de Napoleón, amenazándolos, en particular contra Mina por ser de tendencia liberal. Desafiado por el poder real, militar y sus libres ideas sin disyuntiva a la vista, hubieron de abandonar con premura su ibérica tierra y sus recuerdos, poniendo rumbo a una aventura llamada Nueva España.

Don Pedro Moreno, era oriundo de la otrora nombrada villa de Nuestra Señora de los Lagos. Dejando atrás lujos y comodidades familiares, enarboló la bandera y la causa insurgente, atacando y recuperando el fuerte del Sombrero, cerro que linda apenas con Jalisco. Fué este sitio el que conoció del encuentro entre el navarro Javier Mina, que venía como ciclón al frente de un gran contingente desde el Golfo de México y don Pedro Moreno.

Luego se supo, que como la situación mexicana daba tumbos sin definición, el Padre Mier persuadió a Mina a poner pie en México para luchar contra el invasor hispano. Tocaron en efecto tierra, tropas y general Mina en Soto la Marina el 15 de abril de 1817. Atacó y derrotó a los realistas en Valle del Maíz y la Hacienda de Peotillos; continuando su meteórico avance hasta divisar al fuerte del Sombrero, distante 20 kilómetros al norte de León, donde suma fuerzas con Pedro Moreno, quienes derrotan a Orrantia en Arrastres, perteneciente a San Felipe; siguen avanzando, y al poco arremeten la hacienda de Jaral de Berrios del mismo San Felipe, en aquel 7 de junio, donde de paso pertrechan sus necesidades con gran porción de dinero para la causa.

Sus triunfos hilvanaban los racimos porque los ataques de Mina aparecían sorpresivos, vertiginosos y mortales, mismo modo que aplicó cuando acometió al hilo un puñado de objetivos: El Biscocho –San Diego-, León, Fuerte Los Remedios, Guanajuato, Silao y aquel tan sonado en San Luis de la Paz.

“La fortuna no es eterna, y menos cuando se calza la temeridad extrema… y Javier Mina cae prisionero en la Hacienda del Venadito, Tlachiquera –Hoy Nuevo Valle de Moreno, perteneciente a León- mediando el 27 de octubre de 1817, donde Moreno también es degollado y su cabeza puesta irreverentemente en una pica, llevada y expuesta a la soldadesca en el llamado Cerro del Calvario del rumbo del pueblo hoy renombrado en su honor Lagos de Moreno”.

Mina fué encaminado con celeridad al paredón, donde le dispararon por la espalda, testificando el acto el fuerte de Los Remedios, en el cerrito del “Tú te irás”, de Cuerámaro, cuando pardeaba ya el nostálgico 11 de noviembre de 1817. El realista Pascual Liñan, aparecía como el más fiero antagonista de los insurgentes Mina y Moreno; fué precisamente él, el arremetedor contra El Sombrero, tomado finalmente a sangre y fuego el 19 de agosto de 1817. Otro de los más aguerridos jefes revolucionarios de El Sombrero y toda la comarca de San Felipe fué
Encarnación Ortiz; él y sus consanguíneos eran mentados popularmente por la región como “Los Pachones”, aunque esa es otra historia…

“Francisco Javier Mina, actor protagónico del levantamiento de Independencia de México aparecen en ésta como esencial y sugestivo, no sólo en México sino en la historia del propio rumbo guanajuatense. Este héroe sintetiza en él mismo el sentimiento que desembocaría al final de cuentas en la independencia de un país oprimido. Siendo hispano, había palpado la sangrienta opresión por un reino europeo, sobre los legítimos propietarios de la patria mexicana”.

Por esos extraños días, la vieja España andaba regida por par de soberanos: Carlos IV y Fernando VII, asunto que caminaba la incompatibilidad para el crecimiento sano de una sociedad. El ingenioso y malicioso Napoleón maniobró en Francia para meterlos prisioneros, aunque fueron apropiadamente tratados, tanto, que el buen Fernando VII intentó emparentar con Napoleón, causante de encarnizadas batallas y multitud de muertos en la península Ibérica.

Ante situación tal, el pueblo hispano pulsó armas y ánimo para defenderse del invasor, lo que al poco logró. A la brevedad se reunieron las Cortes y redactaron la llamada Constitución de Cádiz, donde daban prerrogativas frescas al gobierno español y sus habitantes. De difícil explicación es, que Fernando VII no consintiera tal estado de cosas, y retornando con premura a España persiguió sin tardanza para encarcelar a quienes habían arrojado a los franceses. Mina era parte de ese puñado de espadas que expelieron de su vieja España a los galos, por lo que sin alternativa a la vista, tuvo que escapar la mala agradecencia real cruzando el mar, jurando de paso voltear filo y pistola contra el despotismo de su tierra y de otras, pues en adelante esa idea se tornaría universal, como un natural derecho de los pueblos a la libertad.

Para mala fortuna, una de las alas de la dictadura regia de Fernando VII era el alto clero cristiano, que en respaldo al soberano lanzó la acusación a los liberales masones, actitud que evidenciaba negativamente a la religión y para los derechos absolutos del rey. Sin embargo, no todos los clérigos discurrían lo mismo, y lo testimonia el hecho de que un buen ramillete de frailes empuñaron además de rosarios y bendiciones, letras y armas en salvaguarda de la libertad popular y la propia.

“Sacerdotes como Miguel Hidalgo, Morelos, Matamoros, Torres, Juan Villerías, Mier y Terán, José María Luis Mora y cientos más… Se sabe que en Acatita de Baján donde la traición ganó la batalla, hicieron innumerables prisioneros, también cayeron todos los sacerdotes que llenaban varios de los coches”.

De interés es saber, que arribado Mina a campos guanajuatenses, jaló consigo un considerable contingente de extranjeros que compartían liberalismo y aventura; habían salido aquellos de Londres, haciendo escala en las Antillas y los Estados Unidos, hasta desembarcar en la playa de Soto La Marina; apenas pisaron tierra mexicana añadieron su espada y ánimo a la guerra por la independencia. Javier Mina había traído consigo de España aventureros e idealistas como él, que igual arribaron a la lucha emancipadora, fueran franceses, Norteamericanos, y mismos españoles, todos, de manera par, regaron su sangres por la causa en batallas de los campos del Bajío, en los Fuertes de los Remedios y del Sombrero…

Tomado del Libro: “La Epopeya y la Leyenda, el Otro Rostro de la Historia”
de Jorge Ojeda Guevara


Aztlán: Origen y Destino
Once, un Número Cabalístico para México

A este capítulo Once le correspondería ir más adelante, cuando el lector ya conociera el total de las circunstancias por las que este número ha sido para México un número lleno de misterios y de tragedias a través de su historia, pero sigamos aquí, para ser congruentes con el número de capítulo.

Cuauhtémoc, el Onceavo Emperador Azteca

El número Once empieza a aparecer en la historia de México con el número de emperadores que tuvo el Imperio Azteca. Después de ser derrotado por el ejército español, terminando con el Imperio y aprehendiendo a su último rey, el Onceavo emperador, Cuauhtémoc, quien permaneció en calidad de rehén de los españoles los siguientes cuatro años, mientras Cortés conocía todos los dominios del Imperio Azteca y para evitar sublevaciones del pueblo Azteca. Finalmente fué asesinado por los españoles, argumentando que Cuauhtémoc y otros jefes mexicas conspiraban contra Cortés.

Crisis Oncenal

Por el año 1786, la población mexicana venía padeciendo una crisis por las condiciones del tiempo de tipo periódica, es decir, se presentaba cada Once años y se caracterizaba por muy pocas lluvias y muy intensas heladas, lo que provocó que las tierras se encontraran áridas y casi ausentes de vegetación. Estas condiciones obligaron a que la población se alimentara con las pocas hierbas o raíces que podía encontrar, lo que ocasionó una gran mortandad, aproximándose a cien mil muertos. Para algunos padres fué tanta la necesidad, que llegaron a vender a sus hijos e hijas en dos o tres reales.

James Knox Polk, Onceavo presidente norteamericano

James Knox Polk, fué el presidente número Once de los Estados Unidos. Nació en Carolina del Norte en 1795, de padres ingleses inmigrantes, ilegales, indocumentados y presbiterianos, quienes profesaban que el único camino correcto es hacia Dios, bien claro se lo dijeron: hacia Dios, no hacia las tierras de México. Pero debió de estar tontito el güerito. Estudió la carrera de abogado. En 1839, fué gobernador de Tennessee, y en 1844, ganó las elecciones para presidente de los Estados Unidos. Ya en el poder fué un verdugo implacable, considerado el campeón norteamericano del expansionismo. En su periodo presidencial creó todas las condiciones necesarias para poder quitar, robar y despojar a México 2.4 millones de kilómetros cuadrados, más de la mitad del actual territorio mexicano. Pero gracias a Dios, Polk contaba con una precaria salud, que tres meses después de terminar su mandato lo puso en cama y se lo llevó al cielo propulsado por el más potente chorro fecal amibiano-tifoideico que lo mató.

De seguir vivo James K. Polk, probablemente hoy su país se llamaría: Estados Unidos de Norte-Centro-Sudamérica. Entonces sí se hubiera cumplido la Doctrina Monroe, que dicta que América es para los americanos, tratando de evitar que más europeos vinieran a colonizar América, pero si no respetaron la Bula del papa Alejandro VI, menos iban a respetar las palabras de ese hipócrita. Pareciera que por un momento, a Monroe, tuvo un momento de lucidez y le funcionó el cerebro al decir que América es para los americanos, porque ellos en realidad no son americanos y América, en verdad, corresponde a los americanos.

Pero todos los anglosajones de Norteamérica, tienen orígenes ingleses o alemanes y sólo podrán ser considerados americanos, hasta el día que acepten vivir en armonía con los verdaderos americanos. Mientras no se quiten la capa del Führer, jamás serán aceptados como tales y no podrá haber armonía en esta tierra. México perdió aquellos territorios por el abandono, descuido y despreocupación del gobierno mexicano. A 160 años de distancia, la situación de muchas tierras del sur del país no ha cambiado; aún tenemos indígenas en las montañas viviendo en las condiciones más extremas de pobreza, mientras que en el gobierno, tenemos a los funcionarios mejor pagados del mundo. Esto, por simples resultados, convierte a los burócratas mexicanos en los más caros, ineptos, irresponsables y los más cínicos del planeta.

Once Años de Lucha por Nuestra Independencia

Muchos tiempos antes del año de 1810, hubo muchas rebeliones encabezadas por indígenas, criollos, castas (mestizos, mulatos, zambos), incluso de los mismos españoles, todos siempre buscando liberarse del yugo de la corona española. Pero es hasta la madrugada del 16 de septiembre de 1810, que formalmente se inició el movimiento de Independencia de México. El movimiento estaba planificado para iniciarse el 2 de octubre de 1810, pero tuvo que adelantarse debido a que el gobierno español se enteró de los planes que pretendían llevar a cabo algunos criollos, algunos militares y algunos curas. Esta lucha duró Once años y en ella murieron 600 mil mexicanos, entre criollos, castas e indígenas. También murieron Once de nuestros principales héroes de la Independencia:

Etapa I
(1810-1811)

1.- Miguel Hidalgo
2.- Ignacio Allende
3.- Ignacio Aldama
4.- Mariano Jiménez
5.- Mariano Abasolo

Etapa II
(1811-1815)

6.- José María Morelos
7.- Hermenegildo Galeana
8.- Mariano Matamoros

Etapa III
(1815-1817)

9.- Pedro Moreno
10.- Servando Teresa de Mier
11.- Francisco Javier Mina
Once años de lucha, interrumpida sólo por la muerte de aquellos hombres que anhelaban la libertad para ellos y para su pueblo. Pero siempre hubo alguien detrás de ellos, que no dejó que se apagara la mecha de la lucha. Así, el 27 de septiembre de 1821, se vió consumada nuestra Independencia, con el Tratado de Córdova firmado por Guerrero e Iturbide, por parte de la Nueva España y por don Juan de O’Donojú, por parte de España.

Tomada del Libro: “Aztlán: origen y destino”
de: Melquiades González Gaytán

Biografía

Luis Cisneros

Güicho Cisneros nació un 15 de octubre en Gómez Palacios, Durango en una colonia que se llama Santa Rosa que se hizo “famosilla” porque ahí nació, ahí fué a la escuela y ahí se casó y porque también hay una calle que lleva su nombre.

A los quince años emigró a la Capital en un larguísimo viaje por ferrocarril. Entonces el clásico sonido de los rieles, los durmientes y el inconfundible chaca, chaca del tren le servía de ritmo y ahí compuso su primera canción a Amelia, una chica que viaja también en el tren. No recuerda el nombre de la canción, pero sí recuerda a la muchacha aunque poco después descubrió a otra chica que venía también a bordo y para no hacer el cuento más largo hizo seis canciones para aprovechar las veintiséis horas que duraba el viaje, en ese momento fué cuando descubrió su propio talento para hacer canciones, cosa que le resulta fácil, según sus palabras.

Su primera canción fué “Las Mañanitas” de los Dandys a las madres, inspirado por ser el primer mes de Mayo en el que estaba lejos de la casa materna y de ahí en adelante creaciones como “Gema”, “Alma de Cristal”, “El Duende”, cuyos títulos nos dieron pie a una anécdota muy simpática. A su primera hija le puso por nombre Gema inspirado en su canción, lo mismo a su segunda hija, la llamó Alma Cristal pero su esposa se opuso rotundamente a que su tercer hijo se llamara “Duende”.

La carrera musical de Güicho Cisneros es enorme, su talento es inagotable y su presencia en los escenarios sigue siendo reconocida y solicitada, actualmente inclusive se presenta constantemente con dos nuevos integrantes del trío Los Dandys, valores jóvenes que él descubrió y que son Chabal Torres en el requinto y la primera voz Firio Primero.

Pocos sabes que Güicho Cisneros fué seleccionado en su tierra para competir en ciclismo en los juegos de la Revolución cuando tenía algunos dieciocho años. Su despegue, prácticamente dicho, como compositor fué aquí en la Ciudad de México, cuando en compañía de dos de sus primos formó un trío llamado el Trío Tres Piedras, porque en el Norte, cuando una cosa está “a todo dar” se dice esto, está “tres piedras”. Por cierto, uno de sus primos tocaba originalmente la mandolina lo cual le dió la facilidad para inventar de hecho, el requinto trinado que es la misma técnica que una mandolina pero con guitarra, sin embargo, en cierta forma el nombre del trío no se prestaba para que la gente los identificara como intérprete de canciones románticas por lo que decidió cambiar el nombre y utilizar el actual de Los Dandys con el que nunca ha dejado de trabajar.

Güicho Cisneros está además haciendo una labor importantísima, en colaboración con una conocida radiodifusora, ha convocado a todos los tríos de México que interpreten música romántica para que acudan a él y los ayude tanto en la preparación musical como en los trámites para registrarse, darse a conocer, etc. con el único requisito de que su estilo no sea imitando a ningún trío existente, sino que demuestren su originalidad y presenten algo novedoso para el gusto de México. Esta labor es fabulosa pues su meta es lograr que no desaparezca esa tradición tan hermosa que es la música de Tríos.

Próximamente organizará un concurso a nivel nacional para el desarrollo de esta idea y con premios que consistirán en la oportunidad de grabar con una Empresa Disquera a quien ya tiene comprometida, en pocas palabras Güicho Cisneros está decidido a mantener la tradición de la música de tríos en una labor digna de ser alabada. Nos despedimos del maestro Cisneros recordando que su canción Gema que compuso a los veinticuatro años de edad, es reconocida como la canción romántica por excelencia y es además la más solicitada por el público mexicano.

Narraciones

¿Será Cierta la Fuga de las Estrellas?

por : R M P

Amigo Lector, este es un relato de una entrevista de Mister Gog a un astrónomo, contenida en el “Libro Negro” de Giovanni Papini, acerca de un alejamiento de las Galaxias con sus estrellas, como si huyeran unas de otras en todas direcciones a grandes velocidades a manera de loca carrera hacia puntos desconocidos del Cosmos. Esta verdad científica que proclaman los astrónomos como real, sin réplica alguna, por estar fundamentada en pruebas exactas en aparatos de alta precisión científica, siendo sus resultados, según ellos infalibles, que el entendimiento humano acepta como una verdad.

Sin embargo, se pueden objetar esos resultados, empleando una lógica también valedera. Para “no hacerla tan larga”, empieza a leer el citado relato que dice así:

El Astrónomo Desilusionado
Monte Wilson, 11 de julio.

Había subido hasta este observatorio, que posee el telescopio más poderoso de todo el mundo, para obtener las últimas noticias sobre el universo, de labios de un astrónomo que, en tiempos pasados, hizo sus estudios pagándole yo todos los gastos. No le había advertido mi llegada y no lo hallé. Pero, en cambio, pude hablar con su asistente, el doctor Alf Wilkovitz, un joven polaco de origen, que hasta me pareció demasiado inteligente para el puesto subalterno que ocupa.

Por ejemplo, ayer por la noche, mientras fumábamos y bebíamos en una de las terrazas del observatorio, bajo un cielo densamente poblado de estrellas como pocas veces se le suele ver, Alf Wilkovitz comenzó a hablar de improviso diciendo con voz cambiada:
-Mister Gog, siento la necesidad de confesarle algo que hasta ahora no he confiado ni siquiera a mis maestros. Pienso que usted me comprenderá mejor que ellos.

“Hasta hace algunos años, la astronomía me parecía la más divina de las ciencia, fué mi primer amor intelectual, apasionado y fuerte. Hoy en día, después de haber conocido más de cerca el cielo, me siento perplejo, turbado, dudoso, a veces hasta atemorizado. La astronomía me ha desilusionado. Compréndame bien: la Astronomía, como ciencia exacta, es uno de los más maravillosos edificios levantados por la mente humana en los últimos siglos, pero, en cambio, me ha desilusionado su objeto: el universo sideral.”

“Procedo de una familia religiosa, y desde la niñez resonó en mi alma el famoso versículo: ‘los cielos cantan la Gloria de Dios’. Pero, ahora que conozco mejor el cielo, que conozco de cerca de sus ocupantes y sus lugares, me parece que he sido traicionado. Me había imaginado al firmamento como una arquitectura inmutable y racional, completamente diversa del caos terrestre, como una esfera casi divina muy por encima de este planeta demasiado humano, y… en cambio…”

Alf Wilkovitz arrojó con rabia el cigarrillo encendido un momento antes y levantó su mano hacia el cielo estrellado:
-”¿Qué sucede allá arriba?, esto: innumerables e inmensos fuegos huyen y se consumen. ¿Por qué huyen?, ¿a dónde huyen? Estamos acostumbrados a las rotaciones regulares de nuestros planetitas alrededor de esa estrella mediana que es el sol. Pero la mayor parte de los astros huyen vertiginosamente, tanto las nebulosas como las estrellas adultas, y no sabemos a dónde y no sabemos por qué. Nuestras mediciones son ridículamente pobres, nuestros más poderosos telescopios se pueden parangonar a los ojos de un insecto que observaran fijamente las excelsas quebradas del Himalaya; el cielo que vemos no es el de hoy, el de este momento; en algunas partes es el cielo de hace varios siglos, en otras partes es el cielo de hace milenios. Parece que las nebulosas más lejanas se esfuerzan por alejarse cada vez más de la Vía Láctea, pero jamás sabremos por qué huyen y a dónde van.

“Los astros huyen como desesperados perseguidos, y al huir se convierten en fuego, es decir, se destruyen. Sus átomos se disgregan por millones cada vez, produciendo luz y calor, pero, ¿qué es lo que se ilumina con esa luz?, ¿quién es calentado con ese calor?, ¿tal vez se disuelven con tan loca prodigalidad a fin de que nuestras noches sean iluminadas con una pálida palpitación? Sería tonta soberbia pensar así, e inconcebible locura el gasto gigantesco hecho para lograr un efecto tan ínfimo. Los abismos siderales son tan enormes que ni siquiera esa gigantesca convulsión calorífera puede elevar mucho su temperatura”.

“Y sin embargo, millones de nebulosas, millares y millares de estrellas, desde hace siglos de siglos no hacen más que huir y destruirse, sin una razón imaginable. El derroche de luz y calor que se hace a cada instante en los inconmensurables golfos del firmamento, supera a toda posibilidad de cálculo y de fantasía. ¿Es posible que una inteligencia superior y perfecta haya querido esa dilapidación enorme, perenne y completamente inútil? ¿Para qué sirven esos innumerables y pavorosamente grandes fuegos huidizos, que continuamente nacen y arden, destinados a consumirse vanamente aun cuando demoren millones de años? Ante ese pensamiento la mente humana se confunde, aterrorizada ante ese espectáculo absurdo. Algo semejante sucedería si los hombres iluminaran todas las noches, con millones de lámparas y reflectores, el desierto del Sahara o los océanos árticos, lugares donde nadie habita y por donde nadie anda”.

“Pero esto no es todo. Hay en el cielo otros misterios que ningún entendimiento terreno podrá develar. Durante un tiempo se acostumbró imaginar al cielo como la sede y el espejo de la eternidad: otra ilusión y otra desilusión. Las investigaciones de la astronomía moderna han demostrado que también la ciudad estelar está hecha de úteros y de cadáveres, de infantes y de moribundos. Las gigantescas nebulosas en espiral son las matrices o las placentas de nuevas estrellas. Pero esos fuegos suicidas no son eternos: crecen, se dilatan, resplandecer con luz azul y clara en los vigores de la juventud, y después, poco a poco se empobrecen, adquieren color amarillento oro, luego el color de las brasas y finalmente se convierten en cuerpos negros e invisibles, en tenebrosos espectros de muertos que deambulan en los tenebrosos ataúdes del infinito.

El cielo es una infinita incubadora de infantes, pero es también un infinito cementerio de muertos. La ley del nacimiento, el crecimiento y la decadencia, que se creía propia de la efímera vida terrestre, es la ley que reina también en lo alto del cielo. Lo que se dijo acerca de los seres humanos: similares a hojas que se desarrollan frescas en la primavera y caen marchitas en el otoño, es también verdad para las estrellas. Esos inútiles fuegos fugaces son, al igual que los hombres, mortales. Tan sólo hay una diferencia: que los hombres viven por espacio de millones de segundos, y los astros viven millones de años, pero respecto de la eternidad, ¿hay en ello, alguna diferencia?

“Comprenderá usted ahora mi extravío y mi angustia. Donde creía hallar la perfección sublime de lo racional no he hallado más que un desgaste inútil, una prodigalidad alocada, un movimiento y una destrucción sin objetivo y sin razón. Donde creía hallar finalmente la majestad de lo inmutable y de lo incorruptible he hallado las habituales alternativas de lo pasajero y lo transitorio, del nacimiento trabajoso, de la juventud malgastada, de la decadencia senil y de la muerte inevitable. En cuanto regrese mi maestro abandonaré el observatorio y la astronomía. Al igual que los demás hombres, me contentaré con ser un pobre insecto hambriento que se mueve entre las hojas de hierba de los prados terrestres”.

Así me habló el joven Alf Wilkovitz; se notaba en su voz el temblor de la ira y en sus ojos se traslucía ese húmedo brillo que se asemeja al llanto.

X X X X 

Como dice el astrónomo desilusionado, que él creía que el firmamento era estable, armonioso, ordenado, pero qué grande ha sido su estupor, cuando se dió cuenta de los resultados científicos en el sentido que sucedía todo lo contrario. Nada de armonía; astros en tremenda carrera, alejándose unos de otros en constante y loco movimiento en la inmensidad del espacio. Ello causa desánimo en él, debiendo sentir los primeros síntomas de la locura. Sí, porque el caos y la nada, engendran cierto desequilibrio mental. Por eso, la ciencia sin mística es un veneno que mata la cordura, con negación de toda mística y de todo lo divino.

Bueno, empecemos a razonar sin aparatos, porque no tenemos dinero para comprarlos. Hace miles de años, quizá millones, que los hombres desde las más remota antigüedad, empezaron a observar el firmamento. Luego de muchas observaciones, delineando los primeros mapas celestes, ordenando ciertos grupos de estrellas que nombraron Constelaciones y hasta nombres les pusieron, porque además, encontraron cierta similitud con los meses y años con el movimiento de la tierra.
Estas constelaciones tienen nombres tales como: Constelación del Escorpión, Orión, el Can Mayor y el Can Menor, el Centauro, etc. A estos hombres se les llamó Astrólogos. Pues bien, desde hace todos esos miles, quizá millones de años, todas las estrellas de la galaxia se encuentran en su mismo lugar, ningún cambio aparente se ha notado en tiempo alguno. Es más, los movimientos de nuestro planeta tierra y sus hermanos del sistema planetario vienen desde hace milenio tras milenio, realizando sus travesías, con matemática precisión. La estrella polar siempre está coincidiendo con el polo norte de la tierra. Todo viene funcionando con admirable precisión sin retardo alguno.

Entonces, si fuera cierta esa fuga de galaxias, con sus millones de soles-estrellas, ya el firmamento hubiera cambiado de forma muchísimas veces, cosa que no ha ocurrido. Entonces ¿qué es lo que ha estado pasando? Bueno, el mismo astrónomo desilusionado dice: “Nuestras mediciones son ridículamente pobres, nuestros mas poderosos se pueden parangonar a los ojos de un insecto que observara fijamente las excelsas quebradas del Himalaya”.
Esto que dice el astrónomo desilusionado es muy cierto porque no se trata de distancias cortas, como lo son de la tierra a cualquier mundo de nuestro sistema planetario, se trata de “años luz”. En efecto, la luz recorre una distancia de 300,000 Km. por segundo. ¿Cuántos Km. son por semana, por mes, por año, por cientos o miles de años? A esas infinitas distancias, no sabemos ¿qué clase de fuerzas eléctricas se encontrarán en aquellos espacios? Esas fuerzas desconocidas pueden distorsionar las visiones telescópicas de nuestros aparatos por grandes que sean, captando movimientos de los cuerpos celestes que no son reales.

Vamos a señalar un ejemplo: una persona está en el borde de un estanque de agua clara. Hay luna llena a medio cielo, ésta se reflejará tal cual es en la superficie del agua, muy quieta, muy serena. Alguien llega y arroja con fuerza en el agua un objeto pesado, se agita el aguan, entonces la luna se verá moverse para todos lados. Algo semejante sucede cuando viajamos en autobús rumbo a Celaya. Vemos por la ventanilla pasar a mucha velocidad casa, árboles, gente, etc. Pero el entorno no es el que se mueve, somos nosotros los que vamos “volando”.
Tampoco puede ser cierto que hay desorden sideral. Si lo hubiera no estaría la Vía Láctea (Camino de Santiago) casi a media galaxia. Tampoco estoy de acuerdo con la teoría de que el origen del Universo se debió a una “explosión cósmica” que algunos teólogos modernos empiezan a creerla como verdad científica. Por estas y otras muchas cuestiones incomprensibles para el entendimiento humano, el filósofo alemán que es de los más altos racionalistas dice con bastante razón: “Nadie posee la verdad”, barriendo hasta con los científicos.- Sólo que en mi concepto, a ese axioma le faltaron dos palabras, debió decir: “Nadie posee la verdad, excepto Dios”.
Sí, estimado lector, pues sin temor a errar podemos afirmar: Sólo el creador de todas las cosas visibles e invisibles conoce con toda exactitud la verdad sobre el origen de tantas cosas inmensas y maravillosas. Al respecto, nosotros los hombres en muchas definiciones, sólo andamos dando “palos de ciego”. Hasta aquí llego amable lector, es tan inmenso y tan luminoso el tema, como tiene también insondables obscuridades que yo apenas lo rozo con mi pluma y sólo puedo decir como el gran Sócrates: “Yo lo que sé, es que no sé nada”. FIN.

Juventud Divina

Oh, Juventud Divina, que nos dejas un tesoro, de bellos recuerdos vividos en aquella juventud. De alegres serenatas llevadas a los amores, cantando bonitas canciones que las hacían suspirar.

“Te traigo serenata”, “Morenita mía”, “Hay unos ojos”, “Siempre viva”, “Para siempre” y un sinfín de hermosas melodías, y para despedirnos, “Hasta mañana”.

Ese mañana que sería sublime y apasionado, agarrados de la mano en el jardín principal, o tomando un refresco en la nevería del portal, con los amigos ni se diga, de anécdotas y recuerdos, en algún festejo de alguien o en deportivos encuentros, con triunfos y derrotas, pero todos muy unidos gozando de la juventud que es un precioso don divino.

Hermosos recuerdos revividos ya en la senectud con los amigos dispersos, otros ya fallecidos, pero siempre recordando y añorando aquellos años de hermosa y bella juventud.

J B


Libro

HISTORIA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA

Los Inmortales de la Canción Ranchera

Los Años Cuarenta

A partir de los años cuarenta, puede considerarse al conjunto mariachi como definitivamente incorporado a la canción ranchera. Esto coincide con la total definición del estilo tanto de composición como de ejecución. Desde ese momento la canción ranchera se acompañó con un conjunto mariachi de trompeta si se trataba del estilo bravío. Por el contrario, si se trataba del estilo sentimental o de queja, se acompañaba de cuerdas y guitarras. Otra influencia determinante en la década de los cuarenta fué la incorporación de la canción regional autóctona o modificada según las necesidades del repertorio comercial de las disqueras y la radio. Los especialistas en sones jarochos o huapangos como Elpidio Ramírez, Pedro Galindo, los Hermanos Huesca, Nicandro Castillo y los Cuates Castilla fueron factores determinantes en la urbanización definitiva de los estilos regionales.

Dentro del contexto de un país que estaba en proceso de modernización y una metrópoli que iniciaba un monstruoso crecimiento demográfico, la difusión y la creación de canciones regionales, así fuesen urbanas, cumplían con una doble función: psicológicamente otorgaba a los millones de provincianos recién avecindados en el Distrito Federal una posibilidad de identificación con estilos de canciones regionales. Comercialmente, esta añoranza campirana bien explotada proporcionaba a los productores de películas la certeza de un taquillazo millonario si se empleaban las fórmulas y dosis exactas de canciones de influencia regional.

Nuevos Intérpretes

El aumento de la producción disquera fué característico de esa etapa. La canción ranchera, en competencia con el bolero que todo arrollaba, estableció récords de ventas sin precedente. Las compañías grabadoras fundaron premios y estímulos para los mejores intérpretes de la canción ranchera, al mismo tiempo que se iba formando el estereotipo de ella, tanto en su forma de ejecución como en su composición. Se insistía en las fundamentales diferencias entre uno y otro cantante o entre uno y otro creador de canciones rancheras. De esa manera, y después de cantar boleros y afrocubano, Miguel Aceves Mejía será alternativamente “el Cancionero del Falsete de Oro” y el “Berrendito”, ya que todo símbolo distintivo de un cantante de ranchero debía por fuerza tener connotación campirana. Aun la misma insistencia en la calidad del falsete provenía de la ejecución clásica del huapango de la Huasteca.

La publicidad de Luis Aguilar, el Gallo Giro de tantas comedias cinematográficas, además de señalar sus irrepetibles cualidades artísticas insistía en que, ante todo, Luis cantaba “como hombre y con voz de macho” como correspondía al acerado muchacho que en su natal Mazatlán se había dedicado a la reparación de lanchas. Todos los cancioneros accederán al honroso calificativo de charro aunque, como Felipe Charro Gil, se tratase de un costeño de Misantla con apellido libanés. Francisco el Charro Avitia dejó “el flautín con que pastoreaba las cabras en Pilar de Conchos, Chihuahua”, para “templar el gaznate” y cantar, en lugar de los tangos del inicio de su carrera, éxitos rancheros como “El Muchacho Alegre”, “El Águila Negra” y “Los Gavilanes”.

Estilos y Nuevos Creadores

El cantante de ranchero, contra lo que pudiera creerse, exhibe una peculiar forma de sentimentalismo que a primera audición podría confundirse con cierta violencia. En realidad, no hay tal: el grito es un sustituto de las lágrimas. La forma clásica de ejecución exige un atorón rítmico al final de cada frase, lo que podría confundirse con un portamento. El énfasis, la fuerza y la autoridad son indispensables, así como la sobreactuación en escena con abundancia de gestos vanamente explicativos. Musicalmente, los recursos son muy simples: portamentos, esforzatos y ritardandos que pueden convertirse en calderones para las frases climáticas y, finalmente, el uso teatral del falsete, que puede caer, inclusive, en medio de una frase para hacer un efecto de suspenso –muy esperado y aplaudido-, antes de terminar un giro melódico cuya conclusión es obvia.

El intérprete de ranchero ha gozado de una especial consideración y absoluta libertad en el uso de los manierismos que lo caracterizan. Sus gestos, su “chorro de voz” y sus posibilidades expresivas fueron el pedestal y la razón de ser de no pocas canciones. Numerosas veces, la voz de un intérprete famoso dió a una canción la posibilidad de completar el circuito de difusión formado por la radio, el cine y los discos.

Un grupo de compositores formó en los años cuarenta la vanguardia del género ranchero que, por supuesto, incluía una vez más a los insustituibles Esperón y Cortázar. Dentro de ese grupo destacaron Felipe Valdés Leal (1899), con sus canciones “La mal pagadora”, “Mi ranchito”, “Tú sólo tú” y “Entre copa y copa”, y Rubén Méndez del Castillo (1911), quien después cambiaría su nombre por el de “Rubén Méndez de Pénjamo”, grabaría “Con un polvo y otro polvo”, para después hacerse famoso, en 1950, con sus célebres “Cartas a Ufemia” y “Pénjamo”. Finalmente habría que hablar de Rubén Fuentes, que después de llegar a México con el Mariachi Vargas de Tecalitlán se inició como compositor con “La noche y tú”, así como el expresivo Chucho Monge, quien gracias a la relación de amistad con Lucha Reyes de 1938 a 1942 compuso canciones tan características del estilo ranchero como “Pa’ qué me sirve la vida” y “Cartas marcadas”.

Las Cantantes Bravías

La aparición de Lucha Reyes marcó el surgimiento del estilo de interpretación femenina de la canción ranchera. En 1927, después de una gira en Europa con la típica del maestro Torreblanca, la cantante había quedado afónica durante más de un año. Al recuperar la voz pudo entonar con un color de contralto y un matiz enronquecido y bronco la naciente canción ranchera-citadina. La personalidad y la neurosis hicieron el resto. Prodigaba su voz hasta desgarrarla, gemía, lloraba, reía e imprecaba. Nunca antes se habían escuchado interpretaciones de ese estilo. Sobreponiéndose a las críticas que no aceptaban su falta de refinamiento, pronto Lucha Reyes simbolizaba y personificaba a la mujer bravía y temperamental a la mexicana.

La atormentada artista, capaz de manifestar con toda franqueza que al cantar la canción “Rayando el Sol” sentía “ganas de echarse un trago porque un nudo se le formaba en la garganta”, estaba destinada a personificar el mítico personaje femenino encargado de dar voz a la canción del género ranchero. El estreno de “Guadalajara” de Pepe Guízar y “La feria de las flores” de Chucho Monge marcaron la culminación de una popularidad cortada súbitamente con su suicidios en 1944.

El estilo de interpretación se había fijado definitivamente. Las canciones que siguieron a Lucha Reyes tuvieron que adaptarse a ese estilo; sólo les restaba el recurso de un mayor o menor énfasis interpretativo, o de una tesitura más o menos grave. En mayor o menor medida, tuvieron que creer en el personaje y presentarse como auténticas sucesoras de su personalísima modalidad de ejecución.

(continuará…)

El Rincón para Niños

Los Dos Sembrados

Hubo, en tiempos que ya son idos, un labrador, hombre de gran corazón, llamado Albino. Tenía pocas tierras y, como premio a su bondad y virtud, un gran señor le concedió la gracia de que sembrara trigo en dos lugares de su propiedad. Eran éstos, un fecundo valle, no muy extenso, y la cima pedregosa de un monte. Cuando llegó la época de la siembra, el labrador aró y preparó las dos tierras: fácilmente el valle risueño, porque parecía que él mismo abría sus entrañas, ansioso de recibir la simiente; no así la tierra pedregosa, que opuso la mayor resistencia, rompió el arado y melló los otros instrumentos de labranza, como si quisiera permanecer eternamente infecunda y árida. Después de concluida esta difícil tarea, escogió lo mejor de su simiente y, por igual, la repartió entre ambos campos.

El labrador enfermó de mal extraño y no pudo salir al campo para ver si las siembras se habían logrado, o si los pájaros y los vientos habían respectivamente devorado y dispersado la semilla, y envió con tal objeto a su hija Josef que era una rubia y encantadora niña, buena como su padre. Salió la niña al campo y el sol acreció su brillo para que luciera más la belleza de ella, las piedras que encontraba en su camino se apartaban para que no tropezara, el viento jugaba con su hermosa cabellera color de trigal maduro y fina como la seda, las flores se le acercaban a besarla, los reptiles se ocultaban para no asustarla y un tigre hambriento cerró los ojos para evitar que sus instintos lo obligaran a devorarla.

Así fué como aquella buena y bella niña llegó sin novedad a los dos sembrados y vió que en ambos nacían plantitas verdes y lozanas; lo cual fué a comunicar con presura a su buen padre, que recibió la noticia venturosa sumamente complacido. El labrador estuvo enfermo hasta el otoño y sanó precisamente en el tiempo de la siega. Como nadie había atendido ni cuidado los sembrados, creyó que éstos se habían perdido y con la esperanza de recoger algunas espigas, que mucha falta le hacían, fué una mañana al valle en compañía de su pequeña hija. Quedó maravillado al llegar y encontrarse con una abundantísima cosecha de magnífico trigo, que recogió lleno el buen corazón de regocijo.

Enseguida se encaminaron a la cima pedregosa del monte, con la seguridad de que la buena semilla habría, también ahí, fructificado. Cuando llegaron, vieron, llenos de asombro, que en vez de trigo, habían nacido y crecido lozanamente cardos espinosos de olor nauseabundo y letal, que ahuyentaba las mariposas y las abejas y entre los cuales, muy a su gusto, vivían reptiles asquerosos y dañinos. El labrador permaneció pensativo durante algunos momentos, embargado por el horror, el espanto y el asombro; y cuando en algo se hubo calmado, habló a su querida hija Josef y la dijo con palabra plena de emoción:

-Hija, en la mala tierra, la buena, la óptima semilla de trigo, ha producido cardos venenosos, entre los cuales solamente habitan alimañas ponzoñosas y nocivas; así como en los hombres de mal corazón, los buenos sentimientos, las nobles ideas y las sanas doctrinas, se tornan en pasiones y en vicios perversos, que sólo ocasionan el mal y el dolor. ¡Loado sea el Creador porque tú eres buena!

La besó con amor paternal en la hermosa frente y dichosos volvieron a su casa a solazarse beneficiando la abundante y rica cosecha que rindió el valle risueño.

Rubén Valenti
Tomado del Libro “Alma Latina”

El Gallo

¡Yo soy el Gallo! Cuando aparece la luz del día
tras las montañas, que envuelve un velo de azul turquí,
con alegría
lanzo a los aires mi sonoroso, ¡Quiquiriquí!

Yo digo a todos: llegó la aurora
con sus diamantes y su arrebol;
allá en el monte las cumbres dora
la luz del sol.

Luzco mi cresta, cual amapola
de un rojo ardiente de carmesí,
y de mi cola
como esmeraldas brillan las plumas, ¡Quiquiriquí!

De la pereza soy enemigo,
y a todos digo:
sed como yo;
radia la aurora,
de levantarse llegó la hora,
la hora precisa de ir al trabajo también llegó.

Cien años vive quien se levanta
con el gallito madrugador,
que alegre canta
y el sueño vela del labrador.

Soy el monarca del gallinero
y, altivo y fiero,
si alguien me obliga, corro a luchar.
Mis espolones
vime obligado cien ocasiones
¡en recias lides a ensangrentar!

Luzco mi cresta de un rojo vivo, cual amapola
que en las campiñas incendia el sol.
y de mi cola,
como un penacho, brillan las plumas de tornasol.

De la pereza soy enemigo,
y a todos digo:
¡Miradme a mí!
Llegó la aurora,
sonó la hora…
¡Yo soy el gallo! ¡Quiquiriquí!...

Tomado del Libro “Alma Latina”

Leyendas

La Cueva de la Mora

Frente al establecimiento de baños de Fitero, y sobre unas rocas cortadas a pico, a cuyos pies corre el río Alhama, se ven todavía los restos abandonados de un castillo árabe, célebre en los fastos gloriosos de la Reconquista por haber sido teatro de grandes y memorables hazañas, así por parte de los que valerosamente clavaron sobre sus almenas el estandarte de la Cruz.

De los muros no quedan más que algunos ruinosos vestigios; las piedras de la atalaya han caído unas sobre otras al foso y lo han cegado por completo; en el patio de armas crecen zarzales y matas de jaramago; por todas partes adonde se vuelven los ojos no se ven más que arcos rotos, sillares obscuros y carcomidos; aquí un lienzo de barbacana, por entre cuyas hendiduras nace la hiedra, allí un torreón que aún se tiene en pie como por milagro; más allá los postes de argamasa con las anillas de hierro que sostienen el puente colgante.

Durante mi estancia en los baños, ya por hacer ejercicio, que, según me decían, era conveniente al estado de mi salud, ya arrastrado por la curiosidad, todas las tardes tomaba entre aquellos vericuetos el camino que conduce a las ruinas de la fortaleza árabe y allí me pasaba las horas y las horas escarbando el suelo por ver si encontraba algunas armas, dando golpes en los muros para observar si sonaban a hueco y sorprender el escondrijo de un tesoro, y metiéndome por todos los rincones con la idea de encontrar la entrada de algunos de esos subterráneos que es fama existen en todos los castillos moros.

Mis diligentes pesquisas fueron por demás infructuosas. Sin embargo, una tarde en que, ya desesperanzado de hallar algo nuevo y curioso en lo alto de la roca sobre que se asienta el castillo, renuncié a subir a ella, y limité mi paseo a las orillas del río que corre a sus pies, andando, andando a lo largo de la ribera, vi una especie de boquerón abierto en la peña viva y medio oculto por frondosos y espesísimos matorrales. No sin mi poquito de temor, separé el ramaje que cubría la entrada de aquello que me pareció cueva formada por la Naturaleza y que, después que anduve algunos pasos, vi era un subterráneo abierto a pico.

No pudiendo penetrar hasta el fondo, que se perdía entre las sombras, me limité a observar cuidadosamente las particularidades de la bóveda y del piso, que me pareció que se elevaba formando como unos grandes peldaños en dirección a la altura en que se halla el castillo de que ya he hecho mención, y en cuyas ruinas recordé haber visto una poterna cegada. Sin duda, había descubierto uno de esos caminos secretos, tan comunes en las obras militares de aquella época, el cual debió de servir para hacer salidas falsas o coger, estando sitiados, el agua del río que corre allí inmediato.

Para cerciorarme de la verdad que pudiera haber en mis inducciones, después que salí de la cueva por donde mismo había entrado, trabé conversación con un trabajador que andaba podando unas viñas en aquellos vericuetos, y al cual me acerqué so pretexto de pedirle lumbre para encender un cigarrillo.

Hablamos de varias cosas indiferentes: de las propiedades medicinales de las aguas de Fitero, de la cosecha pasada y la por venir, de las mujeres de Navarra y el cultivo de las viñas, hablamos, en fin, de todo lo que al buen hombre se le ocurrió, primero que de la cueva, objeto de mi curiosidad.

Cuando, por último, la conversación recayó sobre este punto, le pregunté si sabía de alguien que hubiese penetrado en ella y visto su fondo.

-¡Penetrar en a cueva de la Mora!, -me dijo, como asombrado al oír mi pregunta-.

-¿Quién había de atreverse? ¿No sabe usted que de esa sima sale todas las noches un ánima?

-¡Un ánima! –exclamé, sonriéndome-. ¿El ánima de quién?

-El ánima de la hija de un alcalde moro que anda todavía penando por estos lugares, y se la ve todas las noches salir vestida de blanco de esa cueva, y llena en el río una jarrica de agua.

Por la explicación de aquel buen hombre, vine en conocimiento de que acerca del castillo árabe y del subterráneo que yo suponía en comunicación con él había alguna historia, y como yo soy muy amigo de oír todas estas tradiciones, especialmente de labios de la gente de pueblo, le supliqué me la refiriese, lo cual hizo, poco más o menos, en los mismos términos que yo, a mi vez, se la voy a referir a mis lectores.

Cuando el castillo, del que ahora sólo restan algunas informes ruina, se tenía aún por los reyes moros, y sus torres, de las que no ha quedado piedra sobre piedra, dominaban desde lo alto de la roca en que se asientan todo aquel fertilísimo valle que fecunda el río Alhama, tuvo lugar junto a la villa de Fitero una reñida batalla, en la cual cayó herido y prisionero de los árabes un famoso caballero cristiano, tan digno de renombre por su piedad como por su valentía.

Conducido a la fortaleza y cargado de hierros por sus enemigos, estuvo algunos días en el fondo de un calabozo luchando entre la vida y la muerte, hasta que, curado casi milagrosamente de sus heridas, sus deudos lo rescataron a fuerza de oro.

Volvió el cautivo a su hogar, volvió a estrechar entre sus brazos a los que le dieron el ser. Sus hermanos de armas y sus hombres de guerra se alborozaron al verlo, creyendo llegada la hora de emprender nuevos combates; pero el alma del caballero se había llenado de una profunda y extraña melancolía, y ni el cariño paterno ni los esfuerzos de la amistad eran parte a disiparla.

Durante su cautiverio logró ver a la hija del alcaide moro, de cuya hermosura tenía noticias por la fama antes de conocerla; pero cuando la hubo conocido la encontró tan superior a la idea que de ella se había formado, que no pudo resistir a la seducción de sus encantos y se enamoró perdidamente de un objeto para él imposible.

Meses y meses pasó el caballero forjando los proyectos más atrevidos y absurdos: ora imaginaba un medio de romper las barreras que lo separaban de aquella mujer, ora hacía los mayores esfuerzos por olvidarla, y ya se decidía por una cosa, ya se mostraba partidario de otra absolutamente opuesta, hasta que, al fin, un día reunió a sus hermanos y compañeros de armas, mandó llamar a sus hombres de guerra y, después de hacer con el mayor sigilo todos los aprestos necesarios, cayó de improviso sobre la fortaleza que guardaba a la hermosura objeto de su insensato amor.

Al partir esta expedición, todos creyeron que sólo movía a su caudillo el afán de vengarse de cuanto lo habían hecho sufrir aherrojándolo en el fondo de sus calabozos; pero después de tomada la fortaleza, no se ocultó a ninguno la verdadera causa de aquella arrojada empresa, en que tantos buenos cristianos habían perecido para contribuir al logro de una pasión indigna.

El caballero, embriagado en el amor que, al fin, logró encender en el pecho de la hermosísima mora, ni hacía caso de los consejos de sus amigos, ni paraba mientes en las murmuraciones y las quejas de sus soldados. Unos y otros clamaban por salir cuanto antes de aquellos muros, sobre los cuales era natural que habían de caer nuevamente los árabes, repuestos del pánico de la sorpresa.

Y, en efecto, sucedió así: el alcaide allegó gentes de los lugares comarcanos, y una mañana el vigía que estaba puesto en la atalaya de la torres bajo a anunciar a los enamorados amantes que por toda la sierra que desde aquella roca se descubre se veía bajar tal nublado de guerreros, que bien podía asegurarse que iba a caer sobre el castillo la morisma entera.

La hija del alcaide se quedó al oírlo pálida como la muerte; el caballero pidió sus armas a grandes voces y todo se puso en movimiento en la fortaleza. Los soldados salieron en tumulto de sus cuadras; los jefes comenzaron a dar órdenes; se bajaron los rastrillos, se levantó el puente colgante y se coronaron de ballesteros las almenas.

Algunas horas después comenzó el asalto. El castillo podía llamarse con razón inexpugnable. Sólo por sorpresa, como se apoderaron de él los cristianos, era posible rendirlo. Resistieron, pues, sus defensores una, dos y hasta diez embestidas.

Los moros se limitaron, viendo la inutilidad de sus esfuerzos, a cercarlo estrechamente para hacer capitular por hambre a sus defensores.

El hambre comenzó, en efecto, a hacer estragos horrorosos entre los cristianos; pero sabiendo que, una vez rendido el castillo, el precio de la vida de sus defensores era la cabeza de su jefe, ninguno quiso hacerle traición, y los mismos que habían reprobado su conducta juraron perecer en su defensa.

Los moros, impacientes, resolvieron dar un nuevo asalto al mediar la noche. La embestida fué rabiosa, la defensa desesperada y el choque horrible. Durante la pelea, el alcalde, partida la frente de un hachazo, cayó al foso desde lo alto del muro a que había logrado subir con la ayuda de una escala, al mismo tiempo que el caballero recibía un golpe mortal en la brecha de la barbacana, en donde unos y otros combatían cuerpo a cuerpo entre las sombras.

Los cristianos comenzaron a cejar y a replegarse. En este punto la mora se inclinó sobre su amante, que yacía en el suelo, moribundo, y tomándolo en sus brazos con unas fuerzas que hacían mayores la desesperación y la idea del peligro, lo arrastró hasta el patio de armas. Allí tocó un resorte, y por la boca que dejó ver una piedra al levantarse como movida de un impulso sobrenatural, desapareció con su preciosa carga y comenzó a descender hasta llegar al fondo del subterráneo.

Cuando el caballero volvió en sí, tendió a su alrededor una mirada de extravío, y dijo:

-¡Tengo sed! ¡Me muero! ¡Me abraso!

Y en su delirio, precursor de la muerte, de sus labios secos, por los cuales silbaba la respiración al pasar, sólo se oían salir estas palabras angustiosas:

-¡Tengo sed! ¡Me abraso! ¡Agua! ¡Agua!

La mora sabía que aquel subterráneo tenía una salida al valle por donde corre el río. El valle y todas las alturas que lo coronaran estaban llenos de soldados moros, que, una vez rendida la fortaleza, buscaban en vano por todas partes al caballero y a su amada para saciar en ellos su sed de exterminio. Sin embargo, no vaciló un instante, y tomando el casco del moribundo, se deslizó como una sombra por entre los matorrales que cubrían la boca de la cueva y bajó a la orilla del río.

Ya había tomado el agua, ya iba a incorporarse para volver de nuevo al lado de su amante, cuando silbó una saeta y resonó un grito.

Dos guerreros moros que velaban alrededor de la fortaleza habían disparado sus arcos en la dirección en que oyeron las ramas.

La mora, herida de muerte, logró, sin embargo, arrastrarse a la entrada del subterráneo y penetrar hasta el fondo, donde se encontraba el caballero. Este, al verla cubierta de sangre y próxima a morir, recuperó su razón, y, conociendo la enormidad del pecado que tan duramente expiaban, volvió los ojos al cielo, tomó el agua que su amante le ofrecía y, sin acercársela a los labios, preguntó a la mora:

-¿Quieres ser cristiana? ¿Quieres morir en mi religión y, si me salvo, salvarte conmigo?

La mora, que había caído al suelo desvanecida con la falta de sangre, hizo un movimiento imperceptible con la cabeza, sobre la cual derramó el caballero el agua bautismal invocando el nombre del Todopoderoso.

Al otro día, el soldado que disparó la saeta vió un rastro de sangre a la orilla del río, y siguiéndolo entró en la cueva, donde encontró los cadáveres del caballero y su amada, que aún vienen por las noches a vagar por estos contornos.


La Voz del Silencio
(Tradición de Toledo)

En una de las visitas que como remanso en la lucha diaria hago a la vestuosa y silenciosa Toledo, sucedieron estos pequeños acontecimientos que, agrandados por mi fantasía, traslado a las blancas cuartillas.

Vagaba una tarde por las estrechas calles de la imperial ciudad con mi carpeta de dibujo debajo del brazo, cuando sentí que una voz como un inmenso suspiro pronunciaba a mi lado vagas y confusas palabras, me volví apresuradamente y cuál no sería mi asombro al encontrarme completamente solo en la estrecha calleja. Y, sin embargo, indudablemente una voz, una voz extraña, mezcla de lamento, voz de mujer sin duda, había sonado a pocos pasos de donde yo estaba. Cansado de buscar inútilmente la boca que a mi espalda había lanzado su confusa queja, y habiendo ya sonado el Ángelus en el reloj de un cercano convento, me dirigí a la posada que me servía de refugio en las interminables horas de la noche.

Al quedarme solo en mi habitación, y a la luz de la débil y vacilante bujía, tracé en mi álbum una silueta de mujer. Dos días después, y cuando ya casi había olvidado mi pasada aventura, la casualidad me llevó nuevamente a la torcida encrucijada teatro de ella. Empezaba a morir el día, el sol teñía el horizonte de manchas rojas, moradas; caía grave en el silencio la voz de bronce de las horas. Mi paso era lento, una vaga melancolía ponía un gesto de duda en mi semblante.

Y otra vez la voz, la misma voz del pasado día, volvió a tubar el silencio y mi tranquilidad. Esta vez decidí no descansar hasta encontrar la clave del enigma, y cuando ya desconfiaba de mis investigaciones, descubrí en una vieja casa, de antiquísima arquitectura, una pequeña ventana cerrada por una reja caprichosa y artística. De aquella ventana salía, indudablemente la armoniosa y silente voz de mujer.

Era completamente de noche, la voz suspiro había callado y decidí volver a mi posada, en cuya habitación de enjalbegadas paredes, y tendido en el duro lecho, ha creado mi fantasía una novela que, desgraciadamente… nunca podrá ser realidad.

Al día siguiente, un viejo judío que tiene su puesto de quincalla frente a la vieja casa en que sonó la misteriosa voz, me contó que dicha casa está deshabitada desde hace mucho tiempo. Vivía en ella una bellísima mujer acompañada de su esposo, una avaro mercader de mucho más edad que ella. Un día el mercader salió de la casa cerrando la puerta con llave, y no volvió a saberse de él ni de su hermosa mujer. La leyenda cuenta que desde entonces todas las noches un fantasma blanco con formas de mujer vaga por el ruinoso caserón, y se escuchan confusas voces mezcladas de maldición y lamento.

Y la misma leyenda cree ver en el blanco fantasma a la bella mujer del mercader avaro. Voz de mujer que como música celeste, como suspiro de alma enamorada, viniste a mí, traída por la caricia del aire lleno de aromas de primavera. ¿Qué misterio hay en tus palabras confusas, en tus débiles quejas, en tus armoniosas y extrañas canciones?

Leyendas Tomadas del Libro: “Rimas, Leyendas y Narraciones“
de Gustavo Adolfo Bécquer

Algo Mío

No Culpes a la Vida

No culpes a la vida
de darte sin sabores,
no dejes que te arrastre
la desesperación.

No culpes a la gente
de todos tus errores
y busca sin descanso
la paz del corazón.

Pusiste tu esperanza
en cosas pasajeras,
te diste a las pasiones
que el mundo te ofreció.

Dejaste en el olvido
las cosas verdaderas
y hoy piensas que la suerte
la espalda te volvió.

Todo muere, todo acaba
porque aquí nada es eterno,
los placeres de este mundo
son nomás una ilusión.

Uno mismo se construye
un edén o un infierno
y al final sólo recoge
cada quien lo que sembró.

Mario Carreño

Poesías

Un Adiós en el Parque

Caía la lluvia entre los árboles
y mecíalos el viento suavemente,
era una tarde triste y entre tréboles,
tomados de la mano tiernamente
por el sombrío parque caminábamos.

Ese parque, tan lleno de añoranzas
para nosotros dos,
testigo en otro tiempo de nuestras alegrías,
de confidencias tiernas, de juramentos mil,
no tenía aquella tarde las dulces armonías
del trinar de los pájaros, de su aleteo febil,
era todo tristeza y en su penumbra fría,
unidos, como entonces, nos diríamos adiós.

Un adiós que no osaba salir de nuestros labios
pues sólo pronunciaban dulces frases de amor,
que no sabían de odios ni resabios,
y por lo tanto eran ajenos al dolor.

Mas el destino quiso que un día yo tomara
una senda distinta, me alejo de su amor,
me llevó por caminos que yo nunca soñara,
me ofreció de las mieles que yo nunca probara
y embriagándome en ellas yo perdí su calor.

Esa tarde en el parque la miraba tan bella,
en su cara la lluvia dejó aromas de flor,
y al mirar que dos lágrimas resbalaban por ella
me arrojé entre sus brazos y lloré por su amor.

Seguimos caminando, ya el cielo no lloraba,
mas sí nuestras dos almas la cruel separación,
ya la noche inclemente del adiós se acercaba,
detuvimos el paso, y en su frente adorada,
le dejé con un beso ¡toda mi devoción!

De aquel amor que fuera nuestra gran ilusión,
como mudos testigos de dos, que se adoraron,
en el tronco de un árbol para siempre quedaron
nuestros hombres grabados… dentro de un Corazón.

J. E R B.


Una Conversación con Dios

Un día platicaba con Dios,
y le decía, “Padre, ¿Por qué los hermanos
no se quieren y no son tiernos,
¿Por qué nadie ayuda a los enfermos?,
¿Por qué no pones un alto a los malos gobiernos?

Yo le decía más de mil preguntas,
y cuando terminé, Él empezó a llorar,
me dijo que yo era el único que se preocupaba por su bienestar,
y en qué tipo de mundo quería habitar.

Me dijo también que Él nos había hecho libres,
y que podíamos hacer lo que quisiéramos,
pero que nos hemos pasado de sus límites,
cometiendo abortos, delitos y secuestros.

Yo no lograba entender lo que me decía,
confundido y triste le empecé a suplicar,
que el día del juicio final no se fuera a enojar,
y que los pecados de su pueblo pudiera perdonar.

Él me abrazó y de sus ojos, lágrimas le volvieron a brotar,
me dijo que nos ama y que nunca se iba a enojar,
que él es lento para eso y que el perdón nos lo iba a otorgar,
pero que fuéramos conscientes de las
consecuencias que podríamos provocar,
si no volvemos a cuidar a la Tierra, nuestro hogar.

Yo le agradecí y le dije: “Gracias Padre por amarnos,
por perdonarnos y hacernos reflexionar,
que el mundo que nos diste lo debemos amar y cuidar,
ya que es una de tantas creaciones que tú nos quisiste regalar”

G T R R

Tú Naciste en mi Casa

A.D. Jesús Tirado
Tú naciste en mi casa,
compartimos el vientre
del amor y la gracia
y el regazo sublime e inmaculado
que arrulló a la Palabra.
Fuiste el mayor de los hermanos
y más que hermano fuiste un padre. Dabas
tu vida por nosotros cada día,
por nuestro amor no escatimaste nada.
¡Recuerdas que sufriste por nosotros
hasta entregar el alma?
Un día el cielo amaneció nublado,
el cielo de las almas.
¡Oh sorpresa infinita!
Te negamos el habla,
te entregamos, ingratos, al dolor,
al silencio de tierras muy lejanas.
Te vendimos a Egipto
tus hermanos del alma…
¡Qué caminos tan largos
pusimos en tus plantas!
¡Qué miradas azules en tus ojos
teñidas con lo azul de las montañas!

En esa lejanía caminaste
al Reino del amor y de la gracia
y envuelto en el amor divino
reinas con el amor que salva.
¿Rogarás por nosotros desde el cielo?
Sí rogarás: sabemos que nos amas.
¿No nos recuerdas? Somos tus hermanos
caídos en desgracia…
¡Nos perdonas la ofensa!
Venimos compungida el alma…

Gracias por tu perdón
que nos devuelve toda la esperanza
y en un abrazo, inmenso como el Cielo,
nos estrecha en abrazo de montaña.

Ruega al Señor que nos volvamos
un solo corazón, una sola alma
y nuestro sacerdocio sea sendero
de amor y de esperanza.

Tomada del Libro: “Mi Desierto, Poesías”
del Padre Rafael Alcántar Mondragón


Con una Sonrisa

Con una sonrisa yo moriré,
me despido contento del mundo,
con una sonrisa yo enamoré,
pude ganar un amor profundo.

Dominarme la vida no pudo,
el llanto primero pude cambiar,
tuve un corazón por siempre rudo,
con la vida siempre pude lidiar.

Al sempiterno Creador gracias doy,
se está caído cuando se acepta,
por este nuevo sendero me voy.

Mi alma ya no vivirá marchita,
alegre la llevaré desde hoy,
al tiempo dejo la carne muerta.

( Viviré la eternidad bendita)
R R S

Eres Mujer

Eres la fragancia,
eres una mujer,
tienes la presencia,
siento ya tu querer.

Caminas con gracia,
miras con dulzura,
llevas elegancia,
hablas con ternura.

Eres una niña,
una linda mujer,
llegaste a chavala,
niña fuiste ayer

Siento la ternura,
que invade mi ser,
tú, fruta madura,
la que comí ayer.

R RS

La Felicidad

La Felicidad es un ramo de flores,
la tranquilidad es un bello amanecer,
por eso siempre te pido que no llores
afanosamente pérdidas de ayer.

Mucha más felicidad es no desear
que buscar desesperados la riqueza,
nos producirá eterno malestar,
amar a todos es de mucha nobleza.

Huye siempre del humano que condena,
el perdón del hombre busca y el divino.
No temas el castigo con pena eterna
pero acepta el reproche del ofendido.

Abundancia de amargura da el odiar,
separa de ti ese mal sentimiento,
cámbialo por siempre por el verbo amar,
actúa con base en el entendimiento.

R R S

Mucho o Nada

Lo que te di fue poco,
pero muy suficiente
si lo mucho se siente,
se forma poco a poco.

De poco pides mucho
aunque lo poco es mejor,
te quedas sin lo mucho
y la nada es mayor.

Pero dí qué es mejor:
un mucho de nada
o un poco de amor.

Recibir poco es mayor
y si la vida es nada
tener vida es lo mejor.

R RS


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