Desde pequeño disfrutó la vida del minero, en los tiempos "grandes" de Guanajuato, esto es, cuando nuestra minería ocupaba un primer lugar en el mundo por cuanto a la producción de plata. Hijo de minero y nacido en un mineral, heredó la bravura de esa gente, y en su caso particular, también tuvo como herencia un espíritu sensible a las manifestaciones del arte.
Casi desde niño bajó a los tiros y ya adolescente trabajó cerca de su padre, a quien ayudaba y cuidaba con gran cariño y eficacia, pues además de listo era inteligente. Llegó a la edad juvenil. A los 22 años era un apuesto mancebo que atraía la atención de muchas damiselas, pues no por ser minero descuidaba su persona; al contrario, era un hombre aseado y vestía con sencillez pero con toda propiedad.
Si a esto agregamos que tenía el don de una voz bien timbrada de tenor, para qué explicar ampliamente que más de cuatro doncellas suspiraban por José Carpio, que tal era su nombre. Y las cosas se ponían al rojo vivo cuando él haciendo una distinción entre sus admiradoras, llevaba para alguna en particular serenata al pie del balcón, acompañando de su imprescindible guitarra.
Su fama era cada día más grande, al grado de que más se le conocía por "El Cantador", que por su nombre de pila. Todo marchaba a las mil maravillas, hasta que un mal día la desgracia quiso que su padre se accidentara en la mina. Un derrumbe de los que con cierta frecuencia ocurren, segó la existencia de su progenitor.
José sufrió mucho al principio su orfandad, pero pronto vino la recompensa. Él y los de su cuadrilla descubrieron un filón de muy buena ley. Así que se le vio mejor vestido aún y gastando dinero, aunque no con despilfarro. Estableció por su cuenta una carpeta o Compra de Minerales, convirtiéndose en todo un hombre de negocios.
La guitarra enmudecida por algún tiempo, volvió a desgranar por los aires alegres melodías, ahora con más sentimiento y mayor expresión. Así iban él y su guitarra por estos callejones de Dios, ya después de las nueve de la noche, regando canciones y sembrando afectos.
De manera especial por el barrio del Jardín de las Flores, como se le llamó primero, pues por allí vivía la dueña de su amor, una muchacha morena, bella y alegre como un amanecer, y que era el centro de las simpatías de toda la gente del rumbo. Por demás está mencionar las serenatas que José daba a su novia en aquella época romántica de Guanajuato.
"El Cantador" se hizo famoso, tanto así, que el jardín perdió su nombre para tomar el que ahora tiene, pues no cabe duda que el pueblo manda en ciertos aspectos de la vida. Más en aquellos que se refieren a su tradición.
Casi desde niño bajó a los tiros y ya adolescente trabajó cerca de su padre, a quien ayudaba y cuidaba con gran cariño y eficacia, pues además de listo era inteligente. Llegó a la edad juvenil. A los 22 años era un apuesto mancebo que atraía la atención de muchas damiselas, pues no por ser minero descuidaba su persona; al contrario, era un hombre aseado y vestía con sencillez pero con toda propiedad.
Si a esto agregamos que tenía el don de una voz bien timbrada de tenor, para qué explicar ampliamente que más de cuatro doncellas suspiraban por José Carpio, que tal era su nombre. Y las cosas se ponían al rojo vivo cuando él haciendo una distinción entre sus admiradoras, llevaba para alguna en particular serenata al pie del balcón, acompañando de su imprescindible guitarra.
Su fama era cada día más grande, al grado de que más se le conocía por "El Cantador", que por su nombre de pila. Todo marchaba a las mil maravillas, hasta que un mal día la desgracia quiso que su padre se accidentara en la mina. Un derrumbe de los que con cierta frecuencia ocurren, segó la existencia de su progenitor.
José sufrió mucho al principio su orfandad, pero pronto vino la recompensa. Él y los de su cuadrilla descubrieron un filón de muy buena ley. Así que se le vio mejor vestido aún y gastando dinero, aunque no con despilfarro. Estableció por su cuenta una carpeta o Compra de Minerales, convirtiéndose en todo un hombre de negocios.
La guitarra enmudecida por algún tiempo, volvió a desgranar por los aires alegres melodías, ahora con más sentimiento y mayor expresión. Así iban él y su guitarra por estos callejones de Dios, ya después de las nueve de la noche, regando canciones y sembrando afectos.
De manera especial por el barrio del Jardín de las Flores, como se le llamó primero, pues por allí vivía la dueña de su amor, una muchacha morena, bella y alegre como un amanecer, y que era el centro de las simpatías de toda la gente del rumbo. Por demás está mencionar las serenatas que José daba a su novia en aquella época romántica de Guanajuato.
"El Cantador" se hizo famoso, tanto así, que el jardín perdió su nombre para tomar el que ahora tiene, pues no cabe duda que el pueblo manda en ciertos aspectos de la vida. Más en aquellos que se refieren a su tradición.
Tomado del Libro: "Leyendas de Guanajuato, Historia y Cultura"
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