EL ELEFANTE Y LA HORMIGA | |
Que a un proboscidio corpulento y fuerte un león destrozase o algún tigre feroz despedazase, es un hecho posible, bien se advierte; mas que se diera traza de privar de la vida a tal bestiaza una débil hormiga. Nadie lo ha de creer, aunque se diga. El suceso parece una quimera, pero, dicen, que fue de esta manera -según reza una historia, aceptada por fiel y verdadera-: Vagando un elefante por la orilla de una selva, pisó por accidente, o adrede, a una hormiguilla que quedó lastimada gravemente. Mientras el pobre insecto se quejaba, el monstruo, indiferente, continuaba su camino, dejando a la mísera hormiga renegando, y queriendo, de manera sangrienta, vengarse de la bestia corpulenta, la que tranquilamente se reía de cuanto el insectillo le decía. Este, restablecido, llegóse a la presencia del gigante animal, y con paciencia esperó, entre las hierbas escondido, hasta que al elefante vió rendido por un sueño profundo. Olvidó el proboscidio que en el mundo nos cercan los peligros; y en su anhelo de hallar descanso grato, durmióse largo rato, extendiendo la trompa por el suelo. La hormiga se aprovecha de tal cosa y en la nariz del monstruo se introduce furtiva y cautelosa. Llega hasta la ternilla, le aplica su aguijón y la acribilla. En su afán implacable de venganza, blande su dardo cruel robusta lanza; y su tenaz empeño hace perder al elefante el sueño. | El animal despierta, da un bramido; por el dolor cruel enfurecido, se resuelve; despliega la trompa y la refriega en las hierbas, las rocas y los troncos. Sus rugidos fortísimos y roncos a todo el que los oye dan espanto; y la hormiga, entre tanto, con ahínco feroz y dura saña con tesón y con maña, prosiguió la ternilla taladrando y al gigante infeliz exasperando. A tan largo martirio no resiste: con su trompa los árboles embiste; se confunde, se hiere, se aniquila, se desangra…, vacila; y al fin, desesperado, a la muerte se rinde, destrozado. Exangüe cayó al suelo; y entonces la hormiguilla, sin recelo, salió de la nariz ensangrentada. Viéndose bien vengada, profirió estas palabras: A ninguno debemos agraviar de modo alguno. Con mi ejemplo a los hombres les enseño que ningún enemigo es tan pequeño como una hormiga coja, para tomar venganza, si se enoja. |
LOS DOS LOBOS AMIGOS | |
Érase un Lobo anciano, amigo de otro Lobo que era enano, y al que constantemente acompañaba, porque, más que estimarlo, lo adoraba. A ciertas horas, todos los veían siempre juntos; y juntos departían francamente durante sus reuniones. Jamás sus opiniones se hallaron encontradas: amigos se decían y camaradas; y en fin tanto se amaron, que su amor otros lobos envidiaron. Por ligero accidente, tal amistad cortóse de repente: maligna calentura puso al Lobo chaparro en la apretura de no poder salir, en cinco día, a realizar sus largas correrías por ranchos, por rediles y por prados, en busca de rebaños descuidados. Mas ya convaleciente, quiso probar la fuerza de su diente. | Abandonó el cubil con alegría y vió a su viejo amigo que venía, saltando peñas y pisando abrojos, con un carnero. -¡Amigo, ante mis ojos, dijo el enfermo, próvido has traído lo que anhela este pobre entelerido! ¡Qué gusto nos daremos con ese corderillo que tenemos! -No eches el ojo, amigo, al corderillo, pues que no te dará por el galillo. -Es que me muero de hambre. –Importa poco. Guarda dieta, cofrade, no seas loco. -No quiero dieta; dame unos pedazos. -No te los daré nunca ni a balazos. Son dañosos, lo sé por experiencia; si te los doy, recargo mi conciencia. -Aunque me lleve el diablo, buen amigo, dame un trozo no más. –Que no, te digo. Pedírmelo es quimera: ¡qué necio sería yo si te lo diera! ¿No ves que es un pequeñito y que lo necesito, porque tal vez mañana no encuentre qué comer? –¡Disculpa vana! ¿No eres mi antiguo amigo y compañero? -Sí, mientras no me pidas el carnero; pero si das en eso, camarada, se acabó la amistad y ya no es nada. |
José Joaquín Fernández de Lizardi
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