La Dama de la Presa de los Santos
Hace tiempo que el principal camino que había para salir de Guanajuato hacia el sur y tomar luego el rumbo de Silao, era el que conduce a Marfil. Al sobrevenir la decadencia del mineral, fué abandonado no sólo el camino, sino el poblado entero y su parroquia.
Poco antes de que esto sucediera, como a los dos tercios del siglo XVIII, fué construida la Presa de los Santos, llamada así por las ocho estatuas de piedra que se yerguen sobre la cortina. El constructor fué Alejandro Durán Villaseñor.
Se cuenta que esas imágenes, entre las que se hallaba al principio la Virgen de Guanajuato, habían sido destinadas para otro Vaso semejante, la Presa de Los Pozuelos. Otra versión, quizás la más exacta, es que cada uno de los nobles que fueron dueños de las haciendas que hubo en esa región próxima al mineral de Marfil, mandó construir una de estas esculturas, que al final cubrieron toda la cortina, como todavía puede verse, si bien es cierto que ya falta una y las otras han sido objeto de destrucción por manos aviesas.
Pero lo que más interesa a nuestro relato es que uno de esos grandes señores que por allí vivieron en los tiempos de mayor bonanza del mineral. Tuvo una historia que vale la pena conocer, por lo escabroso de su vida.
Aseguran desde esos tiempos que nuestro personaje se había convertido en una verdadera amenaza como destructor de hogares y como espadachín famoso que en duelos de honor o en vulgares pendencias, dió muerte a varios hombres pacíficos que simplemente defendían su dignidad.
Su mala fama se extendía por toda la región: la sociedad lo señalaba con índice de fuego y la Iglesia lo había castigado con el estigma de la excomunión. Pero de ningún modo se ponía tregua a su escandalosa conducta.
Todos lo odiaban y de buena gana hubieran puesto fin a su vida, pero tipos como éste, parece que gozan de ciertos privilegios: las mujeres se le entregaban aún a sabiendas de que sólo las buscaba para satisfacer momentáneos caprichos.
Entre ellas hubo una dama de noble alcurnia, cabalmente casada con un personaje cuy nombre más vale callar por ahora; madre de dos hijos y ejemplo de señor, a quien este precursor de don Juan burló una vez, ayudado por una Celestina que, después de administrar un somnífero a su dama, abrió solícita la puerta de su recámara al liviano galán.
Cuando la bella y respetable dama descubrió el ultraje de que había sido víctima, antes que presentarse así a los suyos decidió quitarse la vida apurando activo veneno.
Desde entonces, según cuentan los vecinos que viven cerca de Marfil, por el rumbo de la Presa de los Santos, que su figura se aparece en las noches, vagando de la casa que está un poco más debajo de la Presa, hasta la vieja Parroquia de Marfil, a donde entra para caer de hinojos al pie del comulgatorio. En ese momento aparece también el sacerdote, quien a cambio de la hostia que ella va a buscar, la expulsa del templo, y ella, transida de dolor, sale de allí y regresa al que fué su hogar.
Tomado del Libro: “Leyendas de Guanajuato, Historia y Cultura”
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