Libro “Alma Latina”
El Mono y el Carpintero
Un carpintero se había sentado en un tablón de madera que aserraba, y para manejar la sierra con facilidad, empleaba dos cuñas que colocaba en la abertura alternativamente, a medida que avanzaba su obra.
Un mono observaba atentamente el trabajo del carpintero. Éste, por un motivo accidental, tuvo que separarse de su obra.
El mono inmediatamente se subió en el madero, en el cual se sentó, pero con tan mala fortuna que la cola se le introdujo en la abertura. Después quitó la cuña que mantenía abierta aquella raja y las dos partes se juntaron tan fuertemente que aplastaron y magullaron la cola del pobre simio.
Éste lanzó doloridos gritos.
El carpintero acudió y vió al infeliz animal en aquel estado lamentable.
-”He ahí, le dijo, lo que sucede al que se mete en un oficio del que no ha hecho el aprendizaje. Considérate feliz, a pesar de todo: porque si en vez de ser la cola quien ha sufrido en la aventura hubiera sido el cuello, estaría a estas horas en el imperio de Yama.”
A I
La Luz
¡Qué ufana y con qué alegría
una luz resplandecía
en lámpara hermosa de oro!
¡Con qué altivez y decoro
sus tibios rayos vertía!
-¡Nadie como yo!, -exclamaba
cuando airosa se elevaba
con tranquilo movimiento:
en el instante en que el viento
con su soplo la apagaba.
Así es la fortuna, igual:
cuando más de sí se paga,
cuando el mundo más la halaga,
cualquiera viento glacial
viene, la toca, y se apaga.
R D
¡Qué ufana y con qué alegría
una luz resplandecía
en lámpara hermosa de oro!
¡Con qué altivez y decoro
sus tibios rayos vertía!
-¡Nadie como yo!, -exclamaba
cuando airosa se elevaba
con tranquilo movimiento:
en el instante en que el viento
con su soplo la apagaba.
Así es la fortuna, igual:
cuando más de sí se paga,
cuando el mundo más la halaga,
cualquiera viento glacial
viene, la toca, y se apaga.
R D
La Conciencia del Malvado
Reuniéronse, convocados por un tribunal competente, varios señores negros, disputándose el premio ofrecido al más negro de todos.
La tinta obtuvo bastantes votos.
El carbón de piedra contó también sus partidarios. Y lo mismo el carbón vegetal.
El betún por poco se lleva el ansiado premio.
El sombrero de copa, el zapato de charol, el azabache, el hollín y otros menos importantes, pusieron en un aprieto al tribunal; más al presentarse un nuevo opositor al concurso, todos votaron unánimemente a favor suyo: el recién venido era el más negro de todos.
Pidiéronle su nombre al adjudicarle el premio y contestó:
-Mi nombre es: Conciencia del hombre malvado.
La Higuera y el Olivo
Estaba la higuera en lo más abundante de su vegetación vestida de hojas y cargada de frutos.
Los que pasaban cerca de ella la miraban con agrado y se dejaban tentar por sus higos hermosos.
-Ya ves, dijo la higuera a un olivo que vivía hacía tiempo en la misma huerta, todos me admiran porque he cambiado de traje: no cambiarás tú el tuyo que llevas hace tantos años.
El olivo no respondió. Vino el invierno; empezaron las lloviznas frías y los vientos helados. La higuera, con sus brazos desnudos dirigidos hacia el cielo, tiritaba de frío; pálida, sin hojas, sin frutos y casi muerta.
-¿Qué hiciste del hermoso traje que ostentabas en el estío?, -le preguntó el olivo. ¡Hoy te haría falta, no ya para excitar la admiración de los que pasan, sino para defenderte de las inclemencias de la estación!
Reuniéronse, convocados por un tribunal competente, varios señores negros, disputándose el premio ofrecido al más negro de todos.
La tinta obtuvo bastantes votos.
El carbón de piedra contó también sus partidarios. Y lo mismo el carbón vegetal.
El betún por poco se lleva el ansiado premio.
El sombrero de copa, el zapato de charol, el azabache, el hollín y otros menos importantes, pusieron en un aprieto al tribunal; más al presentarse un nuevo opositor al concurso, todos votaron unánimemente a favor suyo: el recién venido era el más negro de todos.
Pidiéronle su nombre al adjudicarle el premio y contestó:
-Mi nombre es: Conciencia del hombre malvado.
La Higuera y el Olivo
Estaba la higuera en lo más abundante de su vegetación vestida de hojas y cargada de frutos.
Los que pasaban cerca de ella la miraban con agrado y se dejaban tentar por sus higos hermosos.
-Ya ves, dijo la higuera a un olivo que vivía hacía tiempo en la misma huerta, todos me admiran porque he cambiado de traje: no cambiarás tú el tuyo que llevas hace tantos años.
El olivo no respondió. Vino el invierno; empezaron las lloviznas frías y los vientos helados. La higuera, con sus brazos desnudos dirigidos hacia el cielo, tiritaba de frío; pálida, sin hojas, sin frutos y casi muerta.
-¿Qué hiciste del hermoso traje que ostentabas en el estío?, -le preguntó el olivo. ¡Hoy te haría falta, no ya para excitar la admiración de los que pasan, sino para defenderte de las inclemencias de la estación!
El Criterio del Asno
Un infeliz pollino,
que de saberlo todo presumía,
con un mono ladino,
en el corral se hallaba cierto día
censurando con frases indiscretas
de ágil cuadrumano las piruetas.
-Eres tonto, exclamaba;
lo que quieras te apuesto,
a que salto mejor que tú cien veces.
Y el mono replicaba:
-Pónme tu habilidad de manifiesto
y el premio te daré, si lo mereces.
Quiso el asno saltar y sin recelo,
saliendo el infeliz de sus casillas,
pretendió tomar vuelo...
y con todo su orgullo vino al suelo,
¡rompiéndose una pata y dos costillas!
Del caso del borrico
la moraleja aplico
a todo el que pretenda
discurrir sobre aquello que no entienda.
L. S. P
Un infeliz pollino,
que de saberlo todo presumía,
con un mono ladino,
en el corral se hallaba cierto día
censurando con frases indiscretas
de ágil cuadrumano las piruetas.
-Eres tonto, exclamaba;
lo que quieras te apuesto,
a que salto mejor que tú cien veces.
Y el mono replicaba:
-Pónme tu habilidad de manifiesto
y el premio te daré, si lo mereces.
Quiso el asno saltar y sin recelo,
saliendo el infeliz de sus casillas,
pretendió tomar vuelo...
y con todo su orgullo vino al suelo,
¡rompiéndose una pata y dos costillas!
Del caso del borrico
la moraleja aplico
a todo el que pretenda
discurrir sobre aquello que no entienda.
L. S. P
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