Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

sábado, 28 de enero de 2012

Libro

HISTORIA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA

Modelos Actuales de Origen Folclórico
La Canción Huapango

El interés que comenzó a partir de los años veinte por conocer los sones originales de las diferentes regiones del país dió como resultado una intensa migración a la metrópoli de grupos de músicos procedentes de todos los estados de la república. En un trabajo del musicólogo Daniel Castañeda, hemos encontrado una ilustrativa enumeración de los conjuntos regionales que por aquel entonces se encontraban en la capital como músicos ambulantes: mariachis de Cocula, músicos y bailarines que ejecutaban sandungas, orquestas típicas con violín, arpa, salterio y bandoneón; trovadores de Tamaulipas y Veracruz con guitarras y violines; bandas jarochas de Veracruz tocando huapangos; cancioneros típicos de Oaxaca, orquestas de Guerrero tocando chilenas, gustos, sones y malagueñas en violines, vihuelas, guitarras y arpas; cantores de Michoacán y orquestas típicas de la región lacustre entonando sones, pirekuas o canciones de carácter sentimental. La investigación de Castañeda sigue conservando un gran interés porque señala el momento de la urbanización de los géneros y estilos de ejecución populares.

Un grupo de compositores de talento, a más de excelentes intérpretes e instrumentistas, que en ocasiones fué algo más que una mera transposición o urbanización; los casos de Andrés Huesca, de Nicandro Castillo y Elpidio Ramírez son ejemplares en ese sentido, ya que muchas de sus creaciones son indistinguibles de los más puros estilos de sones jarochos o huapangos.

Guerrero

En el estado de Guerrero se pueden distinguir con claridad dos grandes estilos que se desarrollan con amplitud en dos diferentes zonas geográficas: los sones de la Tierra Caliente que colinda con Michoacán y los sones de la Costa Chica que abarca desde Acapulco a Oaxaca inclusive. En la Tierra Caliente predominan los sones y los gustos. Estos últimos, derivados al parecer de los sones y jarabes antiguos, tienen un ritmo lento y hacen uso de copias de carácter lírico o picaresco, en tanto que el son es más rápido y de carácter bailable. La mayoría de los sones y los gustos hace referencia a la actividad ganadera y a los vaqueros denominados “cuerudos” por el abrigo de gamuza que utilizan. Otros sones y gustos describen las bellezas y fauna de la región. Existe en algunos casos cierta semejanza con la chilena guerrerense autóctona, al grado que muchos sones son interpretados al ritmo de chilena o viceversa.

La Costa Chica: la Chilena

La chilena que se practica en la Costa Chica desciende directamente de la lejanísima cuenca chilena. La azarosa historia del género en México se inició a mediados del siglo XIX, durante la fiebre de oro en California, cuando grupos de mineros chilenos viajaron hacia el norte deseando participar en la explotación del ansiado metal. Algunos de ellos hicieron prolongada escala en Acapulco, dejando el recuerdo de sus atractivos cantos y bailes. La chilena se adoptó en Guerrero, no sin sufrir algunas transformaciones que la convirtieron en una aproximación de son mexicano con baile de parejas y zapateado. Al igual que la cuenca, cuyo nombre proviene del adjetivo clueca, la chilena guerrerense es un baile que imita el cortejo del gallo y la gallina y se baila con un pañuelo en la mano, y es un baile de tarima al igual que los sones y huapangos. En Ometepec, Cuajinicuilapa, la tarima es llamada artesa o canoa, se hace de un solo tronco y sirve para una sola pareja.

La coplas se refieren generalmente a asuntos amorosos, pero suele también haber coplas de descripción de regiones. Por lo común utilizan cuartetos octosílabos con asonancia entre la segunda y la cuarta líneas, lo cual se presta magníficamente para la improvisación. Generalmente se canta en primera persona y siempre con declinación masculina, aunque lo cante una mujer. Al igual que muchos sones mexicanos, se alteran versos en estribillo y se termina con un verso de despedida. Su instrumentación más común incluía, a más del arpa, un violín, una jarana chica que podía ser de cinco, ocho o diez cuerdas.

En algunas ocasiones se usaba una percusión que podía ser la misma caja del arpa, una caja de madera o una tabla sobre un hueco en el piso percutida con la mano y un palo. A esto se le llama tamboreo; habría que señalar que tanto el tamboreo como el pañuelo durante el baile son elementos andinos. En la instrumentación actual, poco a poco se ha ido excluyendo el arpa, ya que los arpistas se están acabando en la región.

La más de las veces se utiliza una guitarra sexta y un requinto, aunque también suele interpretarse con una orquesta de alientos, formada por clarinetes, saxos, trombones, tambora y platillos. Por lo general, después de bailarse una chilena, se ejecuta un son de ritmo más enérgico.

La chilena se trajo al Distrito Federal por los años cuarenta y aunque hubo intentos de comercializarla como sucedió con el huapango y los sones, logró permanecer casi incontaminada. El compositor Álvaro Carrillo compuso en su juventud tres hermosas chilenas de un estilo purísimo y que se difundieron ampliamente; “Con cuidadito”, “La yerba buena” y “Pinotepa Nacional”.

José Agustín Ramírez fué también fiel a la tradición de Guerrero al componer canciones chilenas con temática geográfica y de gran fama como: “Caleta”, “Ometepec”, “Camino de Chilpancingo”, “La sanmarqueña”, “Por los caminos del sur” y “Cajita de Olinalá”.

La Jarana de Yucatán

La jarana yucateca es el resultado de la combinación de los “sonecitos” indígenas con los derivados de la música popular. Aunque también se afirma que el tipo zapateado de jarana yucateca, o sea la jarana de seis por ocho, desciende directamente de viejos aires del cante grande o cante chico de España y que solamente la jarana valseada desciende de los “sonecitos” típicos.

Por otra parte, algunos han creído ver una gran semejanza entre la jota española y la jarana yucateca, sobre todo en la forma de danzarse. Baqueiro Foster afirma que la vivaz jarana de ritmo movidísimo que se toca en las vaquerías de Yucatán es bisnieta del fandango español, como bien lo prueba la persistencia de angaripolas, peteneras y rondeñas en el repertorio que hasta hace pocos años se ejecutaba en las tradicionales vaquerías.

La jarana, tal y como se le conoce actualmente, es una forma bailable, de estructura binaria y de ritmo ternario. Su ritmo es rápido y alegre y se le escribe generalmente en tonalidad mayor. En cuanto a su construcción armónica, no puede ser más sencilla, pues modula por lo general a la dominante o a la subdominante. La jarana puede presentarse en dos formas; la de tres por cuatro tiene parecido a un vals y tiene, en efecto, cierta semejanza con la jota aragonesa. En un principio, esta forma valseada tenía únicamente carácter bailable, pero con el tiempo se le fué añadiendo un texto. En nuestros días se utiliza para la segunda parte de la jarana una melodía más popular de la misma manera que en los danzones.

Una de las últimas variantes de jaranas podría ejemplificarse en la clarísima y vital jarana de Armando González titulada “Lindo Motul”, cuya estructura podría parangonarse con la del rondó por la oposición de sus dos partes y retorno del tema inicial.

(continuará…)

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