Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

jueves, 4 de octubre de 2012

Biografía

Carlos Arenas García

Carlos Arenas García nació en Morelia el 5 de mayo de 1921. Estudió en el Colegio de San Nicolás y en la Escuela de Leyes de la Universidad Michoacana; desde su época de estudiante preparatoriano se distinguió como un intelectual de amplia cultura y aguda sensibilidad; con algunos amigos de su generación publicó la importante revista Letras Nicolaitas, revista que otorgó un vigoroso impulso a la literatura juvenil. Más tarde los integrantes de ese grupo crearon una de las revistas más valiosas de Michoacán: La Espiga y el Laurel, en la que Arenas publicó numerosos artículos y poemas; también colaboró en Pliego, otra edición de este tiempo.

En 1949 aparece su primer opúsculo, Poemas para matar el tiempo; y tiempo después, hasta el año 55 ve la luz su Cuaderno de Poemas. Muchos otros poemas de arenas quedaron dispersos en periódicos y revistas de Michoacán y de otros lugares de la República, además de que su persona figura en varias antología y poemarios.

De Arenas, Alfonso Espitia Huerta señala: “Es un joven sonriente y amigable. Vive como todos los jóvenes prendido a la angustia de nuestro tiempo. Pero con su espíritu sagaz y fino evade las situaciones sombrías y sonríe buscando los ángulos humorísticos de la vida cotidiana, monótona y pueblerina... con su pluma ágil mueve la palabra jugando con ella, y en sus manos las letras, con su vaivén prosódico, danzan optimistas; se encienden las vocales, y las consonantes, con su suave música, las acompañan...”.

Nocturno Estudiantil

Lenta la media noche se encamina
por el rumbo precioso de otra aurora
sin eludir paisajes de rutina
que otras veces la luna le decora;
la hora secular del alma en pena
en el lejano campanario suena.
El que estudia los astros ve la noche
de manera distinta que el minero
que no sabe de estrellas en derroche
viviendo en las tinieblas prisionero;
de su garganta nacerá la herida
que lentamente le hurtará la vida.
Juntos están los libros y los temas
constantes los trabajos y los días,
revelados y ocultos los teoremas,
ya caduca, ya nuevas las teorías;
en el silencio de mi estancia vuela
un extraño rumor que me desvela.
Pendientes los minutos al repaso
de la antigua lección, marcada cita,
detienen la atención viniendo al caso,
el recuerdo de aquella muchachita
que a mi pasión y soledad temprana
abrió su corazón y su ventana.
Atisbo de las horas de alegría
en que canta la voz de la cigarra,
entre el humor del brindis la poesía
-intermedio de llanto la guitarra-
en tanto el humo del cigarro crece
y en el cielo del bar desaparece.
La página de un libro siempre abierto,
el diez de la lección bien aprendida,
las tardes que acudimos al concierto,
primavera que vió su despedida...
recuerdos son que a mi memoria acuden
y como al tronco el viento la sacuden.
Acusemos las horas fugitivas,
mías algunas, las demás ajenas,
caravanas de sombras transitivas,
acuden al recuento de mis penas;
así escribía cuando gota a gota
sonó la lluvia de mi vidriera rota.
¿Quién que es, que ha sido o fué romántico
penetrado su ser por fina gubia,
no iniciara su rima con el cántico:
llovió en mi corazón cuando la lluvia?
Viajen mis sueños por las nubes grises
de poemas oscuros aprendices.
Mejor será no recurrir al verso
y solamente repasar olvidos,
escribir de las cartas al reverso,
retocar los retratos preferidos,
acariciar los libros del estante,
remover los escombros del instante.
Después, cuando la lluvia rumorosa
lave conciencias, torres y calzadas,
resolver la emoción en limpia prosa
diciendo de las horas no olvidadas
y sin pensar que la nostalgia existe
simplemente escribir: ya no estoy triste.

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