¡No moriré del todo, amiga mía! De mi ondulante espíritu disperso, algo en la urna diáfana del verso, piadosa guardará la poesía.
¡No moriré del todo! Cuando herido caiga a los golpes del dolor humano, ligera tú, del campo entenebrido levantará al moribundo hermano.
"Tal vez entonces por la boca inerme que muda aspira la infinita calma, oigas la voz de todo lo que duerme
con los ojos abiertos de mí alma.
Mondos recuerdos de fugaces días, ternezas tristes que suspiran solas, pálidas, enfermizas alegrías sollozando al compás de las violas...
Todo lo que medroso oculta el hombre se escapará, vibrante, del poeta, en áureo ritmo de oración secreta que invoque en cada cláusula tu nombre.
Y acaso adviertas que de modo extraño
suenan mis versos en tu oído atento, y en el cristal, que con mí soplo empaño, mires aparecer mi pensamiento.
Al ver entonces lo que yo soñaba,
dirás de mi errabunda poesía: era triste, vulgar lo que cantaba... mas ¡qué canción tan bella la que oía!
Y porque alzo en tu recuerdo notas del coro universal, vivido y almo, y porque brillan lágrimas ignotas en el amargo cáliz de mí salmo;
porque existe la Santa poesía y en ella irradias tú, mientras disperso átomo de mi ser esconda el verso ¡no moriré del todo, amiga mía!
Manuel Gutiérrez Najera
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