“¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras Ti clamando,
y eras ido”.
Y bajé la montaña
y me perdí en la montaña,
y bajé hasta el arroyo
y ahí me encontré con la noche.
Cansado pude acostarme
al murmullo del agua
y dormir bajo un cielo sin estrellas...
Siento que han pasado muchas horas
he continuado hacia abajo
por donde corre el arroyo,
tropezándome
sangrándome los pies y las rodillas,
alguna vez la cara...
y la noche continúa
con la obscuridad de una cueva
sin fondo y salida.
Gritaba casi desesperadamente
y gritaba porque mi corazón me decía
que Tú escuchabas...
Pero, sólo oía mi eco,
mi sollozo, mi tristeza...
Y continúa la noche
como un eclipse solar eterno.
Pero en medio de mis lágrimas
no dejaré de sonreír,
porque tengo la esperanza de encontrarte.
En el bosque que no es de cedros,
ni de pinos, ni de táscates
sino de abrojos, cactus y cardos,
todo un breñal;
todos obstruyéndome el camino
en el que te busco.
en medio de casi una angustia
desesperada e irresistible...
¿Adónde te escondiste, Amado?
¿No ves mis pies desgarrados
por los guijarros del camino?
¿No ves todo mi cuerpo herido
en esta noche sin consuelos,
de consuelos que no quiero,
si no son los tuyos?
¿Cómo quieres que te llame
para que vuelvas a ser
una chispa en medio de mi oscuridad;
Amado, y me dejaste con gemido?
como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras Ti clamando,
y eras ido”.
Y bajé la montaña
y me perdí en la montaña,
y bajé hasta el arroyo
y ahí me encontré con la noche.
Cansado pude acostarme
al murmullo del agua
y dormir bajo un cielo sin estrellas...
Siento que han pasado muchas horas
he continuado hacia abajo
por donde corre el arroyo,
tropezándome
sangrándome los pies y las rodillas,
alguna vez la cara...
y la noche continúa
con la obscuridad de una cueva
sin fondo y salida.
Gritaba casi desesperadamente
y gritaba porque mi corazón me decía
que Tú escuchabas...
Pero, sólo oía mi eco,
mi sollozo, mi tristeza...
Y continúa la noche
como un eclipse solar eterno.
Pero en medio de mis lágrimas
no dejaré de sonreír,
porque tengo la esperanza de encontrarte.
En el bosque que no es de cedros,
ni de pinos, ni de táscates
sino de abrojos, cactus y cardos,
todo un breñal;
todos obstruyéndome el camino
en el que te busco.
en medio de casi una angustia
desesperada e irresistible...
¿Adónde te escondiste, Amado?
¿No ves mis pies desgarrados
por los guijarros del camino?
¿No ves todo mi cuerpo herido
en esta noche sin consuelos,
de consuelos que no quiero,
si no son los tuyos?
¿Cómo quieres que te llame
para que vuelvas a ser
una chispa en medio de mi oscuridad;
rescoldo encontrado en el camino;
un ocote encendido y abandonado
en la miseria de mi destierro;
una antorcha que anuncia
la entrada a un pueblo chico;
fuego y calor en el hogar?
por fin, una aurora,
anuncio de mil colores
que me diga que estás por llegar,
Tú, mi sol,
mi fuego, mi roca, mi fortaleza,
mi sostén, mi vida...
Tú sabes que si esta noche se alarga,
una ausencia tuya,
me moriré más pronto.
Tú fuiste el que me ayudaste
a llegar a evangelizar
a aquellos pueblos que estaban detrás
de las montañas azules.
Antes pude cantar:
“Colina azul”
donde te encontré
y me enamoré
y fui feliz.
Pero, ¿Cuándo terminará esta noche
de soledad, de insomnio, de tristeza,
y de esperanza?
-Hasta poseerte plenamente-
o famélico dejarme tumbado en cualquier
parte de la montaña;
o seguir por el camino solamente
porque lleva hacia arriba;
pero, sobre todo,
porque Tú puedes hacerte
encontradizo en cualquier parte.
¿Cuándo podré cantar:
“¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada...!”
Quiero ser como Tú
otro crucificado;
tener los brazos abiertos
para recibirlos a todos:
a los débiles, a los pobres,
a los desamparados de la vida,
a los enfermos...
Quiero tener como Tú las manos clavadas,
para no dejar de hacer el bien;
los pies destrozados,
para no dejar de caminar
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un ocote encendido y abandonado
en la miseria de mi destierro;
una antorcha que anuncia
la entrada a un pueblo chico;
fuego y calor en el hogar?
por fin, una aurora,
anuncio de mil colores
que me diga que estás por llegar,
Tú, mi sol,
mi fuego, mi roca, mi fortaleza,
mi sostén, mi vida...
Tú sabes que si esta noche se alarga,
una ausencia tuya,
me moriré más pronto.
Tú fuiste el que me ayudaste
a llegar a evangelizar
a aquellos pueblos que estaban detrás
de las montañas azules.
Antes pude cantar:
“Colina azul”
donde te encontré
y me enamoré
y fui feliz.
Pero, ¿Cuándo terminará esta noche
de soledad, de insomnio, de tristeza,
y de esperanza?
-Hasta poseerte plenamente-
o famélico dejarme tumbado en cualquier
parte de la montaña;
o seguir por el camino solamente
porque lleva hacia arriba;
pero, sobre todo,
porque Tú puedes hacerte
encontradizo en cualquier parte.
¿Cuándo podré cantar:
“¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada...!”
Quiero ser como Tú
otro crucificado;
tener los brazos abiertos
para recibirlos a todos:
a los débiles, a los pobres,
a los desamparados de la vida,
a los enfermos...
Quiero tener como Tú las manos clavadas,
para no dejar de hacer el bien;
los pies destrozados,
para no dejar de caminar
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