Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

sábado, 28 de enero de 2012

Bibliografía


Julio Ituarte
(1845-1905)
Compositor folklórico

Nació en la ciudad de México el 15 de mayo de 1845 y murió en la misma capital en el año de 1905. Según Baqueiro Foster, su biógrafo, los primeros maestros de Ituarte fueron don José María Oviedo y don Agustín Balderas. Más tarde, por sus rápidos conocimientos pasó a recibir las enseñanzas de don Tomás León, considerado como el mejor pianista y el maestro número uno de su tiempo. La primera presentación pública resonante de Julio Ituarte fue cuando tenía catorce años, en un concierto celebrado el año de 1859 e el Teatro Nacional, a beneficio del compositor Cenobio Paniagua, autor de la ópera Catalina de Guisa, en el cual tocó al lado de los más distinguidos profesores de la época.

Con don Tomás León, Ituarte aprendió mucho en relación con la técnica del instrumento; pero no así en cuanto a la interpretación, pues nunca estuvo conforme con la manera rígida y seca del maestro. Él quería encontrar en el piano mayor suavidad y dulzura, cuando fuera necesario, y pasar de un estado al otro mientras tocara, para tornar humanas y emotivas las otras. Y al escuchar a Lapuente, u pianista español, encontró que eso era lo que él anhelaba, por lo que se acercó al músico en busca de consejo, que el virtuoso extranjero le negó, como secreto profesional.

En 1866 se cumplieron al fin sus deseos, pues otro pianista español, Gonzalo Núñez, que igualmente le impresionara por su forma de tocar, se brindó con generosidad para enseñarle su técnica. Ocho y hasta diez horas de estudio en el piano fueron su tarea diaria cuando tenía veintiún años de edad. Y para compenetrarse mejor del secreto de las obras que ejecutaba, estudió composición con el maestro Melesio Morales. Así pudo abordar el repertorio de los pianistas de altura de ese tiempo: Thalberg, Prudent, Golschalk y Dholer. Debido a su pulcritud en el vestir, su carácter llano y afable, y sobre todo su capacidad profesional, le abrieron las puertas de los grandes salones, y la aristocracia lo aceptó en su seno.

Entonces el pianista comenzó a componer, y produjo obras grandiosas como La Tempestad, La Aurora y El Artista muere, fantasías que se sumaron a sus obras originales para piano, descendiendo hasta la transcripción de óperas y zarzuelas como Aida, Marina y La Tempestad. Un día tuvo la idea de aprovechar la música popular de México para hacer las fantasías en boga, e hizo un caprichoso concierto que tituló Ecos de México, con sones como El Palomo, Las Mañanitas, El Guajito, etcétera. Su innovación causó agradable sorpresa entre el público, y fue bien aceptada.

Entonces, Ituarte en los salones de la alta sociedad, y Ríos Toledano con su banda de música militar, hicieron llegar al sentimiento del pueblo la belleza de aquellos sones que embelesaban al público y habían sido el deleite de muchas generaciones. Los Ecos de México se tocaron con placer hasta los diez primeros años del siglo XX, y la gente escuchaba extasiada, cómo se tocaban a la manera de la música sinfónica, sones tan conocidos y apreciados como El Perico, Los Enanos, El Butaquito y los jarabes. Así fue como empezó el nacionalismo de la música en México.

Tomada del Libro: “Músicos Mexicanos” de Hugo de Grial

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