Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

sábado, 9 de abril de 2011

Poesía: Cristo

Mi creencia es Jesús, el betlehemita,
El Hijo de la Virgen israelita,
Jesús, el de castaño y grácil pelo,
el de los ojos tristes, como el cielo
trasparente y azul de Galilea.
Aquel cuyas palabras de consuelo
son más dulces que el ámbar que gotea
de los sacros panales del Carmelo.

Amo a aquel Pescador de Palestina,
que arrojaba la red de su doctrina
tejida de celestes claridades,
junto al pobre lagar del campesino,
del monte en las augustas soledades,
a la sombra del árbol del camino
y a la orilla del Mar de Tiberiades.

Amo a aquel Buen Pastor, paciente y bello,
que conduce amoroso sobre el cuello
a la ovejilla sin redil ni avena.
Al Jesús que al hipócrita condena
con ceño adusto y con la voz airada.
Al que en la Cruz divinizó la pena
y al que al rayo de amor de su mirada
prosternó ante sus pies a Magdalena.

Al que calmaba el noto y el violento
trajín del mar, que al látigo del viento
se hinchaba de furor, como una fiera,
mientras que, entre la obscura ventolera,
deslizaba su planta luminosa
sobre el férvido mar, como si fuera
el vuelo de una blanca mariposa
sobre el trébol en flor de la pradera.

Amo al Mártir del Gólgota, al Divino
Maestro, al melancólico Rabino
que, al cielo vuelta su inefable mano,
nos mostró, tras las nubes del arcano,
el País de las Bienaventuranzas;
y al que al erial del corazón humano
arrojaba estas dulces esperanzas,
igual que al surco el sembrador su grano:
"¡Ten fe, como la lámpara su llama!
¡Doma tus odios!, ¡ama al que no te ama!
¡Inquiere para orar el más umbroso
rincón del templo! ¡Al que te hirió alevoso,
muéstrale sin rencor tu otro carrillo!
¡Si tu ojo fuere cándido y sencillo,
tu cuerpo será luminoso!"…

A veces, cuando mi alma se debate
en el dolor, y queda en el combate
como un soberbio gladiador romano
-sin pedir compasión, porque es en vano-,
pasa Cristo, y su bálsamo y su vino
derrama en mis heridas con su mano,
y luego me levanta del camino
con el amor del Buen Samaritano.

Cuando la duda sin piedad me azota
y va mi fe como barquilla rota
sacudida por ímpetu violento;
cuando en el fondo de mi pecho siento
extinguirse el vigor de la esperanza,
irradiando majestad, tranquilo y lento,
Cristo hacia mí por sobre el mar avanza,
y se calman el piélago y el viento.

Cuando, acogido en mi interior, razono,
y en medio del horror de mi abandono
el alma siento de piedad sedienta;
la fe del Hijo Pródigo me alienta,
y a través de la noche del olvido
torno a Jesús con ansiedad violenta,
como el pájaro errante busca el nido,
cuando estalla el furor de la tormenta!

¡Oh, Jesús, resucítame: estoy muerto
para el bien! ¡Soy un náufrago; sé el puerto!
¡Soy cautivo!: ¡quebranta mi condena!
¡Soy tempestad!: ¡mi espíritu serena!
¡Tengo sed: sé tú el agua de mi fuente!
¡Y déjame, oh, Jesús, en toda pena
sobre tu pecho reclinar mi frente,
como a Juan en la noche de la cena!...

J B

3 comentarios:

Jose Ma. Parga Limón dijo...

Hermosísimo poema "Cristo", me gustaría saber quien es el autor, y en qué libro fué publicado. (Sé que lo tomaron de una revista, pero me gustaría saber sobre el libro de donde lo tomó la revista)
Agradeceria mucho la información.

palako dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Quien es el autor de esta hermosa poesia

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