Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

miércoles, 11 de abril de 2012

Reflexiones

Necesito de Él

Necesito de Él
lo necesito
porque sin Él soy nada
de lo que soy
me dió la vida
me da el sustento
me ha dado todo
de lo que soy
cómo no amarlo
si es mi Dios.
Necesito de Él
de su presencia,
necesito de Él
para existir
más que del aire
más que del agua
más que la Tierra
más que del Sol
de Él, necesito
para vivir.
Necesito de Él
porque me ama
porque me cuida siempre
de todo mal
si soy su hijo
y me perdona
y me da otra
oportunidad
Oh, Jesucristo
cuánta bondad.
Necesito de Él
hasta la muerte
y después de esta vida
todavía más
porque la vida
nunca se acaba
y después sigue
la eternidad,
con Dios tendremos
Felicidad.

R H R

Testimonios de Cristo Resucitado
42 Años de Heroico Sacerdocio en la Cárcel
Padre Anton Luli S.J., albanés

“Bendigo al Señor, que a mí, su pobre y débil ministro, me ha dado la gracia de permanecer fiel durante una vida de prácticamente marcada por las cadenas. Sólo su gracia podía hacer esto. Acababa de ser ordenado sacerdote cuando a mi país, Albania, llegó la dictadura comunista y la persecución religiosa más despiadada. Algunos de mis hermanos en el sacerdocio, después de un proceso lleno de falsedades y engaño, fueron fusilados y murieron mártires de la fe. Así celebraron, como pan partido y sangre derramada por la salvación de mi país, su última Eucaristía personal. Era el año 1946.

A mí el Señor me pidió, por el contrario, que abriera los brazos y me dejara clavar en la cruz y así celebrara, en el ministerio que me era prohibido y con una vida transcurrida entre cadenas y torturas de todo tipo, mi Eucaristía, mi sacrificio sacerdotal.

El 19 de diciembre de 1947 me arrestaron con la acusación de agitación y propaganda contra el gobierno. Viví diecisiete años de cárcel estricta y muchos otros de trabajos forzados. Mi primera prisión, en aquel gélido mes de diciembre en una pequeña aldea de las montañas de Escútari, fué un cuarto de baño.

Allí permanecí nueve meses, obligado a estar agachado sobre excrementos endurecidos y sin poder enderezarme completamente por la estrechez del lugar. La noche de Navidad de ese año -¿cómo podía olvidarla?- me sacaron de ese lugar y me llevaron a otro cuarto de baño en el segundo piso de la prisión, me obligaron a desvestirme y me colgaron con una cuerda que me pasaba bajo las axilas. Estaba desnudo y apenas podía tocar el suelo con la punta de los pies. Sentía que mi cuerpo desfallecía lenta e inexorablemente. El frío me subía poco a poco por el cuerpo y, cuando llegó al pecho y estaba para parárseme el corazón, lancé un grito de agonía. Acudieron mis verdugos, me bajaron y me llenaron de puntapiés. Esa noche, en ese lugar y en la soledad de ese primer suplicio, viví el sentido verdadero de la Encarnación y de la cruz.

Pero en esos sufrimientos tuve a mi lado y dentro de mí la consoladora presencia del Señor Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, a veces, incluso, con una ayuda que no puedo menos que definir “extraordinaria”, pues era muy grande la alegría y el consuelo que me comunicaba.

Pero nunca he guardado rencor hacia los que, humanamente hablando, me robaron la vida. Después de la liberación, me encontré por casualidad en la calle con uno de mis verdugos: sentí compasión por él, fuí a su encuentro y lo abracé.

Me liberaron en la amnistía del año 1989. Tenía 79 años.

Ésta experiencia sacerdotal en todos estos años; una experiencia, ciertamente muy particular con respecto a la de muchos sacerdotes, pero desde luego no única: son millares los sacerdotes que en su vida han sufrido persecución a causa del sacerdocio de Cristo. Experiencias diversas, pero todas unificadas por el amor. El sacerdote es, ante todo, una persona que ha conocido el amor; el sacerdote es un hombre que vive para amar: para amar a Cristo y para amar a todos en Él, en cualquier situación de vida, incluso dando la vida”. (Religionenlibertad.com)

Existe un cortometraje que vale la pena ver porque nos invita a revalorar hoy la persona del sacerdote http://youtu.be/ym2vbroDFJ.

Tomado de la Revista Católica “Inquietud Nueva”

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