Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

martes, 6 de marzo de 2012

Bibliografía

Cayetano Bernal

Cayetano Bernal nació en Puruándiro el 7 de agosto de 1818, tras una espectacular fuga de su casa paterna a la Ciudad de México, ingresó en el Seminario Tridentino, en donde hizo sus estudios profesionales titulándose en el año de 1847. Desempeñó el cargo de juez en La Piedad y allí murió el 17 de marzo de 1850.

desde su juventud fué considerado como un gran poeta; y aunque su obra no es muy vasta, ha dejado un gran legado como el poema que aquí he presentado: Una Noche de Luna en la Calzada, poema que desarrolla contemplado el paraje de la calzada de Guadalupe en la ciudad de Morelia; el poeta filosofa sobre el triste destino humano y la fugacidad de la vida; la belleza humana caduca y nuevas generaciones irán a suspirar al mismo sitio en una cadena sin fin. Este solo poema basta para consagrar a Bernal como uno de los grandes poetas michoacanos:

Una Noche de Luna en la Calzada

Salve, sitio feliz, asilo amado,
donde de calma y de inquietud se goza,
de punzante dolor atormentado
rehuyó la ciudad fastidiosa,
y bajo de este techo
de entretejidas y frondosas ramas,
al través de las cuales paso estrecho
hallé y tan sólo, majestuosa luna,
algunos de los rayos misteriosos,
que lánguida derramas;
olvidando reveses dolorosos
de contraria fortuna,
aquel alivio buscaré que siente
el que afligido de profunda pena
desvía la vista de su mal presente
y en pensamientos vagos se enajena.
Al escuchar de la armoniosa lira
el dulce tono que los aires hiende,
cuando en feliz concierto
a la flauta sonora,
de una voz argentina
se admira el dulce canto,
en entusiasmo puro
¿qué alma no se enciende?
¿Qué pechó enternecido no suspira?
Y en tan triste silencio
la imagen de la dicha seductora
no le tiende su mano protectora,
no le tiende sus brazos halagüeños
en medio de delirios y de ensueños.
¡Lugar privilegiado,
cuántos encantos a mi vista ofreces,
y cuán grato y hermoso me pareces!
Esa luna que mustia te ilumina,
los fresnos corpulentos
mecidos blandamente;
los plácidos olores
de las tempranas flores;
las jóvenes hermosas
que se entregan a juegos inocentes,
o en palabras honestas, candorosas,
aquel fondo descubren de ternura
que liberal les encendió natura.
Mas ¡ay! que las ardientes,
las fugitivas horas,
las horas de placer vuelan veloces;
y las voces sonoras
en ingratos acentos
trueca la edad severa,
y tras la primavera
los hielos vienen del invierno cano.
¡Triste destino humano!
Seis lustros antes de ahora,
diversa juventud, otros encantos,
este fresco lugar hicieron:
y ya desaparecieron al soplo leve de la muerte dura.

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