Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

martes, 6 de marzo de 2012

Libro

HISTORIA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA

La Música Norteña
Un poco de historia (continuación)

En 1836, los colonos texanos lograron su independencia después de vencer al ejército del general Santa Anna. Lo demás es historia de sobra conocida; en 1848, a raíz del triunfo intervencionista de Estados Unidos, México se vió obligado a ceder Nuevo México, Alta California y Texas. En 1853 Santa Anna vendió La Mesilla y en 1860 la guerra de secesión estadounidense provocó la emigración de un gran número de personas de diversas nacionalidades.

Todos estos movimientos de población podrían explicar por qué en el norte de México se cultiva un género musical que utiliza acordeón y tiene cierta similitud con el estilo sureño de Estados Unidos, junto con ciertos rasgos heredados de estilos europeos, alemanes o suizos. Polkas y redovas fueron géneros también ampliamente practicados en ambos lados de la nueva frontera. No habría qué perder de vista que la influencia existió en ambas direcciones y el influjo de las costumbres y gustos mexicanos prevaleció durante mucho tiempo en los estados sureños recién anexados.

durante la Revolución, nuevamente fué el norte de la república el escenario del ir y venir de tropas y pobladores. El porfirismo recibió sus primeras derrotas en el norte (Chihuahua, Casas Grandes, Ciudad Guerrero). Los sucesos revolucionarios se cantaron por toda la república en forma de corrido y de esa manera, en la segunda década del siglo xx, el corrido fué el género musical que el pueblo antepuso a los estilos de origen europeo que ya se practicaban en los estados norteños, integrándose también al repertorio de esas regiones.

A partir de los años treinta, el asentamiento de la música campesina y tradicional en el recién creado género ranchero fué otra influencia definitiva en la música norteña. En la actualidad un nuevo movimiento de influencia mexicana se ha iniciado hacia Estados Unidos, al tomarse la música de características norteñas como una bandera del movimiento chicano.

Este estilo un tanto híbrido que surge del choque de tres géneros de música popular; la tradicional música norteña, la música ranchear y el rock de Estados Unidos, se ha convertido en un importante vehículo de expresión de la población chicana.

Dotación Instrumental

La instrumentación del grupo típico norteño –al igual que la chamarra de cuero y el sombrero de ala ancha- es my similar a la que se usa en el suroeste de Estados Unidos y en Texas principalmente: acordeón, bajo sexto, guitarra y voz. El contrabajo europeo, transformado en un instrumento más pequeño y encordado en nylon, recibe el nombre de tololoche. Como instrumento de percusión, además del indispensable taconeo o zapateo, se utiliza la redova, cuya función rítmica tiene una cercana similitud con el washboard (tabla de lavar) utilizada antiguamente en el blues. .

Su origen se remonta a China, de donde fué llevada a la zona fronteriza del norte durante las inmensas y constantes migraciones chinas de fines del siglo XIX y principios del XX. Es un instrumento de madera hueca que se percute con baqueta y se cuelga de la cintura, y el arte de quien lo toca consiste en bailar simultáneamente el típico zapateado norteño de punta y talón, o “taconazo”.

Grupos como Los Alegres de Terán, el dueto Los Relámpagos, el Piporro, Las Potranquitas del Norte, Los Broncos de Reynoso o Los Tigres del Norte han difundido comercialmente la música norteña en toda la república.


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Los Grandes Éxitos del Teatro de Revista

En México han existido tradicionalmente una estrecha relación entre la canción y el escenario. Desde los tiempos de la Colonia, muchas de las canciones de moda llegaron a México principalmente como música de teatro. Baste recordar cómo a finales del siglo XVII centenares de estas canciones se incluían en las obras teatrales conocidas con el nombre de tonadillas.

La tonadilla fué una especie de comedia musical primitiva muy popular en Madrid hasta principios del siglo XIX, que intercalaba canciones entre los diferentes actos de la pieza. Su evolución natural la convirtió en una ópera cómica muy corta, cuya duración no pasaba de los treinta minutos. Miles de partituras jamás publicadas y que reposan en el olvido de archivos y bibliotecas son testigos de su pasada gloria, así como de la sobreabundancia del género.

Recordemos al azar los nombres de algunas tonadillas de mediados del siglo XVIII que se presentaron en el Teatro Coliseo de México: “México adorado”, “El paseo de Ixtacalco”, “La solterita”, etcétera. Desgraciadamente, la calidad de aquella música y las canciones utilizadas permanecen en el incógnito. Lo más probable es que sobre todo se tratase de canciones de moda o elaboradas para la ocasión. Aun así, conocidas a medias, no debería subestimarse la importancia de la tonadilla para el desarrollo de la canción mexicana ya que, según Vicente T. Mendoza, los rasgos melódicos y giros peculiares de la canción, derivan en buena parte de los estilos musicales imperantes en la tonadilla.

Otro género de mucha importancia es la evolución de la canción mexicana fué la zarzuela que, a pesar de su procedencia agudamente hispana, logró adaptarse al ambiente mediante la adopción de motivos locales y la exitosa recreación de una atmósfera regional. Por ese motivo llegó a ser en México uno de los géneros preferidos y, con el correr del tiempo, marcó el apogeo de los teatros de “género chico”, especializados en estas especies de operetas encogidas en un solo acto.

El primer centro de producción de zarzuelas netamente mexicanas fué el teatro María Guerrero; sus empresarios Juan y Felipe Lelo de Larrea, a más de organizar un concurso para autores del país (1907), adquirieron el compromiso de presentar semanalmente una zarzuela compuesta por un autor nacional. De esta manera, los patriotas empresarios concretaron un movimiento de autores del llamado “género chico” en contra del monopolio español de la zarzuela. Tras estos inicios independentistas resultó natural que comenzara una serie de “noches mexicanas” en la que sólo se presentaron obras de autores del país. en esa serie destacó “la onda fría” de Pepe Elizondo con música de Barrueco Serna y la presencia de las famosas tiples Paquita y Emilia Cirés.

En 1908 abundaban ya las pequeñas piezas de autores nacionales que cubrían los estrenos de los teatros de barriada, aunque la zarzuela española insertada muy dentro de las costumbres porfirianas era considerada por el público como el más digno espectáculo para familias que pudiera desearse.

Es por eso que al cobrar fuerza y popularidad entre las clases media y baja las obritas del “género chico”, intelectuales puros como el poeta Luis G. Urbina pusieran el grito en el cielo publicando un anatema que reproduciremos en el próximo número de nuestra revista.

(continuará…)

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