Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

jueves, 16 de agosto de 2012

Libro

HISTORIA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA

El Radio
(continuación)

El discurso inaugural de la orgullosa “Voz de América Latina desde México” no dejaba lugar a dudas: “su alcance, claridad y transparencia le permitirían ser la fuerza impulsora de cultura más allá de nuestras fronteras”. (La noche de su concierto inaugural llegó un reportaje telefónico de San Antonio, Texas, que comprobaba que había un auditorio atento a la transmisión.) “Personalidades distinguidas han designado a nuestro país el puesto de abanderado en el desenvolvimiento cultural del continente; acá se han hecho los ensayos ideológicos más importantes.

Ahora el afán de nacionalismo adquiere un sentido de cultura netamente mexicana. Nuestra música, nuestras canciones son nuestras y tienen contenido de nuestro propio espíritu. Y si manifiesta lo que nuestro espíritu es, es necesario que vaya más allá de nuestras fronteras. Es necesario que se diga en otros pueblos: Así canta el alma torturada de México”. En el programa inaugural de la XEW participaron sólo artistas de fama tan reconocida como Ortiz Tirado, el tenor Juan Arvizu, Josefina Chacha Aguilar, la Marimba Chiapaneca de los Hermanos Foquez, la Orquesta Típica de Policía de Miguel Lerdo de Tejada, el compositor Jorge del Moral, Néstor Mesta Chayres, Ana María Fernández y Agustín Lara.

La historia demostraría que ese “destino manifiesto” de la XEW, aunque había sido un tanto exagerado, demostraba conciencia de las amplias posibilidades de difusión. Durante los años treinta, multitud de intérpretes y cantantes difundieron a través de la radio miles de canciones que, si bien no siempre expresaban “el alma torturada de México”, demostraban las muchas facetas, influencias y modalidades de la canción mexicana. En sus programas encontró acogida tanto la nueva canción ranchera: trío Tariácuri, trío Calaveras, Lucha Reyes, trío Garnica-Ascencio, como la canción romántica: Lara, Curiel, Grever o Cárdenas, interpretada por los Hermanos Martínez Gil, Fernando Fernández, Juan Arvizu, las Hermanas Landín, las Hermanas Águila y hasta un regionalismo adaptado a las necesidades radiofónicas representado por Los Costeños, Los Cancioneros del Sur, el trío Calaveras, Los Vaqueros, etcétera.

En efecto, la difusión de los programas radiados por XEW iba mucho más allá de las fronteras de la ciudad de México. Se escuchaba en provincia, en Cuba y en Sudamérica. Como resultado de esa difusión y atraídos por el vellocino de oro de la transmisión multiplicadora, a más de una popularidad y sueldos que se creían espectaculares, comenzaron a llegar al Distrito Federal músicos y cancioneros de todas las regiones de México. Algunos encontraron acomodo en la XEW o en alguna de las estaciones menores, otros en el teatro de revista, en tanto que la mayoría terminó vagando por calles y mercados. Así llegaron a la capital los primeros sones mariachis, los sones de Veracruz, los huapangos, las canciones de Yucatán y las chilenas de Guerrero. Atraídos por el auge radiofónico arribaron también a México numerosos artistas extranjeros con su equipaje de congas, rumbas, puntos guajiros y tangos.

Los compositores comerciales de la XEW no se hicieron esperar. En 1938 se inauguró la XEQ con un programa más bien ecléctico: el barítono Ramón Vinay, los Ecos de la pampa con la orquesta de Juancito López, el cubano Sergio de Karlo con sus canciones “Flores Negras” y “La Última rumba”. Dentro de los mexicanos destacaba Lola Cárdenas, Lupe Acevedo, la compositora y pianista Consuelo Velázquez, Guillermo Álvarez, Carlos Puig y Amparo Montes.

El último intento del Estado por recuperar el control de la radio fué la creación de la radiodifusora XEFO del Partido Nacional Revolucionario denominada Radio Nacional de México. Puesta al servicio de la ideología renovadora y además de la propaganda de la doctrina del partido, la flamante estación tenía entre su elenco a artistas de la talla de Pedro Vargas, Lerdo de Tejada, Alfonso Esparza Oteo, sin contar con grupos debutantes como el dueto Mixteco y el dueto Los Mayab. Por sus micrófonos actuaron el trío Calaveras, Carlos Mejía, y las boleristas Victoria Grajeda Gómez y Chela Campos.

En 1946, al desaparecer el PRM y sustituirse por el actual PRI, la difusora estatal se esfumó y dejó la radiodifusión en manos de la iniciativa privada. Para el año 1942, el negocio de la radio era fuertemente competitivo, pero aún era posible la creación de una difusora como Radio Mil con los lineamientos de las antiguas radiodifusoras, es decir, transmisiones en vivo y con buena cantidad de artistas locales como Emilio Tuero, Ana María González, Cuco Sánchez, etcétera.

La expansión nacional de la radio se inició con la creación de la primera cadena, la Radio Continental. A ella siguió La Cadena Azul, formada por la XEQ y catorce estaciones de provincia. Poco a poco la constitución de los programas se fué transformado para dar primacía a los programas grabados y anuncios comerciales. Muy pronto, los programas con música viva serían objeto de “programadores especiales”.

Los programas en vivo más cotizados de los años cuarenta fueron el programa Verde y oro de la XEW con Manolita Saval, el programa de Canels con Ferrusquilia, Panseco, la orquesta de Ernesto Riestra y el trío Durango; el programa Casinos Imperial de México con Tin-Tán, Marcelo Chávez, la orquesta de Everett Hoagland y Chela Campos; Cantares de mi tierra con Manuel Medel. En 1951, un nuevo grupo compró 85% de las acciones de Radio Mil, con lo que se aceleró el proceso de “uniformación”; la mayoría de los programas se elaboraría con música grabada y sólo quedarían programas honoríficos como Así es mi tierra (1945-1951), dedicado a homenajear a los compositores de otras generaciones: Barcelata, Palmerín, Bermejo, Esperón, etcétera.

A fines de los años cuarenta, la decadencia de la radio era tan notoria el descontento del público tan grande, que en una celebérrima polémica periodística del año 49 sobre la decadencia de la canción mexicana, las mayores críticas y reproches se las llevó la radio. Los ataques publicados, más que una acusación concreta, eran una protesta por la habitual falta de imaginación de programas. “La radio había terminado con la canción mexicana”. Las radiodifusoras eran las culpables de que se “pervirtiera el gusto estético musical porque daban a conocer lo peor de la producción, afirmando enfáticamente por medio de sus locutores que se trataba de lo mejor”.

El musicólogo Gabriel Saldívar expresaba: “Los fieles intérpretes calurosamente elogiados por los radiolocutores son el instrumento de que se valen los compositores para dar a conocer su inspiración que es el resultado de las monedas recibidas a cambio de un contrato para entregar tantas o cuantas ‘canciones mexicanas’ a plazo determinado”. El malestar era general: según sus críticos la radio había coadyuvado a la decadencia de la canción mexicana. Cuando Alonso Sordo Noriega creó la XEX en 1947, se hacía eco a una alarma general por la “procacidad” creciente de las letras de las canciones.

La estación que se preciaba de “entrar a los hogares con un acento de dignidad y decencia, desterrando todo lo innoble que pueda manchar la pureza de nuestros hijos o el recato de nuestras esposas” expidió a los pocos días de inaugurada una “lista negra” de canciones que no podían escucharse a través de sus micrófonos. He aquí la inofensiva lista: “La última noche”, “Diez minutos más”, “Tú ya no soplas”, “Juan Charrasqueado”, “Aventurera”, “El hijo desobediente”, “Pecadora”, “Toda una vida”, “Frío en el alma” y “Traigo mi 45”. Los años cincuenta marcaron el final del apogeo de la radio; al aparecer la televisión, las difusoras se concretaron cada vez más a ofrecer programas de música grabada, más baratos de producción.

(continuará…)

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