José Antonio Alvarado Zavala
José Antonio Alvarado Zavala nació en Zacapu hacia el año 1930. Sus estudios primarios los realizó en su tierra natal, en donde poco a poco fué descubriendo su amor a las letras. Sus estudios superiores los realizó en la Facultad de Altos Estudios de la Universidad Michoacana.
En el año de 1969 publicó su libro Habitación sin Muros, en el cual manifiesta su forma de hacer poesía a través de “un lenguaje que rescata signos de humanidad” y “restablece la desgastada magia de las palabras…”
Son famosas, además, las Calaveras de Villaseñor, en las que desfilan personajes famosos y muy conocidos de Jiquilpan.
El Camino Aquel
Amiga mía:
vengo de recorrer el camino aquel
que transitamos juntos. ¿Lo recuerdas?
Polvo y aire…
Ya no son los mismos.
Las canteras perdieron su color natural;
son ahora más rojas,
por vergüenza…
Es lo que algunos dicen.
Otros dicen…
que cambiaron de ideas.
Yo sólo caminaba,
pensaba en el mar
para no recordarte,
mientras la brisa
me mojaba las mejillas.
Amiga mía:
debemos ocultar la ciudad,
su color la hace sospechosa.
Uniformes verdes
marchaban frente a mí,
con ojos asesinos.
¿Recuerdan la vieja fuente?
Me preguntó por ti;
la encontré abandonada,
se bañaba para no aburrirse.
Llantos y gritos de muchachos
golpeaban mis oídos.
Una anciana lloraba y maldecía;
llevaba en su regazo
un hijo muerto.
Las campanas, ¿las recuerdas?
Allá en las torres, en lo alto,
¿recuerdas cómo lloraban,
cómo reían con nosotros?
¿Recuerdas también
cuando reían de nuestro llanto,
como niños malcriados?
Cientos de muchachos
tomaban a dos manos su café de muertos,
y aquella vieja mujer de negro
seguía cubriendo de lágrimas
el Avemaría y acompañando
el Padrenuestro con suspiros.
Yo pensaba en el mar
para no recordarte
y las olas me oprimían la garganta.
Y el parque, ¿lo recuerdas?
La primavera la ha cubierto de rosas;
los árboles mecen en el viento su follaje.
A la sombra del viejo gigante
aún se conserva tu huella.
Y pensaba en el mar
para no recordarte;
parvadas de gaviotas no me dejaban ver,
sólo escuchaban voces
y llantos
y balas asesinas
y cascos de caballos
cada vez más cercanos.
Nuestros viejos amigos
preguntaron por ti. ¿Los recuerdas?
Ellos esperan aún nuestro regreso.
Yo, amiga mía,
pensaba en ti
para salir del mar.
Era el mar
que me hacía recordar;
recordaba que estábamos allí
oprimiendo a dos manos
nuestro café de muertos,
mientras fuera marchaban
los verdes uniformes
con ojos asesinos.
¡Sí!, estábamos allí,
ondeando la bandera,
aquella bandera
que tú no conocías,
que yo nunca había visto,
pero la amábamos,
pero la amamos
por ser nuestra.
Estábamos allí…
con su nuevo nombre propio…
Nuestros viejos amigos
preguntaron por ti,
esperan aún nuestro regreso;
he prometido yo
que volveríamos,
que estaremos ahí,
para juntos izar nuestra bandera,
la que fue nuestra
antes de conocerla.
Que estaremos ahí,
con nuestro nombre propio,
aquel con el que fuimos bautizados
cuando tomábamos.
nuestro café de muertos.
Amiga mía:
vengo de recorrer el camino aquel
que transitamos juntos;
quise no acordarme de ti,
para no estar triste.
Mira mis zapatos
conservan todavía.
el polvo del camino.
Amiga mía:
vengo de recorrer el camino aquel
que transitamos juntos. ¿Lo recuerdas?
Polvo y aire…
Ya no son los mismos.
Las canteras perdieron su color natural;
son ahora más rojas,
por vergüenza…
Es lo que algunos dicen.
Otros dicen…
que cambiaron de ideas.
Yo sólo caminaba,
pensaba en el mar
para no recordarte,
mientras la brisa
me mojaba las mejillas.
Amiga mía:
debemos ocultar la ciudad,
su color la hace sospechosa.
Uniformes verdes
marchaban frente a mí,
con ojos asesinos.
¿Recuerdan la vieja fuente?
Me preguntó por ti;
la encontré abandonada,
se bañaba para no aburrirse.
Llantos y gritos de muchachos
golpeaban mis oídos.
Una anciana lloraba y maldecía;
llevaba en su regazo
un hijo muerto.
Las campanas, ¿las recuerdas?
Allá en las torres, en lo alto,
¿recuerdas cómo lloraban,
cómo reían con nosotros?
¿Recuerdas también
cuando reían de nuestro llanto,
como niños malcriados?
Cientos de muchachos
tomaban a dos manos su café de muertos,
y aquella vieja mujer de negro
seguía cubriendo de lágrimas
el Avemaría y acompañando
el Padrenuestro con suspiros.
Yo pensaba en el mar
para no recordarte
y las olas me oprimían la garganta.
Y el parque, ¿lo recuerdas?
La primavera la ha cubierto de rosas;
los árboles mecen en el viento su follaje.
A la sombra del viejo gigante
aún se conserva tu huella.
Y pensaba en el mar
para no recordarte;
parvadas de gaviotas no me dejaban ver,
sólo escuchaban voces
y llantos
y balas asesinas
y cascos de caballos
cada vez más cercanos.
Nuestros viejos amigos
preguntaron por ti. ¿Los recuerdas?
Ellos esperan aún nuestro regreso.
Yo, amiga mía,
pensaba en ti
para salir del mar.
Era el mar
que me hacía recordar;
recordaba que estábamos allí
oprimiendo a dos manos
nuestro café de muertos,
mientras fuera marchaban
los verdes uniformes
con ojos asesinos.
¡Sí!, estábamos allí,
ondeando la bandera,
aquella bandera
que tú no conocías,
que yo nunca había visto,
pero la amábamos,
pero la amamos
por ser nuestra.
Estábamos allí…
con su nuevo nombre propio…
Nuestros viejos amigos
preguntaron por ti,
esperan aún nuestro regreso;
he prometido yo
que volveríamos,
que estaremos ahí,
para juntos izar nuestra bandera,
la que fue nuestra
antes de conocerla.
Que estaremos ahí,
con nuestro nombre propio,
aquel con el que fuimos bautizados
cuando tomábamos.
nuestro café de muertos.
Amiga mía:
vengo de recorrer el camino aquel
que transitamos juntos;
quise no acordarme de ti,
para no estar triste.
Mira mis zapatos
conservan todavía.
el polvo del camino.
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