Cómo fué encontrado el Ladrón
Mustafá, sabio y rico mercader de damasco, tenía un solo hijo, llamado Saíd, al cual quiso educar con prudencia; pero Saíd confiaba demasiado en un joven armenio que logró engañarlo varias veces sin despertar sospechas. Un día Mustafá y Saíd se vieron obligados a ir a Bagdad por cuestión de negocios.
-¿A quién confiaré mi dinero durante mi ausencia? –se preguntó el mercader.
-A mi amigo, el armenio, desde luego –dijo su hijo. –Es el hombre más honrado de Damasco.
-Muy bien, Saíd –exclamó el padre- por una vez voy a seguir tu consejo.
Dió a su hijo una caja grande y fuerte para que la pusiera al cuidado del armenio, y cuando Saíd volvió se fueron a Bagdad. Dos meses más tarde volvieron a Damasco habiendo ganado una suma considerable de dinero con su negocio.
Fué Saíd en busca del armenio, y pronto regresó muy angustiado.
-Has insultado a mi amigo, -exclamó. Pues no era dinero lo que le has confiado, sino un montón de piedras.
-Dime, hijo mío, ¿cómo has sabido tu honrado amigo que sólo había piedras en mi caja? –preguntó Mustafá.
Debe haber roto las tres cerraduras y esto te probará ahora que yo tenía razón para no confiarle nada de valor. Saíd bajó la cabeza y desde entonces se dejó guiar por los consejos, la sabiduría y la experiencia de su padre.
Los Dos Pajaritos
Una vez, un pajarito iba volando y cantaba alegremente, cuando de pronto sintió un aleteo, miró atrás y vió que venía cerca de él otro pajarito que estaba triste, muy triste.
-¿Qué te pasa? –preguntó bondadosamente el pajarito alegre.
-¡Ah, amigo mío! –dijo el pajarito triste –soy muy desgraciado.
-Cuéntame tus cuitas.
-Te diré. Hace tiempo que busco la dicha y no la encuentro. He revoloteado por todo el espacio, he subido a alturas inconcebibles, he visitado lo más alto de las montañas, y oh, Dios mío! Siempre estoy triste, siempre soy desgraciado... No puedo ser dichoso... La dicha huye de mí al leve susurro de mis alas, como si fuese un terrible espantajo...
-¡Bah! –dijo el pajarito alegre. –¿Crees, tonto, que acaso buscando la dicha la encontrarás? Si estás siempre triste, si eres desgraciado y sufres horriblemente, es porque tú quieres.
-No, eso no –se apresuró a decir el pajarito triste. Yo quiero estar alegre, ser dichoso, pero... ¡si no sé cómo!
-Yo te diré. ¿Ves aquel árbol frondoso que está sobre una loma?
-Sí.
-Pues ve allí. Recoge pajitas del suelo, haz un nido, y pon tus huevos. Después, cuida de ellos, y verás que al poco tiempo salen unos pajaritos muy bonitos. Enséñalos a volar, y de esa manera serás dichoso. Si yo estoy siempre alegre es porque mi abuelito, que era el pájaro más sabio de mi familia, me dijo un día, mientras leía un libraco viejo: “La dicha no se busca, se hace. Ve nieto mío y cuando hayas hecho tu nido, habrás hecho tu dicha”.
El pajarito triste hizo entonces como le dijera su amigo y empezó a reinar en su alma el gozo y la alegría. Qué sólo viviendo como Dios manda y siendo útiles a los demás seres, es como podemos ser dichosos en la vida.
Tomados del Libro “Alma Latina”
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