Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

viernes, 17 de diciembre de 2010

Leyendas

Agárrate Juanito


Corría el año de 1927, los aguaceros de mayo fueron fuertes y continuos, siguieron en junio y así se fueron hasta muy entrado septiembre. El río aumentó su caudal y pronto se salió de su cauce normal. Los salvaterrenses se alarmaron; se había inundado Santo Domingo, en La Hacienda de Sánchez, el agua les llegaba a la rodilla a los peones que sacaban las cosas de la casa, para ponerlas a salvo. Se suspendió el servicio de tranvías, porque también había pasado lo mismo en San José del Carmen.

Los salvaterrenses fueron al Puente de Batanes a ver el río, el agua cubría todos los arcos y alcanzaba a entrar al piso por los agujeros que servían para el desagüe en la temporada de lluvias. La población acudía todos los días a cerciorarse de que el agua no se lo había llevado durante la noche.

Las autoridades municipales ordenaron para seguridad de la población, que desde las seis de la tarde y hasta el amanecer del otro día, nadie debía cruzar el puente, por lo que establecieron una guardia de gendarmería a las entradas del mismo.

Al anochecer todo era silencio y obscuridad, solo se oía el rugir del agua. Uno de los gendarmes le dijo a otro de sus compañeros: ¿No oyes unos niños que se están ahogando?, el compañero le contesto ¡Vamos a ver! Al llegar a medio puente y alumbrar con sus linternas, se percataron que no había nadie en el agua, las voces de los niños provenían del interior del puente, cada vez que la corriente lo azotaba, gritaban con fuerza: "¡Agárrate Juanito pa' que no nos lleve el agua!



Se cuenta que cuando el puente se empezó a construir en pleno mes de mayo de 1650, ya avanzada la obra llegó una avenida muy fuerte y derribó lo que llevaban construido. El arquitecto de la obra: Fray Andrés de San Miguel, desesperado pidió un consejo al diablo, éste le dijo que a la mezcla le agregara leche, y que en cada pilar enterrara un niño vivo dedicado a él. Así lo hizo, el puente aún está de pie.

Cuando el agua sube y las avenidas son fuertes, como en la inundación de 1958, dicen algunas gentes que oyeron gritar otra vez a los niños enterrados vivos. ¡Agárrate Juanito, pa' que no nos lleve el agua!

La Virgen, los Ladrones y la Mula


Nuestro templo parroquial, hoy Santuario Diocesano, se empezó a construir en el año de 1743, terminándose en 1808, a instancias de Dn. Fray Antonio de San Miguel, O.F.M. Obispo de Michoacán.

En su peregrinar, Ntra. Sra. de la Luz dio muestras de su grandeza por sus milagros y bendiciones que siempre ha derramado sobre los salvaterrenses, pero
también no ha estado exenta de los intentos de robo de sus pertenencias, por parte de ladrones y malhechores.



Recién fundada la ciudad, el párroco tuvo que hacer un llamado para que cesaran los robos de materiales para construcción, que se hablan generalizado En las iglesias los caminantes foráneos que visitaban la ciudad, se ponían cómodos en el suelo para dormir llevándose lo que estuviera a la mano, no faltando alguien que cargare hasta con el agua bendita.

Un año antes de la secularización del curato, en 1766, cuando la sagrada imagen estaba en su primera capilla, una noche un ladrón, un tal Aguirre trató de despojada de sus alhajas y su corona, cuando vio que el rostro y la cabeza de la imagen no se dejaban que se las quitara, sin lograr cometer el hurto. Al día siguiente Dn. Antonio de Estrada, Alcalde Ordinario logró que se aprehendiere al ladrón, ordenando se le diera muerte a garrote vil, mandando colgar el cadáver a la entrada del Puente de Batanes, para escarmiento de quien intentara cometer un robo de tal naturaleza.

La inclinación de cabeza de la imagen se debe; cuenta una tradición mencionada por Dn. Antonio José García, clérigo y vecino de esta ciudad, que en 1695 la imagen estaba en el Templo del Carmen, allí un ladrón le robó las alhajas que le regaló Doña Leonor Tamayo al mudarse a Valladolid. Después de cometer el hurto, el malhechor se fué a vender las joyas a esa ciudad, llegó a ofrecerlas precisamente a la casa de la Sra. Tamayo, quien las reconoció de inmediato. Pidió a su esposo Dn. Manuel Uribe que aprehendiera al ladrón, mientras confirmaba el robo en Salvatierra. El ladrón confesó que mientras despojaba a la imagen de sus alhajas, ésta había estado inmóvil, pero al tratar de despojar las del niño, la Virgen bajó la cabeza, esto le causó tanto pavor que salió huyendo a toda prisa.

Otra leyenda cuenta que cuando la sagrada imagen estaba en su primera capilla, en lo que hoy es el Santuario de Guadalupe, un ladrón penetró al templo y trató de despojarla de sus joyas, trepando por el altar hasta llegar a ella. Cuando estaba cometiendo su infame acción, una mula que pastaba en las afueras de la capilla, enredó una de sus patas en la cuerda que servía para tocar la campana. Al tratar de zafarse, jalaba la cuerda y ésta hacía sonar la campana. El ladrón temeroso de que la gente acudiera a ver qué pasaba, salió a toda prisa no logrando cometer su hurto.

La Última Semana Santa


Para el año de 1827 ya se había establecido en todo el país, los principios jurídicos, políticos y sociales de la Constitución de 1824, en Salvatierra se dejó sentir este nuevo orden. Era costumbre que el ilustre ayuntamiento participara en los actos religiosos, por lo que también era común que se les destinara un lugar especial en el templo, para presidir tales ceremonias.

La cuaresma del año de 1827, había transcurrido sin ninguna novedad como desde los tiempos de la colonia. Se celebraban los vía crucis por las calles de la ciudad, para lo cual, se utilizaban las cruces que tenían las fincas coloniales en la parte superior, donde formaban esquina. Para la víspera del jueves y viernes santos, los miembros del ayuntamiento estaban preocupados porque el maestro cortador no terminaba los uniformes del cuerpo de la milicia cívica, para que se presentaran en forma conveniente a las celebraciones religiosas.

El jueves santo por la tarde, a la hora de la homilía en la misa de la eucaristía, el párroco Pbro. Dn. Manuel Bermúdez, tronó contra los miembros del ilustre ayuntamiento diciéndoles: ¡Jesucristo, tú que derramaste tu sangre por los pecadores, estos mismos desconocidos profanan tu Santa Religión! ¡Estos libertinos que ahora están en tu santo templo como lobos carniceros procuran destruirla! ¡Estos que se precian de hombres sabios se juntan para profanar a tus ministros, pero tú descargarás el brazo de tu justicia sobre ellos!

Terminadas estas palabras se dirigió hacia las personas de los regidores, buscando a aquellos herejes y libertinos. No era para menos la furia del párroco, en ese año se había establecido en Salvatierra la logia masónica del rito Yorkino.



Leyendas Tomadas del Libro: "Leyendas, Cuentos y Narraciones de Salvatierra,
Recopilación" de Miguel Alejo López

1 comentario:

Anónimo dijo...

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