Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

miércoles, 12 de octubre de 2011

Narraciones

“Segundo Mensaje del Padre Pío a un Alma”
Por : R M P

El Padre Pío, en su prolongada y fatigosa permanencia sobre la tierra, cumplió una gran misión. Por voluntad de Dios, ahora que está en la feliz eternidad, sigue desempeñando en el mundo una misión grandísima, por medio de sus “mensajes”. Como en todas las cosas, pero principalmente en este campo sobrenatural, hay quienes creen y también quienes lamentablemente no creen.

¡A cada alma su propia responsabilidad!

El Padre Pío, en abril de 1969, se presentó a un alma, víctima extraordinaria. Sus rasgos eran humanos y de ellos emanaba suavidad, fragancia y luz. Al contemplarlo, se podía comprender, en cierto modo, qué gloria le cupo en el Cielo, después de una vida de martirio en la tierra, gastada en amor de Dios. De la extremidad de sus dedos (...pulgares e índies...), con que tocaba a Jesús Eucaristía, salían rayos luminosos, por cuanto su vida se había hecho digno, en cuanto le fue posible, de tocar con sus dedos la Hostia Consagrada.

Segundo Mensaje

El Padre Pío dijo a esa misma alma esta segunda vez:

Querido hermano, escribe:

El Señor quiere servirse primero de mí y después de ti. La elección ha sido hecha por Dios, que dispone revelar su voluntad por mi medio, para que tú la transmitas al mundo pagano.

Os quiero advertir a todos los que estáis sobre la tierra, hombres y mujeres, juventudes masculinas y femeninas, que el globo terrestre es dócil a las disposiciones del Creador, obedeciendo a sus leyes naturales. Mientras tanto, el mundo gime y se halla en gran aflicción al verse de ese modo sacudido, maltratado y pisoteado por la humanidad, tan rebelde a su Creador y Redentor. En el campo natural ¿qué cosa falta para vuestro consentimiento, para el desarrollo de vuestra existencia humana? ¡De parte de Dios, nada! ¡Sois vosotros los que recibiendo, en vez de ser agradecidos, dais la espalda a vuestro Bienhechor y maldecís con vuestra insensata conducta al Señor del Cielo, que os llena de beneficios! ¿No advertís que estáis atravesando días obscuros y tremendos, y que tinieblas de muerte asedian vuestro ambicioso destino, sediento de placeres? ¿Rehusáis abrir los ojos para ver claro, a la luz del sol vuestro inicuo proceder? ¿No queréis prestar fe y creer en los mensajes enviados desde el Cielo para buscaros a vosotros, ovejas descarriadas? Os he dicho que vuestro Creador no os deja sufrir por la falta de nada al gobernaros.

Pero, responded: Vuestro cuerpo ¿es acaso semejante al jumento que, para obedecer, vive sujeto a los azotes de un amo cruel?¿En qué consiste vuestra vida sobre la tierra? Y toda vuestra elevación mental, en el afán de extenderse hasta la cumbre del cielo, con el fin de explotar las obras creadas por Dios superando toda clase de peligros... y todo ese aparato científico fabulosamente aplaudido por la incauta humanidad... ¿a qué provecho radicalmente fundado orienta vuestra alma?

El Señor os ha dado infinitos medios para vivir bien, pero sobre todo os ha dejado medios preciosos para salvar vuestra alma. Vuestra inteligencia se consume en experiencias de nuevas invenciones humanas, pero solamente el alma que sabe de infinito, encuentra alas para hallar a su Creador, a su Redentor. Vosotros vivís vida de paganos, porque tenéis un corazón venal, demasiado egoísta. Cada uno se ama a sí mismo en detrimento del prójimo, porque habéis extraviado el camino del verdadero amor de Dios.

¡Pensad en esto seriamente! ¡El Señor no puede soportar más vuestro orgullo... vuestra arrogancia... vuestro corazón endurecido en la culpa! Toda vuestra conducta se reduce a un trapo de lujuria y de gloria mundana. ¡Pasáis junto al borde del precipicio y rehusáis daros cuenta de ello! Despertaos, sacudíos, apartaos de la embriaguez y no permitáis ser alcoholizados por el infernal enemigo que ya ha tomado mucha ventaja en el hecho de poseeros más o menos a todos vosotros. Rápidamente se va extendiendo cada vez más su influjo pestilencial. Poquísimo tiempo os queda para restaurar los surcos en vuestras almas! ¡Haced un poco de penitencia!... ¡Fuera todos los pasatiempos corrompidos, diurnos y nocturnos!... Si no volviereis a vuestro Dios, contritos y arrepentidos, seguirán vuestros pasos las sombras de la muerte.

Se aproxima el verano y los templos son profanados a causa de la incuria de los Sacerdotes relajados y muy aseglarados, los cuales ven con indiferencia que se falta al debido respeto y a la modestia que se debe observar en los cuales consagrados por la presencia del Dios Vivo. ¡Obsérvense en los Templos las normas estrictas queridas por Dios! ¡Nada de nudismo, de cabezas descubiertas y de mujeres con pantalones! El Señor escogió su venida al mundo, cuando en Palestina las mujeres llevaban la cabeza siempre cubierta y los hombres vestían túnica y manto. A la Reina Celestial se la representa en todas las imágenes con vestido largo y la cabeza cubierta. De aquí que, en nombre de Dios, ¡nada inconveniente penetre en el Templo Santo! Los Ministros de Dios déjense de pusilanimidades; tengan ojos vigilantes en el control de sus fieles, busquen en todo la gloria de Dios y, con habilidad paterna, sepan fermentar bien la masa, alejando así la ira divina que demasiado cansada está de esperar.

El sexo femenino es el sexo delicado y debería vivir su delicadeza, esto es, la gentileza del sentimiento en los actos de expresión. Su comportamiento, más sensible que el del varón, debería ser manifestación de su pureza y de su discreción personal. Sin embargo, las mujeres, pervirtiendo el orden divino con su comportamiento, pervierten a la humanidad, a la sociedad, a la familia y a la inocencia de que se ven rodeadas.

¡Oh mujeres, no frecuentéis las playas con vuestro contagio pecaminoso! ¡Queréis atraer la mirada del hombre y, en cambio, lo ofuscáis! ¡Vuestro modelo sea la belleza, la virtud y el candor de la Virgencita Celestial! ¡No sigáis a Satanás, corruptor maléfico y provocativo! ¡No adornéis con ligereza vuestro cuerpo, que un día se convertirá en horror y hedor de los sepultureros! ¡Sed cautas, prudentes, y no insensatas! Recitad con frecuencia la siguiente plegaria:

¡Toda hermosa, pura, santa e inmaculada eres, oh María...
ruega para que salve esta pobre alma mía...!

Dos ambiciones, en este último tiempo, empujan al hombre al abismo: la ambición del dinero y el afán de placeres. La mujer, en cambio, es empujada por el libertinaje en todo. La vida del hombre sobre la tierra debería ser vida de conquistas para la vida eterna, luchando contra las pasiones que se oponen al Reino de Dios. ¡Cuántas luchas, cuántas industrias no se afrontan en el mar tempestuoso de la vida del mundo para mejorar siempre más la propia posición, para tener así mayor posibilidad de no caer en desilusiones infructuosas, para adquirir fama, para sobreponerse al que podría comprometer el propio éxito! Pero ¿habéis pensado alguna vez que vuestra alma lleva impresa de un modo indeleble la eterna palabra de Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza...? Por lo tanto el hombre, venido de aquella fuente de amor inexplorable de eterna vida, debería vivir de realidades positivas. Estas realidades las puede ofrecer solamente la oración. Jesús nos ha dejado el ejemplo: se apartaba aún de los Apóstoles para retirarse a hacer Oración y Él, bien lo sabéis, no tenía necesidad de ella. Dijo así mismo a los Apóstoles, sus predilectos: Vigilad y orar para no caer en tentación. El que ora, se salva, el que no ora se condena. Se ha perdido la verdadera ruta por no querer emplear un poquito de tiempo con Dios. El orar os provoca fastidio. Estáis muy apegados al mundo, y ya no sentís necesidad de Dios. Lo imagináis lejos de vosotros, y por eso lo mantenéis arrinconado, como si no existiese.

Halláis solamente tiempo para vuestro mortal entretenimiento en contemplar hora y horas aquel mundial instrumento de ruinas nocturnas que es el televisor, ofuscando siempre más y más vuestras mentes, contagiadas con tantas revueltas malsanas y pecaminosas. Pensad seriamente que sólo el alma es la mayor riqueza de vuestra vida, por cuanto ha sido creada y ennoblecida por un Dios Creador de todo el universo. Fuera de esta realidad, está todo perdido... no sembráis nada para la eternidad. vivís en el vació y pisoteando la propia dignidad del don gratuito recibido de Dios.. ¡vuestra alma!

¡Revivad vuestra fe! ¡Rogando, os salvaréis! ¡Pensad en la generosidad de tantos mártires para salvar su alma! Y vosotros, ¿qué haréis para salvar la vuestra? ¿El jumento vale más que su dueño?... Y. si vuestra alma es de un valor infinito, ¿cómo la pisoteáis y la hacéis semejante al jumento)... ¿Acaso no es vuestra alma una posesión que os pertenece?

La verdad no se puede negar. El alma vive realmente en vosotros, infundida en vosotros. Cuando se separa del cuerpo para alcanzar la eternidad, el cuerpo permanente inerte y después se pudre. ¡Y, sin embargo, en nada os preocupa un misterio de tan gran importancia, como si estuvieseis la eternidad garantizada en la tierra! En el mundo os ocupa demasiado la ciencia progresiva, y está en constante decadencia la ciencia divina, la ciencia del amor, que debería poner en equilibrio toda vuestra existencia. ¡La ciencia progresiva! ¡Qué desastre para tantas almas incautas! Puede afirmarse que la ciencia moderna es la Biblia del demonio. Descubrir algo de nuevo, disfrutar algunas leyes de la naturaleza, lanzarse fuera del globo... todo esto debería acercarnos a Dios, quien ha puesto en el mundo tan maravillosos secretos y proporciona el medio de descubrirlos con el don de la inteligencia. En cambio el hombre, pequeño átomo del universo, se pierde en su soberbia: se cree grande porque escudriña desflorando todo lo creado y no se interesa por Su Creador. Olvidándose de su eterno destino, sólo piensa en el tiempo y sólo confía en su ciencia. Pero la fe, que es verdadera ciencia, vence a la ciencia humana.


En el mundo, todo tiene límites. Sólo Dios no tiene límites... ni pasado, ni futuro. Él es el Increado, el Omnipotente, el Omnisciente, el Abismo Infinito que no se llena jamás. No podéis, por lo tanto, evitar su mirada sobre vosotros. Él lo ve todo y con la misma medida de tiempo con que lo hubieres medido, seréis sin duda medidos en el último día, cuando os diga en su inmensa Majestad, con derecho de Padre de todos los pueblos: ¡Id, malditos, al fuego eterno! ¡No os conozco!

Estos mis avisos son gracias inmensas que recibes de Dios, ya que os hablo en su nombre, con el fin de llamar vuestra atención hacia un verdadero mejoramiento. Pero si no lo hiciereis y continuareis siendo sordos, no podréis escapar a su Divina Justicia. Tenéis muchos medios de salvación, principalmente “la oración”; el acercamiento a Dios. Los Templos están desiertos. Ya no sientes atractivo alguno en buscar a Aquel que anda siempre en busca de la oveja descarriada. Pero aquellos que van al Templo, ¡con cuánta prisa e irreverencia están en la presencia de Dios que está vivo y verdadero en el Tabernáculo!

Algunos, habiendo contraído cierta costumbre, entran el Templo con tanta desatención, con tanto desgano, con tanta ligereza en el vestir y en el trato... que profanan el lugar santo de Dios.

Os repito todavía: ¡No midáis el tiempo al Señor, ni a vuestra alma! Valorizadla, defendedla, conducidla derechamente a vuestro Creador. ¡Bien sabéis cómo de improviso podríais hallaros frente al tribunal de Dios! Algunas muertes repentinas son indicio de reprobación y de castigo divino, porque muchos viven alejados de Dios.

¡El Señor es misericordiosísimo, pero es también inexorable en su Infinita Justicia!

Dichosos los que conocen el fin para que han sido creados. ¡Pero qué pocos son éstos!...

¡Los Sacerdotes!... ¡Qué grandeza de dignidad los recubre y qué insensatez quererse degradar! ¡Escuchad, oh Consagrados! Dios, que es la Pureza por esencia, se escogió una familia inmaculada aún en la tierra. La familia íntima de Dios está formada por las almas vírgenes escogidas por El. Donde vive un alma pura y virgen, ahí está el Templo de Dios. Vuestras mentes, oh Sacerdotes, son altares de Dios, en donde Él se inmola. ¡Dichosos de vosotros si derramáis la gracia divina, como flores de los jardines, como Templos de la Religión, como Altares del sacerdocio! Las obras de las almas castas están exentas de amargura y llenas de suavidad, por cuanto la pureza descansa en Dios. A vosotras, oh Almas Consagradas, está asignada una custodia especial, ya que sois los que conserváis inmaculado el tálamo del Señor. El alma virgen es una víctima que se ofrece a la Madre Iglesia. Los Sacerdotes vírgenes son los que enaltecen y exaltan con sus labios la Pasión de Cristo y, llevando en su cuerpo dicha Pasión, son los lirios perfumados de la Iglesia. Como el agua límpida refleja el sol, así el alma pura y casta refleja la imagen de Dios, que se revela a los puros y limpios de corazón. Recordadlo con profunda atención: el ornato más hermoso y mas precioso del sacerdote es la pureza virginal. La pureza penetra los Cielos y da la visión y la inteligencia de las cosas sublimes. Es un reflejo de la claridad de Dios, da el gusto y el sabor de todo lo que es santo, tiene especial intuición de las cosas espirituales, crea los heroísmos de la virtud y del martirio y da ardores y alientos para la salvación de las almas.

¿Qué haréis, queridos Hermanos, para manteneros castos y puros en medio de tantos peligros de un mundo hechicero y traidor? Practicad la Mortificación de los sentidos externos, principalmente de los ojos y oídos, evitando las familiaridades ociosas, que constituyen la tumba de la pureza. ¡Oh, la pureza virginal es envidiada por los mismos Ángeles! Ella da un particular esplendor a los ojos y a los gestos. La pureza viene del Cielo. Es preciso pedirla incesantemente al Señor y poner empeño en no mancillarla. Es necesario cerrar las puertas a la sensualidad terrena, como cuando se cierran puertas y ventanas para impedir la entrada de algún indeseable. ¡Que la constante mirada de la Omnipotencia de Dios os enamore de Él y os haga vivir la vida del Cielo ya desde aquí abajo!

Recuerden los fieles: todos los jueves, en la Parroquia o por lo menos privadamente en casa, hágase una Hora Santa para la Santificación de los Sacerdotes.


Tú, querido hermano, me pides un mensaje relativo al divorcio. Pero mi mensaje carece de fuerza frente a tantos escándalos públicos que se cometen.

¡Divorcio!... ¡Peor que el divorcio!... ¡Lo que los perseguidores de la Iglesia pretenden introducir en Italia es simplemente el adulterio pecaminoso! ¿Cómo puede mi palabra eliminar las turbulencias fangosas de rebelión contra la fundamental ley divina?... ¡Qué modelo puede presentarse a un pueblo así pagano y ebrio de pasión?... Los partidarios de Satanás tienen su reino en el mundo. ¡Cuánto fuego oculto bajo cenizas, que se va propagando más y más!

¡Mensajes!... ¿Qué éxito tendría mi mensaje... ya que a los mensajes poca fe se les presta y se prefiere dejarlos en el vacío?... Y además... ¡ahora es demasiado tarde!

Escribe sin embargo:

El divorcio es la torpeza de los últimos tiempos, gracias al amor que nos une a la Santa Madre Iglesia en un solo vínculo con vosotros, los viandantes, en nombre de Dios y por medio de mi querido hermano, os dirijo mi ardiente palabra, que parte del Cielo para unirse todavía con vosotros en la tormenta del mundo. Pero de un modo particular me dirijo a los que me vieron personalmente y compartieron conmigo los sentimientos de la Fe con un transporte mayor de amor de Dios.

¡Escuchadme atentamente!

Ha avanzado la tarde y está avanzando la noche de la vida del mundo. Avanza siempre más, ejerciendo su imperio, la invasión del mal. La humanidad corre hacia el abismo en proporciones cada vez más alarmantes, provocando espanto y desaliento en el ánimo, dolorosamente aterrorizado de aquellos pocos buenos que todavía están firmes en la Fe. Un grito de alarma, unido a una profunda amargura, invade el ánimo angustiado de la Iglesia, del Vicario de Cristo y de sus miembros.

¡Acercaos a mí una vez más! ¡Escuchad el grito de mi palabra suplicante!

¡Almas que todavía estáis firmes en la fe, levantad vuestra bandera de paz, amor, de Fe en Cristo, para defender vuestros derechos personales según las normas establecidas por el Ser Supremo y contenidas en la doctrina de la Iglesia! ¡Formad vuestro ejército contra la corriente del mal! ¡Vuestro Padre Pío os asistirá! ¡Anulad, despreciad la deplorable fórmula “divorcio” = “fornicación”! Divorcio es la satisfacción de la propia carne y de la propia sangre, con el fin de consolidarse en una vida propia de animales inmundos debajo del Cielo, a la vista del Creador de todo el universo. ¡Qué ceguera, odiada por Dios, indigna de su perdón! Divorcio significa provocar la maldición de Dios sobre la tierra, sobre todo el género humano. Salid en defensa de la verdad, esto es, de la indisolubilidad del matrimonio bendecido por Dios, que dijo: ¿Lo que Dios unió no lo separe el hombre! El hombre, cegado por la culpa, quiere familiarizarse con Satanás, ya que el divorcio es una prevaricación de rebelión contra Dios y contra la Iglesia.

El Señor, Padre de todos, antes de abandonar la tierra y después de haber dado toda su vida inocente al precio de su sangre, dijo: ¡No os dejaré huérfanos! Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos! Los hombres crueles e insensatos exclaman, por el contrario: ¡Queremos el divorcio! ¡Formemos familias de huérfanos! ¡Multipliquemos en el mundo los escándalos y la corrupción! ¡He aquí la rebelión compartida con Satanás! ¡Oh, hombres inicuos, reflexionad y reflexionad bien sobre este concepto lúgubre y desastroso, es decir, sobre la destrucción de las familias y de tantas almas inocentes, víctimas de la disolución del matrimonio! El Señor bendijo el matrimonio, quitando la culpa original del primer hombre para daros la eterna felicidad. ¿Y vosotros queréis volver atrás? Las familias no deben incurrir en el peligro de la descomposición familiar. Se deben anular las ideas equivocadas. ¡No tendáis a la disgregación!... Habéis perdido el concepto de la verdadera cultura de la vida. El divorcio sería el mayor interrogante de la vida catastrófica.

¡Haceos conscientes de vuestro proceder; no sigáis defraudando la obra de Dios esculpida en vuestras almas! ¡No viváis más como rebeldes! Estáis rebajando demasiado vuestra dignidad personal, habiendo extraviado el camino de la dignidad divina. ¡Deberíais daros cuenta de vuestro estado y de cómo actúan en vosotros tantas potestades! Y en cambio... de la mujer habéis formado una sucursal de pasiones brutales y desvergonzadas.

¡Divorcio... fornicación... dejar o tomar lo que más agradare, lo que conduce mejor a la vida de placer, atendiendo a las bajas perspectivas del propio interés. La lujuria, la ambición y la concupiscencia os han hecho esclavos de la tierra que estáis pisando! Todas las fuerzas políticas están influidas por el mal; mas la soberbia es muy detestada por Dios. ¡Abrid los ojos! No es necesario ser pesimistas. Mirad a vuestro alrededor y ved cómo todo está en ruinas y todo dolorosamente deplorable. ¡Buscad las causas; analizad vuestra conducta! Pensad que cada momento que pasa de vuestra vida es un nuevo compromiso contraído con Dios. Volved a vuestra vida normal, sana, honesta, guiada y bendecida por la gracia divina! ¡No seáis más transgresores de la ley íntegra de Dios; no suscitéis más su indignación paterna! ¡Atenuad los males; no os hagáis cómplices de ellos; eliminad la lucha contra Dios, contra el Pontífice, Vicario de Cristo! A Él compete toda decisión, bajo cualquier aspecto; él, como vigilante piloto, conducirá a salvo la navecilla combatida por vientos contrarios. El Pontífice es el guía amoroso del porvenir moral de la humanidad.

No os dejéis arrastrar por la corriente impetuosa, que quisiera reducirlo todo a la nada. Tened clara conciencia del Ser Supremo, y no perdáis demasiado tiempo en la sola ciencia humana, que al fin de cuentas os dejará con las manos vacías. No queráis edificar siempre sobre la tierra, sino más bien edificad y restaurad a Dios en vuestro ser, que no conoce ocaso. Lo que hubiere sembrado el alma, eso recogerá. ¡Pensadlo bien! ¡Utilizad vuestra existencia en empresas nobles, fructíferas, imperecederas, y no huyáis del sufrimiento que circunda vuestro camino para purificaros! ¡Precisamente por vivir la vida cómoda, por amar las diversiones, por fomentar la avidez del placer, perdéis la paz y el reposo, y os dejáis arrastrar por la corriente vertiginosa, que pretende engullirlo todo!

¡Renunciad a lo ilícito y a lo superfluo! Es el sufrimiento lo que da mérito a la vida; y la vida, cuanto más se aprecia, tanto más vale. Pero no un aprecio humano, aprecio de todo lo que halaga los sentidos, sino aprecio que os haga encontrar a Dios, apreciando todo lo que consolida una vida de verdadera Fe, de caridad, de amor. Acercaos frecuentemente a los Sacramentos instituidos por el mismo Dios. ¡Os está hablando quien en la tierra pasó una vida de Crucificado, de mártir en el cuerpo y en el alma, para conducir las almas a Cristo! ¿Y vosotros queréis llevar una vida placentera, omitiendo lo básico de la salvación de vuestra alma? ¡Buscad a vuestro Creador! ¡Enfrentad generosamente a todos vuestros adversarios! ¡Neutralizad las Fuerzas y los poderes diabólicamente agresivos! ¡Sed los defensores de la indisolubilidad del matrimonio! Una sola es la verdadera ley: Dios, la Iglesia, la sociedad... en sus relaciones concretas. Mi mensaje debe despertar gran confianza. ¡No lo tomáis a la ligera! Dad gracias a Dios, que me permite todavía estar entre vosotros para animaros! Desde que salí del mundo hasta hoy día, se ha dado un gran paso hacia el empeoramiento. Las tinieblas cubren toda la faz de la tierra. Quiero haceros notar que vuestra conducta clama vuestra perdición. ¡Aceleráis el tiempo de los castigos! En vez de desarmar a la Divina Justicia, le estáis poniendo las armas en la mano para la batalla decisiva.

Os lo repito nuevamente: ¡Orad, orad, orad! ¡Buscad a vuestro Cristo, pendiente de la Cruz, todo llagado y ensangrentado por vuestro rescate, por vuestra salvación! ¡Dad validez y no anuléis tantos preciosísimos méritos infinitos! ¡No viváis más de ingratitud, de insensibilidad! ¡Prended en vuestros corazones la flama de la verdadera caridad de Cristo! ¡Amad a Quien os ama! ¡Romped las cadenas del pecado, que os tiene atados y paralizados! ¡Reavivad vuestra Fe, Fe profunda, auténtica, que os ayude siempre más a realizar una síntesis que valorice toda la verdadera vida! ¡Alejad de vosotros todo lo que os conduce a vivir lejos de Dios, de la Iglesia, de los Sacramentos! ¡Arrojaos confiadamente a los pies y a los brazos de vuestro Padre Celestial! Él os acogerá; jamás rechaza al alma arrepentida. Decidle de todo corazón: Señor, ¿qué queréis que haga? ¡Que os sirva de gran ayuda el Corazón Inmaculado de María, última áncora de salvación para los hijos extraviados! ¡Cómo llora y sangra su Corazón Maternal al veros alejados de su Jesús! Recurrid a Ella con confianza para que os conduzca de nuevo a Jesús. Ella os guiará al puerto de salvación.

No olvidéis todas vuestras visitas anteriores para encontrarme en San Juan Rotondo, y poned en práctica tantos y tantos consejos míos. ¡Que os hable al corazón mi personal presencia de crucificado por la salvación de las almas!

¡Pido por todos y os bendigo a todos!

Vuestro Padre Pío

Queremos agradecer a la persona anónima que realizó la impecable traducción desde el italiano de estos maravillosos mensajes del Padre Pío que tanto bien nos hacen a todos. Les sugerimos que formen grupos de reflexión y que analicen este texto en profundidad, se sorprenderán de la cantidad de mensajes que descubrirán en un análisis exhaustivo.

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