Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

sábado, 12 de noviembre de 2011

“El Diablo”

Qué me importan los que viven
a costillas de la historia,
los que comen las migajas
del pan grande de la gloria.

Qué me importa el que se esconde
en nombre de la prudencia,
ni tampoco el que aconseja
con ajenas experiencias.

Qué me importa de las clases
si la sociedad es deforme
pues el rico se mantiene
por la limosna del pobre.

Qué me importan los esclavos
buscadores de prestigio,
sabe “Dios” que es imposible
con el barro sacar brillo.

Será que al fin he comprendido
que es mía la sombra que empaña
a este bendito mundo de luz
por eso ya no confundo a la luna
con el dedo que la señala.

Ni ando entre muertos
que alzan banderas para creerse libres.

El diablo es un señor almidonado
que nunca olvida el saco y el sombrero,
que vive en una casa con placares
para esconder el miedo y lo ajeno.

El diablo es tan correcto como el hambre,
perfecto y ordenado como el fraude,
a veces tiene panza, y si no tiene
es calvo, como todos sus placeres.

El diablo tiene cola mas la esconde
en grueso portafolio color negro,
donde lleva también los documentos
que lo autorizan a matar al pueblo.

El diablo pone el alma en las tribunas
y escucha los discursos de los muertos,
se arrastra con orgullo por la historia,
y se acuesta con pobrísimos recuerdos.

El diablo se levanta muy temprano
cansado del matón que lo encadena
y corre por las calles presuroso
de compartir su hastío y su pena.

Lo he visto muchas veces como ustedes
en el espejo o en el bolsillo de cualquiera,
en el seguro, que asegura todo,
menos la paz, la luz, la primavera.
Lo he visto caminar al lado mío
y medir la moral y las polleras,
decidir el tamaño de la dicha,
la justicia, el honor y las ideas.

Lo he visto muchas veces, pero ahora
mi alegría habla claro de su ausencia,
quizá sus propias manos lo mataron
para cumplir al fin con su conciencia.

El Oficio de Cantor

El oficio de cantor
es cosa maravillosa,
caray, que contarle al mundo
que en casa nació una rosa
o que vino del oriente
una nueva mariposa,
o que “Dios” y la verdad
viven en todas las cosas.

El oficio de cantor
es tarea venturosa,
para el sediento la copla
es el agua milagrosa,

o compartir con Siriaco
esa cuestión misteriosa
que es nada mas que la vida
aunque le llamen Milonga.

El oficio de cantor,
se aprende teniendo ganas
abriéndole al sol la puerta
y a la sombra la ventana,

o dándole tiempo al tiempo
para el verso, para el trigo,
para la fe, la esperanza
el perdón y los amigos.

Ser cantor no es un oficio,
es ser espía del viento
pues se canta con su voz,
que es “Dios” compartiendo el verbo.

Es andar soles y lunas
con la manzana entera
que el Señor puso en mis manos
para dársela a cualquiera.

Para cantar, compañeros
hay qué perder todo el miedo.

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