Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

martes, 10 de julio de 2007

Luis Rionda Arreguín. Universidad de Guanajuato

En la sociedad novohispana la edad dorada se sitúa en la segunda mitad del siglo XVIII. Durante este periodo la Compañía de Jesús despliega una gran actividad educativa y misionera por los distintos puntos cardinales del territorio mexicano. Se transforma, de esta manera, en la institución más influyente y progresista de la etapa final de la época colonial; este hecho trajo consigo enfrentamientos con el Estado español y su consecuente expulsión de los diversos países de América.

Desde el Concilio Tridentino los jesuitas comienzan a ser influyentes. Eran capaces, disciplinados completamente consagrados a la causa y hábiles propagandistas. Creían en el libre albedrío y se oponían a la predestinación. La salvación se alcanzaba no únicamente por la fe, sino por la fe y las obras. En la circunstancia mexicana de la segunda mitad del siglo XVIII pertenecieron a la orden de la compañía los humanistas criollos; Abad, Clavijero, Alegre, Basoazabal, Castro y otros. Los integrantes de la generación de los jesuitas ilustrados emprenden reformas sustantivas en el terreno de la educación, desterrando de ella el principio de autoridad por el conocimiento sustentado en la experiencia y la razón.

Los cambios filosóficos y científicos que introducen en los colegios de la Compañía derivan del conocimiento que tenían de las teorías y sistemas modernos de Descartes, Bacon, Galileo y Newton entre otros. Son estos jesuitas humanistas los que “abren el camino a las ideas políticas de soberanía y contrato social que prepararon la independencia”.

Hacia mediados del siglo XVIII aparece y se desarrolla en nuestro país un conjunto de intelectuales integrantes del movimiento conocido como Ilustración Mexicana, que promoverá la introducción en México del pensamiento científico y filosófico moderno. La Ilustración mexicana está formada en su primera etapa por un grupo de jesuitas humanistas que al importar las ideas de contrato social y soberanía hicieron posible la independencia de México. Como renovadores, su actividad se dejó sentir y fue básica por haber sustentado que México era una realidad distinta de la metrópoli española; por la mexicanidad de su pensamiento que al mismo tiempo que repudiaban la conquista enaltecían el valor de las culturas indígenas y, finalmente, por la relevancia que le concedieron a las lenguas y literaturas clásicas.

En todos los espacios de la Nueva España se deja oir su voz desde Yucatán hasta Zacatecas, pasando por Oaxaca, Veracruz, Puebla, México, Guanajuato, Valladolid y Guadalajara. Fueron ellos los que reformaron y renovaron la cultura novohispana, concretamente la filosofía, la ciencia, la historia, la teología, la literatura y la educación. La suya es una conciencia abierta, orientada a llevar a cabo una renovación mediante la aceptación de lo nuevo y rechazo de lo tradicional.

El humanismo de Francisco Javier Alegre estriba no solamente en haber adoptado los valores más sublimes de la cultura grecolatina y cristiana, sino en haber depositado -como lo hiciera el poeta y religioso salvaterrense don Federico Escobedo- su fe en el ser humano. Según el punto de vista de Bernabé Navarro, “ el tema que más interesaba al Padre Alegre era el hombre, frente a Landivar que está embelezado con la naturaleza y frente a Abad que contempla a Dios”.

Como los jesuitas, de los que aprendió los secretos del arte retórica durante su estancia en el colegio de San Simón cerca de Zamora, el padre Escobedo cultivó y enseñó las humanidades y la filosofía en diversos colegios del país.

Tres grandes pasiones lo dominaron: el ardor religioso, el poético y el patriótico. Con relación a este último, ha aseverado don Carlos Aguirre Nuñez que el prócer varón oriundo de Salvatierra “amaba tanto a la patria que... de haber vivido en la amarga y dulcísima hora del amanecer de nuestra independencia, habría sido otro insurgente”.

Por otra parte, nadie como Francisco Javier Clavijero ha sabido profundizar en el pasado mexicano, extrayendo de él la quinta esencia de la nacionalidad mexicana. Bastaría con abrir su Historia Antigua de México para descubrir, en sus primeros renglones, que la palabra Anáhuac comprende la totalidad del suelo de la Nueva España. En un pasaje muy significativo del discurso que escribió para presentar su libro a los lectores, hace patente su profundo sentimiento de ser mexicano: “Habiéndome propuesto la utilidad de mis compatriotas como fin principal de esta historia, la escribí primero en español...” No obstante la pluralidad de climas, pueblos, lenguas y grupos étnicos de que está formado el vasto reino mexicano, en la Historia Antigua comienza Clavijero a entrever la formación de una nueva nación, con origen idéntico, historia y cultura comunes. “No hay duda de que hubiera sido más acertado –dice- la política de los españoles si en vez de llevar mujeres de Europa y esclavos de Africa, se hubieran enlazado con las mismas casas americanas, hasta hacer de todas una sola e individua Nación”.

México es un pueblo mestizo, resultado de la fusión biológica y cultural del indio y el español. Constituimos pues, los mexicanos, una realidad en la que al fundirse dos mundos emergió el mestizo, el cual tuvo la virtud de acrecentar y perfeccionar un estilo de vida propio, que hace de nuestra cultura una realidad única y singular, distinta de las culturas europeas.

Por lo demás Clavijero fue un convencido defensor de la cultura del México prehispánico, elevada por él al rango de modelo clásico. Así, no duda en colocar el pasado indígena en un puesto de la mayor dignidad capaz de ser un paradigma para pueblos de otras latitudes. Pero no únicamente las naciones indígenas son poseedoras de una cultura común que procedía de los toltecas; son también, a juicio de Clavijero, diferentes a las naciones del Viejo Mundo por el clima, las plantas, los volcanes, los minerales, en suma, por el entorno natural que en mayor o en menor grado determinó, tanto las cualidades físicas de los naturales como las peculiaridades de su fauna y de su flora. “El Capulín -expresa Clavijero- (en mexicano Capolin) es la cereza de México. El árbol difiere del cerezo europeo... Entre los muchos frutos que omito... no puedo desentenderme del cacao, de la vainilla, de la chía, del chile, del tomate... del algodón y de varios granos y legumbres, por haber sido tan usuales entre los mexicanos”.

Dueño de un destino preñado de grandes hechos, Federico Escobedo nació, vivió y murió en la provincia mexicana; un pequeño y vetusto pueblo, Salvatierra, fue testigo de sus primeros juegos y andanzas. Se desarrolló al cobijo de una torre y aplicó el oído para oir el sonido de las campanas, el angelus por la tarde, el canto de las palomas y los relojes en las primeras horas de la mañana. Pero su fama habría de extenderse por el orbe entero llevando el pastoril nombre de Tamiro Miceneo, como miembro que fue desde 1907 de la Academia Romana desde la cual alcanzó el reconocimiento de propios y extraños. En su tránsito por la vida recibió honores y distinciones en virtud de las cuales fue objeto de consideraciones especiales.

No solo fue arcade romano, se le distinguió también con la más elevada excepción al ser declarado Académico de Número de la Real Academia Española de la Lengua, no sin antes haber ocupado, por los méritos que lo adornaban en el campo de las humanidades clásicas grecolatinas, el sitio dejado por don Rafael Delgado en la Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente a la española. Alejado del mundanal ruido, siguió las ordenes superiores de la interioridad y se desenvolvió como religioso y como poeta.

Busco la verdad en el ámbito de su intimidad y fue pastor de almas, pero también supo como Landivar cantar en sus poemas la belleza de la naturaleza y el paisaje de México. Por algo Mariano Cuevas en su Historia de la Iglesia en México describe la “Rusticatio Mexicana”, de Rafael Landivar, como “ descripción de nuestros campos y de todo lo que con ello se relaciona dentro de su corteza latina y de su sabor netamente virgiliano, lleva en realidad la imagen más bella que se ha idealizado de nuestra Patria”. En efecto, fue esta su obra cumbre, poema escrito en latín, la que dedicó a hablar del campo mexicano. Sabido es que hubo griegos que cantaban y describían los montes, mares y ríos de su país y al hacerlo fueron imitados por algunos romanos como Virgilio en sus Egoglas.

De los humanistas mexicanos que sufrieron el destierro en Italia, fue Landivar el que más destacó en el campo de la poesía descriptiva y en el cultivo del latín. Su Rusticatio Mexicana, inspirada en Virgilio, constituye una hermosa pintura de la naturaleza y de la vida campirana en la Nueva España y Guatemala. En dicho poema latino Landivar describe el campo oaxaqueño, los lagos mexicanos, el cultivo de la caña de azúcar , la erupción del jorullo, las aves nativas, las cataratas de Guatemala y ciertos juegos populares como el palo encebado, las corridas de toros y las peleas de gallos.

La belleza del paisaje mexicano descrito por Landivar en su “Rusticatio” fue traducida por Escobedo al castellano de una manera pródiga y derrochadora. Como el jesuita Clavijero, quien mostró en su carácter peculiar y distintivo la cultura y la naturaleza de México, así también el poeta salvaterrense supo cantar a su patria: “México es una flor que llora; una flor que llora colgada en el abismo”. El impacto que produjo en la sensibilidad de Escobedo el descubrimiento de la magnolia en las cañadas de la sierra poblana, hizo decir a cierto escritor poblano que para el poeta guanajuatense México era precisamente eso, “una flor que llora su melancolía asomada al misterio de las profundidades ignotas”. Hombre dotado de gran ingenio y capacidad lo mismo que dueño de una espontánea naturalidad, Escobedo expreso en castellano, bajo el nombre de Goeórgicas Mexicanas, lo escrito o dicho en latín por Landivar en la Rusticatio Mexicana.

Aproximadamente por 44 años imperó en México la filosofía positivista. Ésta a través de Barreda se propuso instaurar en el país el credo científico, dentro del cual fuera modelada la conciencia de la juventud mexicana. Los tres estadios del positivismo comtiano: Teológico, metafísico y positivo, correspondían en la evolución histórica de México al periodo colonial esencialmente religioso, al liberal de carácter filosófico, y el nuevo periodo positivista que se inicia en 1867, año en que tiene lugar el fusilamiento de Maximiliano y la restauración de la República.

La Oración Cívica pronunciada en Guanajuato por Barreda, en el año antes citado, convenció a Juárez de que el Positivismo era, en las circunstancias por las que atravesaba el país, la filosofía ideal que rompería con la anarquía en que México había estado sumido. Para la filosofía positivista, que a partir de entonces se implantó en el plan de estudios de la Escuela Nacional Preparatoria, “la observación y la experiencia constituyen las únicas fuentes del saber”. Por lo tanto, todo cuanto no puede verificarse de modo experimental -según el positivismo- carece de valor científico y pertenece al reino caduco de lo teológico o lo metafísico. La única verdad es la que nos proporciona la experiencia sensible. La religión era, en consecuencia, una etapa superada por la ciencia positiva basada en la observación de los hechos, cuya repetición determinaba la fijación de las leyes. Educar la conciencia de los mexicanos en el Positivismo tenía como objetivo independizarla del culto del dogma religioso y hacerla seguir el culto por la ciencia.

Resulta claro que por un largo periodo Federico Escobedo conoció la influencia que la filosofía positivista tuvo en la realidad mexicana. Su formación católica y el haber sido ministro de esta religión le impedían abrazar el credo científico del positivismo, que no admitía ninguna forma de conocimiento revelado, sino únicamente el conocimiento que descansa en la observación sensible y en la experimentación. En su carácter de jefe de Redacción del Semanario Religioso y Literario Ilustrado “La Espiga de Oro”, Escobedo, encargado de vigilar lo que escriben los redactores de esa publicación periódica, autorizó en el Catálogo razonado de escritores Mexicanos del mencionado semanario, la publicación de lo que había escrito don Emeterio Valverde y Téllez en su Crítica Filosófica, sobre el médico Porfirio Parra. Dice así: “Es el señor Parra uno de los más convencidos y entusiastas propagandistas del positivismo en México, y aún se le proclama como el genuino heredero y continuador de la obra de Barreda”. Como complemento a lo dicho por Valverde y Téllez, se añade por alguno de los redactores de la publicación que “el gobierno que nunca desperdicia la ocasión de decir que la Escuela Oficial es neutra, tiene a este corifeo del positivismo al frente de la Escuela Nacional Preparatoria. ¡Inconsecuencias del liberalismo!”.

Aún cuando la fe que profesaba Escobedo lo hizo actuar de manera muy congruente, manteniéndose alejado de las tesis positivistas, su carácter de sacerdote mexicano lo lleva a decir, a través del discurso que pronunciara un reo un 16 de Septiembre en Salvatierra, que “no son verdaderos patriotas, ni ciudadanos dignos, los que, dejando la religión que de sus padres aprendieron... se lanzan como yo, ¡infelices! por la senda del crimen”. Lo que el párrafo anterior nos pone de relieve, es que para el que fuera Arcade Romano con el nombre pastoril de Tamiro Miceneo es imposible concebir la patria separada de la religión. Ambas según él son merecedoras de ser vivamente aclamadas por el pueblo y nunca mancilladas por la acción de sus hijos.

México es un país de contrastes e interrogaciones, pero también de realidades y utopías. Cuando ha sido necesario se ha comportado con altivez y gallardía; cuando ha estado en riesgo la patria no ha dudado en poner en práctica un espíritu de indomable rebeldía. Por sus ferias y romerías México explota estentoreamente en sus juegos pirotécnicos con la consiguiente algarabía de su gente. Más la pólvora que anida en su pecho emerge de pronto de un poema que describe los contornos de la patria suave y cariñosa. Cuando se lo ha propuesto México ha sabido también crear la poesía de sabor romántico que surge del sentimiento; pero tampoco ha sido ajeno a la experiencia del dolor amargo como a la dulzura y gozo de su generosa devoción religiosa. ¡Así es México! -lo ha expresado Domingo Couoh Vázquez- orgulloso en los penachos de sus volcanes, triste en las cañadas de sus hondonadas.

Los teóricos de la poesía pura pretenden delinear la forma poética considerada como la más perfecta; esto es piensan que hay algo paradigmático que rige el deber ser de la poesía. “La emoción poética -ha escrito Alfonso Reyes- no es ya la poesía: la emoción precede a la poesía como estímulo, la sigue como resultado”. El poeta oriundo de Salvatierra fue fiel a su vocación religiosa como a su vocación literaria. Esta última lo condujo a cultivar tanto la prosa, entendida como “expresión no sometida a ritmos simétricos”, como el verso que sería una “expresión sometida a ritmos simétricos”. Desconozco hasta que punto Escobedo haya sido tentado por la tendencia a versificar la prosa, aunque en su época si se desarrolló la inclinación a prosificar el verso. Por lo demás, es indudable la existencia de un ritmo peculiar en la prosa.

Por un acto de reconocimiento y justicia Salvatierra conmemora el 50 aniversario luctuoso y los 100 años de la ordenación sacerdotal del ilustre personaje nacido en esta tierra: Federico Escobedo. Como poeta bucólico se ocupó de las cosas que tienen que ver con la vida campestre. La patria chica, pero fundamentalmente el río Lerma, que pasa cercano a Salvatierra, le hicieron escribir desde Yurecuaro, donde por algún motivo en ese momento se encontraba, el poema A orillas del Lerma que en algunas de sus líneas dice.

Vienes ¡ oh río! De la hermosa tierra

vecina al Culiacán mi hogar natío.

Para mí tu raudal quieto y sombrío

Añoranzas tristísimas encierra.

Tu vienes de mi Patria, Salvatierra,

y por eso te llamo: ¡todo mío!

De mis ojos regué con el rocío

tus arenillas en que el pie se entierra.

Hoy, al verte correr bajo mi planta

y en tu cauce asomándome bermejo,

Anúdase la voz en mi garganta.

Asimismo, la borrascosa melena de la corriente del Lerma, que atraviesa dilatadas regiones del suelo mexicano y cuya furia de tiempo en tiempo es difícil detener, es nuevamente motivo para que Escobedo lo convierta en tema de composición poética.

Si pretendes aumentar

la amargura de tu pena;

de agua yo con dulce vena

Podré tu pena endulzar.

Así del Chapala merma

la amargura, cuando el Lerma

le da su dulce caudal ...

¡Ay! ... Sólo en el pecho mío

nos penetra, ¡oh mar!, un río

dulce, que alivie mi mal! ...

Así como el terruño, la tierra natal, fue asunto propicio que desató la emoción de Escobedo plasmada en hermosos y rimados versos, igualmente fue motivo de su puntual quehacer poético expresar el afecto y cariño por el suelo patrio. Cuenta como un campesino deja en la sierra su heredad y su cabaña para lanzarse a la guerra cuando la patria está en peligro al ser invadida por un ejército extranjero, de tal suerte que en su bellísimo poema Amor Patrio Escobedo expresa refiriéndose a este labriego que prefiere teñir con su sangre la tierra a permitir el sojuzgamiento del exterior. Así dice:

Nada le arredra, no; la espada esgrime,

y con ella vengar su patria quiere,

Porque es para él la patria ¡amor sublime!

Y si enemiga bala al fin le hiere;

En su patria pensando ... triste gime;

Y en su patria pensando ... alegre muere.

Por momentos Escobedo experimenta la embriaguez que arrebata al poeta haciendo volar su imaginación para recrearse en el manejo de las formas y las imágenes con que sueña su sensibilidad poética. Como religioso católico y como mexicano estima que es digno sujeto de alabanza poética tanto la divinidad como la patria. Más no sólo es un artista que sueña sus formas, sino que en soledad se sincera consigo mismo eludiendo con la poesía “el nombre cotidiano de las cosas”, como diría Ortega y Gasset. Escobedo canta a la patria mexicana por todo lo que encierra su suelo, sus gentes, su historia, tradiciones y costumbres. El poeta a su vez se encierra en su soledad, pero desde ella sublima todo lo que siente por el solar patrio en conceptos cargados de emoción. En un soneto dedicado a “México” señala:

¡Oh, cúanto eres hermosa, patria mía!

Dios hizo gala en tí, de sus primores;

Más que arenas el mar, tu tienes flores,

Y es tu corona el luminar del día.

De tus bosques, eterna es la armonía

que modulan mil pájaros cantores;

Tus panoramas son encantadores;

el monte, el valle, la floresta umbría.

No obstante haber residido Escobedo en diversas partes de la república mexicana, siempre permaneció indeleble en su pensamiento y en su corazón el recuerdo de la tierra en que nació. Se conserva en su conciencia lo que Cicerón señalara en el sentido de que la Patria es el lugar donde se ha nacido, por ello en su obra poética está presente el amor a la tierra que nos hace lugareños unidos al paisaje, historia y geografía de un determinado lugar. Y eso jamás lo olvidó el poeta del terruño guanajuatense. La dedicatoria que Escobedo hace del poema Recuerdos de la patria al padre jesuita Rómulo Díaz, estando en Puebla, remueve en él la atracción por la tierra nativa.

Rómulo; dí, ¿no se encierra

aún en tu corazón,

de aquella encantadora tierra

la imagen; de Salvatierra

que fue un tiempo tu mansión?

Y las agujas sin par

de aquesta angélica tierra

que al cielo quieren tocar;

te hacen luego recordar

¡la torre de Salvatierra!

¡Torre que yérguese bella;

y el viajero, en lontananza,

cuando la ve que descuella;

fija sus ojos en ella,

Como en faro de esperanza!

Landivar llamado el “ Virgilio mexicano”, sufrió el trago amargo del destierro que lo llevó a redactar el documento descriptivo más vigoroso sobre la campiña americana en el que se pone de manifiesto su entrañable amor por México. “ La pólvora de Landivar – dice Alberto Ruiz Gaytan – es la pirotecnia de Escobedo. Ambos eran mexicanos, sin dejar de ser guatemalteco Landivar. Y lo que uno contrajo en latín, el otro lo desplegó en castellano. Ya que de los 5,347 versos hexámetros latinos de Landivar, Escobedo sacó 11,000 versos castellanos. Muy equilibrada equivalencia; ya que algunas palabras latinas equivalen a tres o más castellanas”.

Ante todo lo expresado, no podemos sino reconocer que la Rusticatio Mexicana constituye un himno a la naturaleza americana. Gran parte de la vida de Federico Escobedo transcurrió en la ciudad de Puebla, famosa por la majestuosidad de sus construcciones religiosas y civiles, como por el orden y la proporción con que fue trazada. Mas cortos habríamos de quedarnos si no reconociéramos los cantos que el poeta Escobedo sembró, cargados de sabiduría, para enriquecer la amada tierra mexicana como buen heredero que era de los grandes clásicos.

Fue miembro y animador de la Bohemia poblana, agrupación literaria fundada en 1942 y en la que participó activamente. Enrique Gómez Haro, amigo íntimo y muy querido del poeta que en este encuentro festejamos, confiesa cómo el padre Escobedo le leía candorosamente, antes de darlas a publicidad su “ Carmina latina y sus comedias y algo de sus Madrigales Marianos, de sus odas Breves de sus Sonetos... Y así pude saborear y admirar los más bellos cantos de la obra meritísima de su numen: su traducción de la Rusticatio Mexicana del Padre Landivar, en la que autor y traductor abrazaronse, igualmente inspirados”.

Para el bardo oriundo de Salvatierra, el criterio que utilizó para traducir a Landivar tiene su origen en los preceptos literarios de Horacio que sustentan que como la pintura debe ser la poesía, esto es que la poesía debe ser una reproducción de la belleza de la naturaleza haciendo que dicha imitación sea agradable a quien la contempla. El veracruzano Clavijero y el poeta Escobedo son humanistas en un amplio sentido, tanto por el cultivo y el conocimiento de las letras clásicas grecolatinas como por lo versado que eran en la humanidades.

Para explicar la relación existente entre el poema de Landivar y la traducción de Escobedo, Ruíz Gaytan refiere que mientras Landivar escribió en Latín la partitura Escobedo realizó la orquestación en castellano. Y añade: “ En todo caso, la obra de Escobedo tiene dos aspectos: el de traductor y el de poeta; porque su traducción es, al mismo tiempo, poesía propia paralela a la poesía que traduce. Los mexicanos estamos en deuda con Escobedo por haber realizado la traducción del poema que lograra hacer realidad la inspiración de Landivar.

Si de algo puede enorgullecerse nuestro país es de contar con una ciudad como Puebla, verdadero relicario en donde se guardan celosamente las tradiciones y se cultivan las expresiones más excelsas del espíritu y la cultura. Extraordinaria y admirable por las prendas que la adornan, Puebla es una ciudad angelical, singular en su delineación urbana y en la hermosura de sus mansiones, templos y monumentos. Como pocas ciudades en México, Puebla es dueña de bienes culturales, arquitectónicos y hechos históricos que son la admiración de todos. Con un pie puesto en el pasado ha sido creadora de la relación de sucesos en torno a la muy mexicana china poblana. Esta maravillosa Puebla de los Angeles, en la que Escobedo fuera antorcha y guía de los que formaron la asociación literaria Bohemia poblana, fue cantada por el guanajuatense en un poema cuyos personajes eran San Miguel y tres ángeles. Pues bien, este peregrino del arte generosamente ofreció su numen a alabar la ciudad que construyeron los ángeles, en un bellísimo poema.

Esta es Puebla: la ciudad

-¿No lo recordaís, hermanos?-

que trazaron nuestras manos

allá en legendaria edad...

Sí, la virgen intervino

de Puebla en la fundación.

De entonces, la población

Siente su influjo divino.

Con su manto de tisú

La cobijó, y la bendijo;

Y llena de amor me dijo:

Sé de Puebla siempre tú

el vigilante fiel.

Los ángeles, tus hermanos,

Sobre ella extiendan las manos:

¡No la abandones Miguel¡-

La comisión acepté

de mi celestial Señora;

y, á partir de aquella hora,

ya Puebla mi encanto fue.

La doté de ricas galas;

La embalsame con mi olor,

Y la puse con amor

a la sombras de mis alas.

Nuestro paisano no solo supo ser agradecido con la ciudad que lo acogió amorosamente en su regazo al anunciar en sus versos la belleza que la engalana, sino que a su vez la urbe poblana, enterada de la enfermedad que padecía el poeta y sacerdote, lo lloró desconsolada al ser informada de haber entregado su alma a Dios. “Una fría mañana de Noviembre –decía Ana María Pinal– tras larga y penosa agonía la vida del poeta se extinguió como la roja luz de una lámpara votiva que durante largos años esparció su luz a las plantas del Señor”.

Por otra parte, la amada patria permaneció, en el largo peregrinar del poeta por esta vida, prendida a las entrañas del alma de Escobedo. Para él, que murió “ en la tierra que habitaba el arrayán de sus sueños”, México se despeña en las hondas insondables de sus misterios recónditos, como Puebla es urbe que se levanta hacia los cielos azules y las torres de sus iglesias que por singulares causan admiración.

Así como los jesuitas mexicanos del siglo XVIII han sido calificados como humanistas, no únicamente por el enorme valor que le conceden a la lengua y literatura grecolatina sino por su “acendrado mexicanismo” del mismo modo Escobedo es también un humanista, aun cuando su amor por lo mexicano no se funde en la estimación en que los jesuitas tenían a las culturas indígenas, sino en tener a México en “el marco de oro de sus más caros recuerdos”.

Si Francisco Javier Clavijero, el criollo novohispano, no dudo en conferirle al indio y a la cultura creada por él un carácter de universalidad, Tamiro Miceneo llevó el nombre de México haciéndolo valer por los distintos rumbos del mundo, dando a conocer su traducción intitulada “Georgicas Mexicanas” que hiciera sobre su original “Rusticatio Mexicana”. En tanto que el reconocimiento es unánime para ambos, a Clavijero lo a inmortalizado la historia mientras que a Escobedo lo ha perpetuado la lengua y la literatura clásica, quedando los dos aprisionados en la memoria y el recuerdo de todos los mexicanos.

1 Moreno, M, Manuel. Guanajuato Cien años de historia. Gobierno del Estado, 1989. pp. 35-40.

2 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 44-45.

3 Moreno, M. Manuel, Op. Cit. p. 49.

4 Arreguín, Isauro (compilador). Testimonios Sobre Guanajuato. Guanajuato, Gobierno del Estado, 1989. pp. 367-371.

5 Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 374-376.

6 Arreguin, Isauro. Op. Cit. p. 379.

7 Las cifras que dan los viajeros o la Guía son aproximadas. Se utilizan sólo como referencia para señalar el incremento o descenso de la población que en algunos momentos coincide con las crisis agrícolas.

8 Cardona, Adalberto. De México a Chicago y Nueva York. Nueva York, Moss Engravin Co. , 1892. pp. 341-342.

9 Cardona, Adalberto, Op. Cit. pp. 350-351.

10 Cardona de, Adalberto. Op. Cit. p. 356.

11 Cardona de, Adalberto. Op. Cit. pp. 47-50.

12 Cardona de, Adalberto. Op. Cit. pp. 51-52.

13 Cardona de, Adalberto. Op. Cit. pp. 52-53.

14 Cardona de, Adalberto. Op. Cit. pp. 53-54.

15 Cardona de, Adalberto. Op. Cit. pp. 66-67.

16 Cardona de, Adalberto. Op. Cit. p. 68.

17 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 63.

18 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 59.

19 Moreno, M Manuel. Op. Cit. pp. 65-66.

20 Moreno, M Manuel. Op. Cit. p. 60.

21 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 67.

22 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 71.

23 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 71.

24 Blanco, Mónica. Revolución y contienda política en Guanajuato 1908-1913. México, El Colegio de México/UNAM, 1995. p. 45.

25 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 72.

26 Moreno M. Manuel. Op. Cit. p. 76.

27 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 81-82.

28 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. p. 155.

29 Rionda, Arreguín. Op. Cit. p. 159.

30 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 153, 158, 162 y 163.

31 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. p. 163.

32 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 166-167 y 168.

33 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. p. 170.

34 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. p. 171.

35 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. p. 171.

36 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 173-174.

37 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 174-175.

38 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 175-176.

39 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 176-177.

40 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 178-179.

41 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. p. 180.

42Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 180-181.

43 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 183-184.

44 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 184-185.

45 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit pp. 185-186

46 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. p. 386

47 Rionda, Arreguín Isauro. Op. Cit. pp. 387-388

48 Blanco, Mónica. Op. Cit. p. 46.

49 Se integran al partido gentes guanajuatenses como Gabriel, hermano de Alfredo, Enrique Bordes Mangel y Cándido Navarro. Blanco Mónica. Op. Cit. p. 26.

50 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 93-101.

51 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 101-113.

52 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 142-146.

53 Manuel, M. Moreno. Op. Cit. pp. 123-128.

54 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p.129.

55 Aquí surge un grupo importante de hacendados. Sobresalen Hilario Torres dueño de 3 haciendas y Enrique Aranda propietario de 2 haciendas. Impulsan la Cámara Agrícola Nacional de León, foro que les permitirá hacer política. Formarán con Obregón y Braniff el grupo opositor a la lucha armada. Blanca, Mónica. Op. Cit. p. 27.

56 Con quien va a relacionarse Alfredo Robles Domínguez ya que Castelazo era considerado en la región como un agricultor innovador. Es de los primeros en implementar el sistema de riego. Blanco, Mónica. Op. Cit. p 25.

57 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 141-142.

58 Moreno, M. Manuel Op. Cit. pp. 146-147.

59 Blanco, Mónica. El jefe político en el momento de la transición entre el gobierno de Porfirio Díaz al de Francisco I. Madero en Guanajuato: evolución social y política. México, El Colegio del Bajío, 1988. pp. 276-278.

60 Ver Blanco, Mónica Op. Cit. capítulo II pp. 39-69.

61 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 163.

62 Ver Blanco Mónica. Op. Cit. capítulo IV pp. 71-88.

63 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 164-166.

64 Ver Blanco, Mónica. Op. Cit. capítulo pp. 55-69.

65 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 184-185.

66 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 185.

67 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 231.

68 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 214.

69 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 231.

70 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 233

71 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 234

72 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 234, 237, 245 y 246.

73 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. pp. 263-264.

74 Moreno, M. Manuel. Op. Cit. p. 272.

75 Macías Gloria Felipe. La Rebelión de los “Cristeros” en el Norte del Estado de Guanajuato-México: (1920-1930). Tesis de Doctorado. Universidad Paul Valery III. Montpellier, 1993. p. 36.

76 Macías, Gloria Felipe Op. Cit p. 39.

77 Macías , Gloria Felipe. Op. Cit. p. 41.

78 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 41.

79 Rodríguez, Modesto Jesús (ed) Directorio General de Guanajuato 1929-1930. Guadalajara, Talleres Linotipograficos “Grafica” 1930. Citado por Macías Gloria Felipe. Op. Cit. pp. 59-60.

80 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 61.

81 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 62.

82 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. pp. 63-66.

83 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. pp. 75-76.

84 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 84.

85 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 90.

86 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 91.

87 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 93.

88 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 93.

89 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 101.

90 Ruíz Arias, Vicente. Historia civil y eclesiástica de Salvatierra. Estado de Guanajuato.. México, s.e., 1976. p. 4.

91 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 103.

92 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 105.

93 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 117.

94 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 106.

95 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. p. 82.

96 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit pp. 83-84.

97 Guanajuato en la voz de sus gobernadores. Compilación de Informes de Gobierno de 1917-1991. Guanajuato, Gobierno del Estado, 1991. pp 375-406.

98 Guanajuato en la voz de sus gobernantes. Op. Cit. pp. 409-417.

99 Guanajuato en la voz de sus gobernadores. Op. Cit. pp. 421-447.

100 Guanajuato en la voz de sus gobernadores. Op. Cit. pp. 449-470.

101 Guanajuato en la voz de sus gobernadores. Op. Cit. pp 471-493.

102 Guanajuato en la voz de sus gobernadores Op. Cit. pp. 497-513.

103 Guanajuato en la voz de sus gobernadores Op. Cit. pp. 517-543.

104 Guanajuato en la voz de sus gobernadores Op. Cit. pp. 547-618.

105 Guanajuato en la voz de sus gobernadores Op. Cit. pp. 621-690.

106 Guanajuato en la voz de sus gobernadores Op. Cit. pp. 693-744.

107 Guanajuato en la voz de sus gobernadores. Op. Cit. pp. 753-767.

108 Guanajuato en la voz de sus gobernadores. Op. Cit. pp. 771-810.

109 Macías, Gloria Felipe. Los Xúchiles. “Una tradición en las comunidades del antiguo Izcuinapan”. Imprévue. Convergences et Divergences. No. 1. CERS/Université Paul Valéry III. Montpellier: 1996. p. 80.

110 Campos, Rodríguez Patricia. Salvatierra en el tiempo y el espacio. Ciudades a la orilla del milenio. Imprévue. Convergences et Divergences. No. 1. CERS/Université Paul Valéry III. Montpellier: 1996. p. 93

111 Campos, Rodríguez Patricia. Op. Cit. p. 93.

112 El concepto de refundar se refiere a los asentamientos que tenían un antecedente en el México Antiguo y que a partir del siglo XVI, fueron ocupados, bajo el patrón e intereses del invasor español.

113 Campos, Rodríguez Patricia. Op. Cit. p. 96

114 Este término se emplea con el sentido de ser originario de determinado lugar y hace referencia a nuestros hermanos mayores los indígenas que, en la actualidad, son los herederos de un patrimonio sociocultural milenario del México Antiguo: conocimientos, tradiciones y costumbres. Macías, Gloria Felipe. “Las comunidades indígenas. Una realidad que la memoria colectiva ha querido borrar. El caso de San Miguel Allende”. Boletín del Archivo General. No. 15. Abril-Junio. Gobierno del Estado de Guanajuato. Guanajuato: 1998. pp.51-62.

115 Rionda, Arreguín Luis. Fundamentos de la Doctrina Política de Francisco Javier Alegre. Reflexiones en torno a la Historia. Guanajuato, CIH/Universidad de Guanajuato, 1998. pp. 141-159.

116 La Espiga de Oro. Semanario Religioso y Literario Ilustrado. No. 4. Septiembre 19. Puebla: 1909. p. 50.

117 Campos, Rodríguez Patricia. Op. Cit. p. 98

118 Campos, Rodríguez Patricia. Op. Cit. p. 99

119 Ver a Zea, Leopoldo. El positivismo y la circunstancia mexicana. México, FCE/SEP, 1985.

120 Campos, Rodríguez Patricia y Macías, Gloria Felipe. “Guanajuato (México) y el Nacimiento del Positivismo”. Itinéaires du positivisme. Imprévue. CERS/Université Paul valéry III. Montpellier: 1997. pp. 163-173

121 Gily, Adolfo. Revolución interrumpida. México, Ediciones El Caballito, 1984. pp. 8-9

122 Moreno, Manuel M. Guanajuato: cien años de historia. Guanajuato, Gobierno del Estado, 1989. p.55

123 Municipio de Texcoco, Estado de México

124 Moreno, Manuel M. Op. Cit. 55-56

125 Cordero, Enrique. Biografía del Ilustre Sacerdote. Bohemia Poblana. No. 80. Noviembre-Diciembre. Tomo II. Año VIII. Puebla: 1949. P. 4.

126 Cordero, enrique. Biografía del Ilustre Sacerdote. Bohemia Poblana. No. 80. Noviembre-Diciembre. Tomo II. Año VIII. Puebla: 1949. p. 4.

127 Nativo de la Capital del estado de Guanajuato nació el 17 de noviembre de 1843.

128 Moreno, Manuel M. Op. Cit. pp. 56-57.

129 Situación que obligó a las autoridades a importar maíz de los Estados Unidos. Moreno, Manuel M. Op. Cit. 56

130 Estados Unidos, Inglaterra y Francia

131 González, y González Luis. Op. Cit. p. 964

132 González, y González Luis. El liberalismo triunfante. Historia General de México. 3er. ed. México, El Colegio de México, 1981. pp. 960-962

133 Escobedo, Federico. Poesías. Odas Breves. Salmos y Trenos. Epicas. Sonetos. Notas del alma. Puebla, Talleres de la Imprenta Artística, 1903. pp. 27-29

134 Escobedo, Federico. Op. Cit. pp. 55-57

135 Escobedo, Federico. Poesías. Op. Cit. pp. 59-61

136 Valdés, Octaviano. Op. Cit. 6

137 Cordero, Enrique. Op. Cit. 5

138 Ensayos de Oratoria Sagrada. Algunos Sermones del Padre Federico Escobedo. Tamiro Miceno entre los Arcades de Roma. Carta Prólogo. Puebla, 24 de octubre de 1928. Sr. Pbro. D. Federico Escobedo. Teziutlan (Puebla), s.e., 1929. p. 6

139 Valdés, Octaviano. Op. Cit. p. 3.

140 Couoh Vázquez Domingo. Op. Cit. 6

141 Valdés, Octaviano. Op. Cit. 5.

142 Valdés, Octaviano. Op. Cit. 4.

143 Macías, Gloria Felipe. “Sociedad y economía. 1920-1930. La rebelión de los cristeros del norte de Guanajuato. Revista Folios. No. 5. CIH/Universidad de Guanajuato. Guanajuato: 1995. p. 70

144 Cordero, Enrique. Op. Cit. p.4

145 Valdés, Octaviano. Op. Cit. pp. 172-173

146 Valdés, Octaviano. Don Federico Escobedo. Trabajo inédito. Leído en sesión pública celebrada el 22 de febrero de 1974

147 Compara al novelista Rafael Delgado con el escritor Alejandro Manzoni en cuanto a nacionalismo y religión.

148 Valdés, Octaviano. Op. Cit. 134-172

149 Macías, Gloria Felipe. Op. Cit. pp. 78-79.

150 Ensayos de Oratoria... Op. Cit. Pp. 11-13

151 Escobedo, Federico. Rapsodias Bíblicas. Teziutlan, Impresora de Teziutlan, 1922. p. 129

152 Cordero, Enrique. Op. Cit. p. 4.

153 Valdés, Octaviano. Op. Cit. 2.

154 López Portillo y Rojas José. Contestación al discurso de don Federico Escobedo

155 Rionda, Arreguín Luis. Clavijero y el Problema de la Verdad en la Historia. Reflexiones en torno a la Historia. Guanajuato, CIH/Universidad de Guanajuato, 1998. pp. 119-139

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