El P. Escobedo se encuentra por ese entonces, primero en Teziutlán y después en Puebla de los Ángeles y finalmente en
Permite, pues que baje a tu cisterna
que harto profunda es,
para en ella escuchar la “Rima Eterna”,
Octaviano Valdés.
Traba amistad grande con los hermanos (“fratres Helenae, lucida sidera”)
Méndez Plancarte:
¡Bien hayan los hermanos
Alfonso y Gabriel Méndez Plancarte,
en cuyas sabias manos
del alma fe y del arte
va flotando triunfal el estandarte.
Estamos en 1937, los tiempos opimos y culturalmente abismales de la revista Abside, fundada precisamente por los tres anteriores. Amigo de sus amigos, también lo fue de Aurelio Espinosa Pólit, jesuita ecuatoriano, humanista y colaborador de la revista antes nombrada. Y siguiendo con las “aves de su enramada”, encontramos a mucha gente llena de arte y amistad: Julio Delgado, “de áurea boca”; Sánchez León de “byroniana garra”; Gabriel Sánchez Guerrero con su poético laúd, con Antonio Caso rector de
Dedica áureos homenajes a Ipandro Acaico ; a varios literatos colombianos; manda epístolas elegiacas a amistades de fallecidos miembros.
Y de repente, ya en la página 88 del voluminoso cuaderno manuscrito, me encuentro con los sonetos. ¡El soneto! La estrofa-poema de más alcurnia y quizás la más difícil de componer. Mi memoria vuela hacia Petrarca. Federico los anuncia con un dístico propio:
“Plura soneta patent: tu sume e pluribus unum
quod minus ingratum sit tibi, lector amans”.
Y cita una sentencia del retórico Boileau: “un soneto sin defecto, vale más que muchos poemas largos”.
Sería muy prolijo hacer un estudio sobre estos poemas (son cerca de cien). Reseñaré alguno que otro que a mi parecer merecen recordarse. Una cosa es cierta: Federico es uno de nuestros mayores sonetistas.
“Non fecit taliter omni nationi”
A doquiera que vuelvo la mirada,
encuentro, ¡oh Virgen! de tu amor la huella,
pues dondequiera de tu Imagen bella
alguna aparición hay celebrada.
De Clovis la nación afortunada,
con la de Lourdes gran señal, descuella;
por Italia es Loreto clara estrella,
y España, en su Pilar, vive apoyada.
Eres, en Lourdes, el más dulce encanto,
en Loreto, tesoro el más bendito;
y roqueño bastión en Monserrate.
Mas a nación ninguna has hecho tanto
como a la mexicana; de un indito
quedándote estampada en el ayate.
Nuevas industrias de inventar no acaba
tu apasionado corazón, Señora;
hoy, disfrazada ya de Cazadora,
mil dardos llevas en bruñida aljaba.
Rauda pues en el ciervo - que se alaba
de invulnerable - haz blanco; y sin demora,
en mitad de su frente retadora
o en su entraña cordial, tus flechas clava.
Mas si a piedad y compasión movida,
con las flechas matarle te da enojos,
temerosa tal vez de que teñida
de sangre quedes por los gules rojos;
entonces, Virgen, ¡quítale la vida ....
al menos con las flechas de tus ojos.
Fausto aniversario. (1900-1925)
¡Cinco lustros se cumplen este día
desde el feliz en que, por vez primera,
nuevo Josué, detuve en su carrera
al Sol de la divina Eucaristía.
De entonces, en mis manos todavía
teniéndole cautivo, reverbera
ese divino Sol, que, hasta que muera
ha de ser el imán del alma mía.
Tras de su luz, cual girasol amante,
he de seguirte en incesante giro;
y teniéndole siempre por delante,
le diré con amor “tan sólo aspiro
a vivir contemplando tu semblante
y así exhalar el postrimer suspiro”.
Juana de Asbaje.
Dios, que es de la hermosura soberana
el más hábil pintor y el arquitecto,
quiso en tí acumular lo más selecto
cuando tu cuerpo modeló, Sor Juana.
Amalgamó la nieve con la grana
de tu faz en el óvalo perfecto;
y dio a tu busto, del volcán erecto
la fina curva que en subir se afana.
Y a los de seda tumultuosos rizos
campar dejó sobre tu frente pura,
viéndolos de besarla antojadizos.
Acendró de tus labios la dulzura,
y te donó el mayor de los hechizos:
¡la luz del genio, que inmortal perdura!
A Ipandro Acaico.
Este que veis de venerable frente
y de insignias el pecho constelado,
de la grey potosina es el Prelado
y de las letras lámpara fulgente.
es, al hablar, un Néstor elocuente,
río de miel, que corre sosegado ...
Mas truécase en torrente desatado
cuando del mal se opone a la corriente.
Debió, atento su ingenio peregrino,
en las playas nacer del fértil Lacio
o a orillas del Eurotas cristalino.
Se codea con Píndaro y Horacio;
y de su fama el resplandor divino
vuela a través del tiempo y del espacio.
Termino esta pequeñísima selección de sus sonetos, con uno que nos recuerda el inmortal “no me mueve mi Dios para quererte” de Fray Miguel de Guevara.
Muéveme a amor sobre la cruz abiertos
tus brazos ¡oh Cordero Inmaculado!
Muéveme ver tu cuerpo lacerado,
rotas las sienes y los miembros yertos.
Muéveme asaz tus ojos, que despiertos
me contemplaban siempre con agrado,
pero que ahora ¡oh dolor! se han eclipsado
y están de eterna lobreguez cubiertos.
Muéveme el ver la afrenta que te han hecho
de colgarte en unión de dos ladrones,
y áspera cruz brindarte como lecho;
Pero me mueven más los ricos dones
del agua y sangre de tu herido pecho,
con que mueves y ganas corazones.
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