Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

lunes, 10 de enero de 2011

Poesia: El Don del Sí (parte 1)

Cuando hablaste al pueblo
de Israel entre truenos y relámpagos,
los hombres temblaron de miedo,
y gritaban casi a una:
"háblanos tú,
que no nos hable Él".

Poco duró el fervor…
Moisés bajó de la montaña
y los encontró en abominables orgías
adorando un becerro de oro.
Moisés a quien amaste
y quien te amó tanto
no se le ocurrió, por un momento
ofrecerse como víctima
por sus hermanos idólatras;
y no podría pensarlo ni él ni nadie,
para eso tenían los carneros,
los machos cabríos,
los becerros y las vacas.

Pero apareció Jesús,
-según la predicción de los profetas,
Hijo de "Dios"-,
con los brazos abiertos
"para ofrecerse como víctima viva"
para tu alabanza,
para redención de todos los hombres;
de su ayer,
de su hoy,
de su mañana;
mañana de Dios-hombre,
que estamos viviendo
nosotros los gentiles
de América, de Europa,
de Australia…

En el mundo todos los hombres
te reconocen,
el ateo te afirma cuando te niega;
y el ignorante como el intelectual,
si te buscan con sinceridad
te encuentran.

La inmolación no la comprendemos.
Que se haya ofrecido el Hijo de "Dios",
lo atendemos…
pero que nos invite
"a completar en nuestro cuerpo
lo que le falta a su pasión",
no lo entendemos.

Que los teólogos y los místicos
nos pidan que nos parezcamos
a Ti, y terminemos
como Tú: con las manos
y los pies clavados,
y, para evitar el peligro del orgullo,
que nos dejen como Pedro:
cabeza abajo,
es lo que tampoco
podemos comprender.

Te nos revelaste como padre,
Cristo como hermano,
el Espíritu Santo como amor;
te hemos sentido y amado
siempre así, Padre, hermano,
amigo.

No podemos entender
que, siendo tus amigos,
quieras para nosotros
una muerte parecida
a la de tu Hijo.

Preferimos no pensar en eso,
y quedarnos la mayoría,
en una despreciable
mediocridad espiritual.

Pero el Espíritu Santo
sopla fuerte donde quiere,
y Tú puedes de las piedras
sacar hijos de Abraham;
a Abraham no le repugnó
ofrecerte en sacrificio,
en lugar de un carnero,
a su propio hijo…
y es porque él te amaba
apasionadamente, con una fe ciega,
y por ciega, luminosa.

Quisiera entender por qué
estas palabras van siempre tan unidas
amor, dolor, sangre.

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