Editado el contenido de la revista "Por Amor al Arte" del Maestro Mario Carreño Godinez

lunes, 10 de enero de 2011

Poesía: El Don del Sí (parte 2)

Me acuerdo de lo que
dice de Ti el libro por excelencia,
"que tanto amaste al mundo
que le entregaste
a Tu propio Hijo",
murió derramando hasta la última
gota de su sangre,
eso es amor, dolor y sangre.

Cuando tu Hijo, el Salvador,
nos enseñó a decir
con entusiasmo:
"Hágase tu voluntad así en la tierra
como en el cielo",
siempre se me ocurrió
pedirte que se haga tu voluntad
en todos, pero más que en todos
en mí.

Capricho e ilusión de mi juventud
en mi correr por la tierra,
quise alcanzarte, estar contigo,
pareceré un poco a Ti.

Ahora que estoy "inutilizado"
me río de mi locura,
sin embargo, en medio
de mi invalidez
sigo rogándote
que me parezca
un poco a Ti,
y es lo único
que me mantiene vivo
en este peregrinar
en el dolor;
la esperanza
de que me concedas uno de tus rasgos;
pese a que sólo soy
podredumbre y pecado,
me alegra mi pobreza…
lo único mío es el pecado.

Me enloquece lo que siento,
especialmente ahora como vocación:
Laudem gloriae
que sea un canto de amor
de esperanza,
"una alabanza de tu gloria".

No se puede hablar de don de sí
si antes
no se ha llevado a cabo
el desasimiento total
de las criaturas.

Quien tiene su mente
y su corazón
pegado todavía
a las cosas de la tierra,
no puede levantarse
como las águilas al cielo
y quemarse luego con el sol.

Para que haya donación sincera
de nosotros mismos al Señor,
debemos darle, en medio de nuestra
pobreza y miseria espiritual,
el don más grande que tenemos:
nuestra libertad.

La unión plena y total con "Dios"
se realiza cuando el hombre
une su voluntad con la suya;
"Él se da del todo,
dice Santa Teresa,
a quien se da del todo".

Unir nuestra voluntad con la suya
es no desear,
no querer, no amar
sino lo que "Dios" quiere
o desea que amemos:
el éxito o el fracaso,
la enfermedad y la salud,
el dolor y la tristeza
como la alegría,
recordando que,
todo nos lo da el Señor;
que todo nos viene
de sus manos amorosas,
el fracaso,
la enfermedad, el dolor
el accidente…

El Señor busca nuestra salvación
y nuestra santificación.
Quiere que a través
de estas cosas
le demos gloria y alcancemos gracias
de salvación para todos los hombres
del mundo,
nuestros hermanos.

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